domingo, 27 de noviembre de 2011

ERRE QUE ERRE


            No hay peor ciego que quien no quiere ver, dice la sabiduría popular, y bien podia aplicarse con total garantía al PSPV que, mirando hacia otro lado, sigue, erre que erre, cosechando derrotas desde hace ya más de dos décadas sin que, ni dirigentes, ni militantes hagan absolutamente nada para intentar remediarlo. Teniendo en cuenta que, anteriormente, en la Comunidad Valenciana votaban socialismo hasta las piedra, es una verdadera vergüenza que la situación actual se perpetúe “sine die” y sin perspectivas de solución. Ni siquiera el reciente batacazo del PSOE puede servir de excusa para justificar el desastre del PSPV -también lo era cuando el PSOE ganaba-, que es lo que esgrimirán los dirigentes socialistas valencianos para seguir instalados en sus cargos a pesar de su demostrada incompetencia y falta de liderazgo. Basta hacer un mínimo análisis de los resultados obtenidos para, al margen de una derrota prevista, darse cuenta de que aquí la tragedia es bastante mayor que en la mayoría de los demás territorios españoles.
            De los 542 municipios que conforman la Comunidad Valenciana el PSPV sólo ha conseguido ganar las elecciones en 29 de ellos (4, de los 141 que tiene Alicante; 11, de los 266 de Valencia; y 14, de los 135 de Castellón), siendo el castellonense Morella, con unos 2.900 hab., el de mayor población, que, sumada a las demás, no alcanzan ni los 18.500 hab., más o menos la que tienen municipios como La Nucía, por ejemplo. Es un dato estremecedor que el liderazgo político local sólo sea ejercido por los socialistas no sólo en tan pocos municipios, sino también con tan escasa entidad demográfica, cuando la estructura demográfica en la Comunidad Valenciana es bastante concentrada, pues cuenta con unos 160 municipios de más de 5.000 hab. En ninguna de las capitales, ni en pueblos densamente poblados, ni en otros de tamaño medio, el PSPV ha conseguido alzarse con el liderazgo, consiguiendo la victoria, con la excepción de Morella, sólo en lugares con menos de 2.000 hab. Tan trágico como que en la provincia de Alicante, la suma de población de los pueblos en que han ganado (Benejama, Quatretondeta, Benidoleig y Vall d´Ebo) queda por debajo de la población de Biar y bastante distanciada de la de Agost, por ejemplo; en la de Valencia, con Riola como la mayor de todas, la suma de los 11 municipios no alcanza a la de Benejúzar; y en Castellón, entre los 14, no llegan a la de Castalla. Si esto no es trágicamente catastrófico, que venga Dios y lo vea.
            Sin embargo nadie dimite, nadie es responsable de nada, nadie pide explicación alguna a lo sucedido y a lo que viene sucediendo. Todo lo contrario; al parecer, los dirigentes, desde sus respectivas poltronas, una vez más, se disponen a reavivar el cainismo político, conformando una nueva mayoría mecánica entre las distintas familias o clanes, para fagocitar cualquier iniciativa novedosa que pueda desalojarles de sus privilegios casi hereditarios. Entretanto, una militancia, mayoritariamente clientelar, cada vez más mortecina, se resigna al silencio cómplice y a la obediencia casi castrense a su respectivo gurú local quien, como parte de la trama piramidal, se encargará de elevar al vértice la cuota de poder mecánico conseguido para que su correspondiente patriarca familiar intente llevar a buen término la fratricida negociación que le conduzca al éxito. Un método, viciado y vicioso, que, si no es erradicado mediante una revolución de la militancia, sólo conduce al progresivo deterioro de apoyo ciudadano aunque, entretanto, sirva para que unos pocos, cada vez menos, puedan seguir disfrutando la parte alicuota de poder, cada vez menor, que les corresponda y sus correspondientes privilegios. La militancia, si no quiere llevar al PSPV directamente al suicidio, debe rebelarse de forma contundente frente a quienes, sin sonrojarse, tienen la desfachatez de postularse de nuevo para seguir dirigiendo el caos en vez de poner sus cargos a disposición del partido ante los pésimos resultados obtenidos bajo su desastrosa gestión. Si ellos no son capaces de estar a la altura de las circunstancias, sólo la militancia puede ponerles en su sitio negándoles rotundamente su apoyo y apostando por una nueva alternativa, que seguro que la hay, capaz de diseñar un nuevo proyecto que, con un nuevo liderazgo, libre de hipotecas del pasado, devuelva la ilusión perdida a millones de ciudadanos, defraudados por tanta incompetencia e incapacidad, y sirva como modelo alternativo, imprescindible para la higiene democrática.
            ¿Qué nivel de descrédito hay que acumular para tener la decencia de dimitir o de ser cesado? Si el de los dirigentes del PSOE ya es bastante bajo, el de los del PSPV está por los suelos. ¿No es suficiente haber perdido la credibilidad en todas las CCAA y en casi todos los pueblos importantes de España? ¿Ni siquiera haberla perdido en todos los pueblos valencianos con más de 3.000 habitantes? Es obvio que Rubalcaba, Chacón y Alarte lo consideran insuficiente ya que se sienten legitimados para seguir liderando tan atractivo proyecto. La incógnita entonces es si la militancia socialista coincide o no con ellos y les va a apoyar o no en tan loables pretensiones. De momento todo indica que, unos y otros, seguirán, erre que erre, a lo suyo. Los recaudadores de votos van a tener bastante trabajo en las diferentes agrupaciones locales.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

BATACAZO ELECTORAL SIN PRECEDENTES


            El éxito sin precedentes del PP de Rajoy en las elecciones generales, que le va a permitir gobernar con la más amplia mayoría de su historia con 186 escaños, queda eclipsado por el estrepitoso batacazo sin precedentes sufrido por el PSOE de Rubalcaba, que con 110 escaños se sitúa por debajo de los apoyos obtenidos en la predemocracia. Una espeluznante derrota que ni los más pesimistas se atrevían a vaticinar a pesar de estar cantado el triunfo popular. La bajada socialista de votos y escaños en todas y cada una de las CCAA contrasta con la subida o el mantenimiento de los populares en cada una de ellas, salvo en Asturias, donde ambos partidos bajan, al extremo de que sólo en dos circunscripciones provinciales, Barcelona y Sevilla, el PSOE es el más votado, aunque perdiendo apoyos. Algo impensable hace poco más de un año. Aunque quienes pensaban que era imparable el tsunami azul, se equivocaron estrepitosamente. El PP ha incrementado sus apoyos alrededor de medio millón de votos, mientras el PSOE ha perdido más de cuatro millones. Es pués más acertado concluir que el PSOE ha perdido por méritos propios, en tanto que al PP sólo le ha bastado con mantener su suelo electoral e incrementarlo mínimamente, sin que ello reste ningún mérito a su aplastante mayoría absoluta. Pero el beneficiario directo del autodescalabro socialista no ha sido el PP, que sí lo es al repartir los escaños, sino los partidos minoritarios -especialmente IU y UPyD- y los nacionalistas -especialmente PNV, AMAIUR y CiU- quienes, aprovechando las erróneas estrategias socialistas, han añadido una dosis de confianza a su coherencia estratégica e ideológica frente a los devaneos y frivolidades de un PSOE que, al menos, debe aprender, entre otras cosas, que es imposible absorber y soplar al mismo tiempo.
            Algunos hemos manifestando, pública y reiteradamente, la deriva insostenible del zapaterismo y ahora lamentamos la cruda realidad, sobre todo los que somos socialistas, al constatar que, desgraciadamente, acertábamos frente a aquellos que, vaya usted a saber porqué, defendían lo indefendible. Algo que se veía venir y de forma muy clara con el descalabro sufrido en las últimas elecciones locales, mientras los dirigentes socialistas, con el beneplácito de sus palmeros, no hicieron nada para remediarlo. Tan evidente como que un partido que gobierna en España y tiene vocación mayoritaria ni puede, ni debe, ensimismarse en estrategias ideológicas o nacionalistas radicales, más allá de lo razonablemente aceptable por la mayoría ciudadana, claramente de centro, como en el resto de los países desarrollados, que prefiere soluciones moderadas -hacia la izquierda o derecha, o el autonomismo- frente a aventuras radicales ideológicas o nacionalistas que puedan poner en riesgo la estabilidad y el bienestar que, a pesar de todo, disfrutan dichas sociedades. Tan obvio como que, en todo caso, puestos a jugar al radicalismo, siempre es mejor apostar por sus genuinos representantes que por los sucedáneos de peor calidad y menos creíbles. Ello puede explicar, en parte, el descalabro socialista frente a IU, UPyD, AMAIUR o CiU que por primera vez gana en unas generales al PSOE en Cataluña. Craso error creer que de movimientos radicales, como los indignados, o de nacionalistas auténticos, se puden arañar votos jugando a su juego y abandonando tu proyecto socialdemócrata mayoritario. Basta recordar el experimento del tripartito, las luces y sombras en el tema vasco o los fogonazos de un izquierdismo que al final defrauda la esperanza regalada a muchas gentes por su inviabilidad real.
            También hemos manifestado que la pésima gestión de la crisis por un gobierno claramente incapaz e incompetente, cargado de ocurrencias y despropósitos, de vaivenes e incoherencias, carente de autocrítica y de previsión, y culpando de todos los males a causas ajenas, arrastraría, no sólo a la economía a la pésima situación actual, sino también al partido que lo sostiene, el PSOE, a un callejón de difícil salida. Desgraciadamente así ha sido. Un partido que, ante el claro aviso de las elecciones locales, ha preferido perpetuar el denostado zapaterismo, aunque sin Zapatero, designando como sucesor a Rubalcaba, uno de sus más cualificados protagonistas, en vez de convocar un congreso, como ha hecho ahora –supongo que para erradicarlo-, sólo puede aportar falta de credibilidad. Más aún si éste basa la campaña en el terror, que nadie cree, e intenta ocultar sus responsabilidades inmediatas para resucitar sus responsabilidades remotas durante el felipismo que, en su ocaso, tampoco fueron dignas de alabanza, obligándose finalmente a ir modificándola para acabarla al fin en clave interna. Ni los niños condenados a la mala educación, ni los pacientes muriendo en los quirófanos, ni los ajustes reales –para Rubalcaba, recortes- en las CCAA gobernadas por el PP y en Cataluña por CiU, ni las protestas, ni las huelgas… han restado apoyos a populares o convergentes, sino todo lo contrario, dejando a Rubalcaba y a Chacón en evidencia. Ambos, ni siquiera con los mal disimulados mimitos, han podido ocultar la fractura interna dentro del propio zapaterismo y, como genuinos representantes del mismo, quedan invalidados, a mi juicio, para liderar el futuro de un PSOE que urgentemente necesita pasar página de tan deprimente proyecto, lo que requiere casi una refundación o, al menos, una sólida renovación. Así lo apuntan ya algunos de los tertulianos habituales propios que, hasta la fecha, se dedicaban a defender lo indefendible. Bienvenidos sean a lo razonable. Ojalá también lo hagan los militantes socialistas. No va a ser fácil a estas alturas, pero más vale tarde que nunca.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena 

domingo, 20 de noviembre de 2011

REBASANDO LO TOLERABLE


            No seré yo quien niegue las múltiples razones que tenemos los españoles para mostrar nuestra indignación. Como otros muchos ciudadanos, estoy indignado por muchos motivos. La grave crisis, no sólo económica, ni exclusivamente nuestra, nos condena a un presente, plagado de demasiadas dificultades e incertidumbres, que puede conducirnos a un futuro insoportable, si es que ya no estamos en él. Por ello, ahora más que nunca, es necesaria una reflexión ciudadana profunda, crítica y serena, que nos ayude a consolidar al menos un futuro de esperanza. No es la primera vez -ni será la última- en que la sociedad española se ve obligada a superar situaciones de gran dificultad, saliendo de ellas más o menos airosa. Se requiere pues que, una vez más, seamos capaces de aprender de nuestra propia historia para eliminar los errores cometidos en el pasado y consolidar los aciertos que, en parecidas o peores circunstancias, nos permitieron salir de túneles tan tenebrosos -o incluso más- como el que atravesamos ahora. Para conseguirlo, no basta sólo con la indignación, por muy justificada que esté. Máxime si esta indignación se limita a algaradas callejeras, alteraciones del orden público y desobediencia al ordenamiento jurídico establecido que, a la postre, añaden un plus de dificultad a las posibles soluciones.
            Conviene recordar que España, a pesar de las dificultades por las que atraviesa, goza del más largo periodo de libertad y prosperidad de toda su Historia y que, gracias a él, los españoles hemos conseguido las mayores cotas de igualdad de oportunidades, de acceso a la educación, de asistencia sanitaria y de protección social. Asimismo los diferentes territorios españoles cuentan con el mayor grado de autonomía política de todos los tiempos y con las más modernas infraestructuras. Conviene recordar que, dichos logros, no se han conseguido fácilmente; bien lo sabemos los que ya tenemos cierta edad. Sin ninguna de estas ventajas y doblemente indignados, apostamos en su día por conseguirlo desde la nada y lo conseguimos con perseverancia. Por tanto, a pesar de tantas dificultades, algunos tenemos la certeza de que no estamos en el peor de los momentos; hemos vivido tiempos mucho más complicados e inciertos. Si fuimos capaces de superar aquéllos, hemos de serlo para superar éstos, siempre que, como entonces, la inmensa mayoría de ciudadanos seamos capaces de aislar a quienes, como entonces, pretendan poner palos en la rueda para dificultar el camino en vez de aportar soluciones razonables y viables. La receta básica es el consenso mayoritario de las fuerzas políticas, sociales, sindicales y económicas en la búsqueda de soluciones y en la lucha contra quienes, aprovechando la díficil coyuntura, se disponen a desestabilizar el sistema. Así se hizo entonces. Ahora, con una democracia consolidada, será mucho más fácil, siempre que los diferentes partidos políticos estén a la altura que requieren las circunstancias.
            Pero es preocupante, especialmente en plena campaña electoral, que grupos de indignados rebasen lo tolerable y ningún partido político declare públicamente su repulsa por miedo a las repercusiones electorales. Mal asunto. Peor aún si ni siquiera lo hace el Gobierno, aunque esté en funciones. Es inadmisible que, en nombre de la indignación se agreda la sede de la soberanía popular, el Congreso de los Diputados, apedreándola y escribiendo en sus paredes “Abajo el régimen”, lo que pone en evidencia los verdaderos objetivos políticos de semejantes personajes, pues acabar con el régimen democrático supone inevitablemente sustituirlo por un régimen autoritario. Un ataque frontal en toda regla a los cimientos de nuestra convivencia pacífica que ningún demócrata debiera tolerar. Para mí es un nuevo motivo de indignación, probablemente, el más importante de todos ya que tolerar semejantes acciones, dejarlas impunes, significa iniciar la senda que nos conduce al caos.
             La democracia -y, por tanto, la libertad- se hace muy frágil en tiempos difíciles ya que, desgraciadamente, sus enemigos aprovechan el descontento general para buscar cierta comprensión a sus actos desestabilizadores que, simplemente, pretenden falsas soluciones al margen del sistema con afán proselitista entre las personas de buena fe que lo están pasando peor. Para conseguirlo, actúan al margen de la ley; agreden, verbal o físicamente, a las distintas instituciones democráticas y a sus representantes elegidos democráticamente; consideran mayoritarios sus movimientos asamblearios –siempre minoritarios frente a lo decidido en las urnas- para dar apariencia democrática a sus decisiones y, bajo dichos argumentos, se consideran agredidos si las fuerzas de orden público les obligan a respetar el orden jurídico establecido como a cualquier otro ciudadano. Es obvio que, ante dichos comportamientos, el estado democrático, si no quiere deteriorarse, debe aplicarles el peso de la ley legítimamente establecida; es la mejor fórmula para fortalecerse y, en todo caso, para hacerles entender que las soluciones siempre están dentro del mismo y no fuera como ellos pretenden. El silencio y la permisividad con los que actúan rebasando lo tolerable es, simplemente, intolerable. Nuestra más contundente respuesta a los intolerantes es hacer reventar las urnas con nuestros votos; la suma de todos ellos, gane quien gane, es la mejor forma de decirles donde está la verdadera mayoría democrática.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

SI ACABARA DE LLEGAR


            Si, carente de información, acabara de llegar a este país desde un remoto lugar y, para depositar mi voto en las urnas de forma responsable el próximo domingo, tuviera que realizar un aprendizaje intensivo de la situación económica y las opciones políticas que se me ofrecen, quedaría estupefacto. Tras conocer la caótica situación económica, al borde de la recesión, descartaría cualquier opción minoritaria, nacionalista o no, que entorpeciera la formación de un futuro gobierno fuerte y sólidamente respaldado para afrontar los díficiles retos que se avecinan. Por tanto, en sintonía con la mayoría de españoles, me inclinaría por el PSOE de Rubalcaba o por el PP de Rajoy, para que cualquiera de ellos consiguiera la cómoda mayoría parlamentaria que, sin hipotecas de intereses minoritarios, le permitiera gobernar con fortaleza. Reafirmaría mi decisión al conocer que ambos partidos tienen una amplia experiencia de gobierno en los distintos ámbitos territoriales y que sus respectivos candidatos han ocupado las más importantes carteras ministeriales; garantía más que suficiente para desestimar cualquier aventura de final incierto. Es la lógica de cualquier ciudadano sensato, no comprometido por razones de militancia o de ideología, que prefiere anteponer el racionalismo al idealismo en momentos tan críticos. Un pragmatismo político comprensible en tan difícil momento.
            Pero al saber que las encuestas, a pocos días de la elección, pronostican un tremendo batacazo del partido que gobierna y un éxito sin precedentes del partido opositor, deduciría que el gobierno socialista lo ha hecho fatal y el partido popular muy bien, o que el primero presenta un programa electoral deprimente y el segundo excelente. Falsa deducción que se tornaría en estupor al escuchar los mensajes electorales de los candidatos, los debates y las tertulias televisivas. No entendería tanta aceptación popular a un partido que pretende eliminar los servicios sociales básicos, la pensión a los mayores, las coberturas del desempleo, la sanidad y la educación pública, al extremo de dejar morir en el quirófano a los pobres y de convertir a sus hijos en meros sirvientes de los ricos bien educados; menos aún, si tal proyecto lo lidera un tal Rajoy nada carismático, sin programa, candidato por tercera vez y con la intención, aunque no lo diga, de las peores maldades contra el pueblo llano en favor de los ricos, tan ambiguo e incapaz que actúa bajo el dictado de un tal Aznar con el que fué ministro cuando el PP gobernó. Tampoco entendería la caída en pìcado de un partido gobernante, defensor del pueblo frente a los ricos, liderado orgánicamente por un tal Zapatero -actual presidente del gobierno, aunque desaparecido en la campaña-, que presenta como candidato a un tal Rubalcaba, segundón de lujo en casi todos los gobiernos socialistas precedentes –incluido el actual- y cabeza de cartel por vez primera, muy valorado por propios y extraños, hábil negociador, inteligente, maquiavélico, manipulador, con un programa propio y que, para colmo, es arropado por un tal Felipe González, quien, hace ya más de veinte años, le descubrió como excelente miembro de su gobierno y por vez primera le nombró ministro, aunque, a diferencia de Rajoy, no actúa bajo su dictado.
            O los españoles son masoquistas, o los socialistas mienten o yerran de forma flagrante. Esa sería mi conclusión. Pero, descartando obviamente lo primero, sólo lo segundo podría explicarme la escasa credibilidad de la ciudadanía en el proyecto socialista de Rubalcaba. No me sería difícil comprobarlo. No es creíble, entre otras muchas razones, que se desmarque del zapaterismo, siendo uno de sus principales valedores hasta antesdeayer; que relegue a ZP, su jefe como secretario general del partido, para resucitar a Felipe González y al trasnochado felipismo como opción de futuro, evidenciando el caos interno que sufre el PSOE desde su descalabro en las elecciones locales; que tenga soluciones para sacarnos de la crisis sin haberlas aplicado cuando era ministro; que impute ocultas intenciones a Rajoy para hacer terribles recortes, mientras justifica los suyos a funcionarios y pensionistas como ajustes obligados a pesar de no constar en el programa con el que ZP ganó las elecciones; que base su programa en soluciones provenientes del exterior, como una moratoria de la UE y una especie de Plan Marshall, para poder seguir manteniendo el gasto, sin reparar en otras soluciones en caso de negativa; que impute la crisis galopante sólo a causas externas, sin reparar en la pésima gestión del gobierno de ZP, del que formaba parte, plagado de ocurrencias y despropósitos que todos conocen. . . Y para colmo, una falta de credibilidad a una campaña mal enfocada desde el principio y basada en el voto del miedo. Con cinco millones de parados y la economía en caída libre, la inmensa mayoría conecta mejor con el slogan “Súmate al cambio”, como hizo en aquel mítico “Por el cambio” de 1982, que con el de “Pelea por lo que quieres”. Está claro que la mayoría va a pelear por lo que realmente quiere, un cambio radical, y, sobre todo, contra lo que no quiere, mantener un rumbo que le conduce inevitablemente al abismo. Esa seria mi conclusión si acabara de llegar a este país desde un remoto lugar. Pero, como no es el caso, tendré que seguir valorando otras posibilidades, que las hay, antes de introducir mi voto en las urnas el próximo domingo. 
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

martes, 15 de noviembre de 2011

QUE GANEN LOS NUESTROS


            No es la primera vez, ni desgraciadamente será la última, que, como ciudadano, manifiesto mi indignación por la corrupción política, uno de los más graves problemas que padece la sociedad española. Por no indagar más en la hemeroteca, valga mi artículo, sobre el caso Gurtel, titulado “Dimisión e inhabilitación” (Ver Diario Información del 20-7-2011, fecha que curiosamente coincide con la dimisión de Camps). Si en aquel momento, coincidiendo con los socialistas, manifesté la conveniencia de que Camps dimitiese y fuese inhabilitado, ahora, conocido el caso Campeón, es coherente que, coincidiendo con los populares, me pronuncie en idéntico sentido sobre el señor Blanco. Cualquier persona claramente decidida a erradicar la corrupción política haría lo propio. Pero es deprimente y frustrante porque los socialistas han cambiado y ahora son ellos quienes no coinciden conmigo. Prefieren instalarse en las tesis que los populares defendían entonces y que, probablemente, defenderán cuando el presunto corrupto pertenezca a sus propias filas, momento en que, con toda seguridad, los socialistas volverán a mutarse de nuevo para coincidir conmigo y con otros muchos ciudadanos, que no cambiamos al respecto. Es un juego perverso de unos y otros que permite que la corrupción política, lamentablemente, siga instalada en nuestra sociedad. Por eso me da asco que ahora el principal adalid de las tesis dimisionarias, el señor Blanco, no se las autoaplique, utilizando los mismos argumentos que, en su día, utilizó Camps para mantenerse en la poltrona hasta que el hedor hizo irrespirable el ambiente y se tuvo que marchar. Por eso me causa repugnancia que los dirigentes del PSOE, al igual que los del PP en su día, convertidos en maestros de la incoherencia, defiendan públicamente lo indefendible sin que se les caiga la cara de vergüenza a la hora de pedirnos el voto.
            El reciente debate electoral entre Rubalcaba y Rajoy, convertido en interrogatorio del socialista al popular, es el mejor ejemplo de que ninguno de los dos está dispuesto a comprometerse públicamente en la búsqueda de una solución a la corrupción política. Ni una palabra al respecto, ni un reproche, ni nada de nada. Un silencio sepulcral sobre una de las principales preocupaciones que, según las encuestas, tienen los ciudadanos. Es obvio que el próximo presidente de gobierno, que será cualquiera de ellos, dejará este importante asunto tal como está. ¿Cómo es posible que Rubalcaba no reparara en tal carencia del programa de Rajoy que casi desmenuzó página a página? Pero es más sorprendente que Rajoy, estando el caso Blanco en el candelero, ni siquiera lo mencionase. La conclusión es meridiana: blanco y en botella, leche. Ninguno de los dos tiene nada que decir sobre la dignificación de la actividad política y, en estos casos, lo mejor es un buen pacto de silencio. Queda claro que en algunas cuestiones ambos sí que son exactamente iguales o, al menos, bastante parecidos.
            No sé cual de los dos ganó el debate-entrevista; tampoco, quien ganará las elecciones. Las encuestas dan ganador a Rajoy en ambos casos. Pero si estoy seguro de quien ha perdido en este envite, la ciudadanía española, condenada, una vez más, a soportar la indecente conducta de demasiados gobernantes sin tener la posibilidad de hacer nada para impedirlo, salvo no ir a votar que es la peor de las soluciones. Menos mal que al menos nos queda la posibilidad de elegir a quien cada cual considere más capaz de sacarnos del pozo económico en que estamos metidos. ¡Ojala que el resultado final sea un acierto!, pues la corrupción política parece más soportable en tiempo de bonanza, aunque siempre sea igual de perniciosa para la democracia. Caso bien distinto si, en vez del pacto de silencio, Rubalcaba y Rajoy hubiesen anunciado un pacto de caballeros para luchar contra ella en todos los ámbitos sin ningún tipo de excusas o incoherencias; de entrada, ambos ya serían ganadores junto a todos los ciudadanos. También sería distinto si, al menos, cualquiera de ellos, al margen del otro, hubiera incluido tal propuesta en su programa electoral; hoy sería ya el claro vencedor. Lamentablemente, ni una ni otra; ambos han decidido ser unos perdedores aunque uno de ellos, inevitablemente, gane las elecciones.
            Tengo serias dudas de que, quienes son incapaces de resolver un asunto que sólo depende de una decisión personal, sean capaces de hacerlo en asuntos que dependen de múltiples variables ajenas a ellos mismos. En todo caso síempre podrán resolver los problemas de algunos por la vía rápida, especialmente si se trata de amigos y el desbloqueo depende de alguien de los suyos. Es lo que, según la transcripción de las conversaciones telefónicas del caso Campeón, hace el ministro Blanco con su amigo Orozco tras preguntarle si el alcalde de Sant Boi “es de los suyos”. Y es que, tal como dice Orozco, “es bueno tener un amigo en el gobierno”; en caso contrario “es imposible, qué país”. Es nauseabundo que algunos, ocultando o minimizando todas estas miserias, hagan piña bajo el eslogan maniqueo “que ganen los nuestros”, que son los buenos, con la única intención de ganarse la confianza de la mayoría de ciudadanos que precisamente no tienen a nadie. Ni siquiera tienen, ni les dejan tener, los gobernantes que merecen.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

martes, 1 de noviembre de 2011

NIÑO RICO, NIÑA POBRE


            Al visionar el video conocido coloquialmente como “Niño rico, niña pobre”, me vinieron a la memoria mis vivencias infantiles en un cortijo andaluz, donde me crié. Por un instante pensé que se trataba de algún reportaje sobre la Historia de España –ya soy lo suficientemente mayor como para situar mi infancia como histórica-, pero al darme cuenta de que era un vídeo electoral socialista, supongo que para captar votos, quedé sorprendido. Me pareció, viendo las imágenes, que su objetivo era la defensa de la enseñanza pública -concertada o no- frente a la privada, privada, que no recibe dinero público, lo que sólo supondría un recorte de libertades para aquellos que, renunciando al servicio público de la educación, pueden y quieren pagarla por su cuenta aquí o en el extranjero. Así lo deduje al ver el comportamiento de ese niño repelente, inmensamente rico, acompañado de su sirvienta uniformada para asistir al colegio privado de élite, como a los que van los hijos de los multimillonarios y de algunos dirigentes socialistas. Pero ¿qué sentido electoral tenía el vídeo si este tipo de gente no suele votar PSOE? Es un error, me dije. Aunque con las frases finales del video despejé mis dudas. Se trata de hacer demagogia para intentar conseguir algún voto. En efecto, tras proclamar la obviedad de que sólo una enseñanza pública de calidad garantiza la igualdad de oportunidades, no sólo arremete contra la enseñanza privada, sino también contra la concertada que, en nuestro sistema educativo, es pública, para declararse finalmente como defensores de la calidad de la pública frente a la concertada -que confunden con la privada- ante un PP, empeñado en deteriorarla. Es decir, nada de nada sobre la calidad.
Es demagógico plantear la calidad de la enseñanza pública como una lucha entre centros públicos y concertados, salvo que se quiera cambiar el modelo de gestión educativa que tenemos. Pero, si es así, hay que plantearlo con toda valentía y no con engaños o verdades a medias. Nuestro sistema educativo público se gestiona, sin ser cuestionado por socialistas ni populares hasta ahora, mediante una red de centros de titularidad estatal y privada, éstos mediante un concierto. Ambos están sostenidos con fondos públicos y, por tanto, ambos forman parte de la enseñanza pública, la privada es otra cosa. Por tanto, si no se cambia dicho modelo de gestión, la calidad de la enseñanza pública es el objetivo a conseguir tanto en unos centros como en otros. Tan pernicioso es para la calidad de la enseñanza pública deteriorar los centros públicos como los concertados. Hay que hacer precisamente todo lo contrario. A ninguno de ellos asisten niños como el protagonista del vídeo, pues en los privados concertados, sufragados con fondos públicos, no se ve a este tipo de personajes, “raras avis” pertenecientes a un minoritario club social y económico, que nada tienen que ver con la totalidad de niños y niñas españoles –y españolas, vaya a ser que se me acuse de machista- como es el caso de la niña del vídeo asistiendo a su colegio público, concertado o no. Además, ninguno de ellos educa a las niñas para que de mayores ejerzan como cuidadoras o señoras encopetadas. Plantearlo así es insultar a los docentes, quienes, como trabajadores de uno u otro tipo de centro, sólo intentamos, no sin dificultades, impartir a nuestros alumnos una enseñanza desde la igualdad y la imparcialidad sin ningún tipo de discriminación que, inexorablemente, les condenaría a un destino indeseable.
Si se pretende apostar por un nuevo modelo de gestión educativa, dígase. Si se quiere anular los conciertos e iniciar un programa intenso de infraestructuras que acojan las plazas correspondientes, hágase. Pero lo inadmisible es que se juegue con la calidad de la enseñanza, cuyo deterioro obedece a múltiples factores, desde la demagogia y las inexactitudes, dibujando un panorama anacrónico e irreal que nada tiene que ver con la situación actual. Aquellos niños, hijos del señorito, que yo recordé al visionar el vídeo, hace mucho tiempo que no se ven; a mí, casi se me habían olvidado y, en todo caso, los que todavía existan no van a la educación concertada. Y aquellas niñas, mis amiguitas, hijas de los sirvientes y jornaleros, que ni siquiera iban a la escuela y estaban destinadas a servir al señorito, casi como su única salida laboral, tampoco existen hoy, ni sus madres se resignan, como sucede en el vídeo, a tal destino inevitable. La situación educativa actual, aún siendo susceptible de indiscutibles mejoras, en nada se parece a la de la España en blanco y negro de mi niñez, que se dibuja en el vídeo.
Siempre he defendido la enseñanza pública, educándome y educando a mis hijos y nietos en centros públicos y además trabajando en dichos centros como profesor. Ni siquiera se me ocurrió hacerlo en centros concertados, que también forman parte de la red pública educativa, aunque no tengo nada contra ellos. No sé si todos los dirigentes socialistas que promocionan el vídeo pueden decir lo mismo. Pero sé que demonizar a dichos centros con falsos iconos, típicos en todo caso de centros privados de élite, es indecente, máxime si el PSOE, cuando y donde gobierna, no los cuestiona. Sé que, de ser cierto que a sus alumnos les inculcan la mentalidad del perfil del niño repelente del vídeo, incurrirían en falta muy grave por no cuestionarlos, anulándoles el concierto. ¿Qué centro educativo ha inspirado a los creadores del vídeo? ¿Qué alumno concreto ha inspirado el modelo del protagonista? ¿Qué madre, el de la cuidadora? Espero que todo sea producto de la imaginación. La inmensa mayoría de los mortales no estamos acostumbrados a tratar estos ambientes ni con estos personajes. Si se trata de hechos reales el asunto sería aún más cuestionable.
                            Fdo. Jorge Cremades Sena