Tras el debate de
investidura cabe concluir que, como ya se sabía, el candidato Feijóo lo ha
perdido (178 noes, 172 síes), pues es la consecuencia lógica desde que el
bloquismo político populista se instaló en España con aquel famoso “no es no”
de Sánchez a Rajoy, y, por tanto el líder popular no será Presidente del
Gobierno, pero ha ganado sin lugar a dudas, pues son tantas las incongruencias,
incoherencias, mentiras o cambios de opinión, cinismos, contradicciones,
hipocresías y sinrazones instaladas en el bloque de Sánchez para dificultar la
alternancia política que al candidato popular le ha sido fácil durante el debate
retratarse a sí mismo y, sobre todo, retratar al resto de los políticos y
grupos parlamentarios. En efecto, para comenzar, el líder popular comparecía en
el Congreso señalado con críticas descalificadoras personales por parte del
bloque defensor del Gobierno Frankenstein en funciones con el PSOE de Sánchez a
la cabeza, que, de entrada, le negaba la legitimidad como candidato tras haber
ganado las elecciones, acusándole de hacer perder el tiempo por no contar
previamente con una mayoría parlamentaria suficiente para ser investido y
adjudicándole además falta de liderazgo en su propio partido. En definitiva,
cínicas descalificaciones fácilmente desmontables si comparamos, por ejemplo,
este intento de investidura fallido con la investidura fallida de Sánchez en
2019, que pone en evidencia la demagogia más hipócrita, el cinismo más
descarado y la incoherencia más reprobable. Vean si no: en aquella ocasión el
candidato Sánchez como ganador de las elecciones se presentaba con el apoyo de
123 diputados y era líder de un partido roto tras su propia desobediencia a los
órganos dirigentes del mismo, y nadie le cuestionó ya que era el pírrico vencedor
de los comicios, ahora Feijóo se presentaba con sus 137 diputados tras ganar
las elecciones y se le reprocha no tener mayoría absoluta y aceptar, como
Sánchez hizo en su día, el encargo del Rey para intentar formar Gobierno; en
aquella ocasión la investidura del candidato Sánchez obtenía en el Congreso 124
votos a favor (los suyos y uno más del PRC), y nadie le acusó de soledad, ahora
el candidato Feijóo obtiene 172 síes (los suyos más los 33 de Vox, uno de UPN y
otro de CC) y sí es acusado de soledad política absoluta y de elegir malos
compañeros de viaje. ¿Alguien puede explicar por qué Sánchez no hacía perder el
tiempo a nadie presentándose a la investidura fallida con 124 apoyos y Feijóo
sí hace perder el tiempo cuando se presenta con 172 apoyos (sólo a cuatro de la
mayoría absoluta), o por qué él no estaba sólo y aislado y el líder popular sí
lo está? Es obvio que no hay explicación alguna, salvo que estemos jugando al
más cutre cinismo populista, que sólo busca engañar a la ciudadanía para
conseguir apoyos como sea. Pero es que además, con idéntico cinismo, ahora se
descalifica al candidato popular por pactar con Vox a cambio de nada para
formar un gobierno monocolor, mientras se avala al candidato socialista para
que, buscando apoyos “hasta debajo de las piedras”, intente conformar un
gobierno de coalición multicolor (sólo en Sumar hay más de una docena de
partidos, a la greña entre ellos y contra el propio PSOE) a cambio de ceder a
todos los chantajes habidos y por haber por parte de los radicalismos del más
rancio nacionalismo secesionista, sea de izquierdas o de derechas y a la vez,
pues caben ambos en el mismo cesto. ¿Es esto razonable y democrático? ¿Alguien
puede explicar que se haga un cordón sanitario a Vox y no se le haga a Bildu,
que no condena los asesinatos de ETA, de donde procede, y homenajea a los
asesinos condenados? ¿Quién explica que, en todo caso, el cordón sanitario, si
es que ha de aplicarse, no se aplique a Junts, cuyo líder anda fugado de la
Justicia, o a ERC, cuyos dirigentes condenados por haber cometido graves
delitos contra el Estado de Derecho, alardean, como los de Junts, de que los
volverán a cometer a pesar de haber sido indultados por Sánchez? ¿Es higiene
democrática esta forma de actuar? Evidentemente no; y por eso, algo tendrá que
ver que el actual PSOE sanchista de aquellas elecciones de abril de 2019 haya
pasado de tener aquellos 123 diputados a los 121 obtenidos en los recientes comicios
del 23-J, mientras el PP ha pasado de los 66 escaños de entonces a los actuales
137 que tiene ahora….pero, ya ven, quien hace las cosas bien es Sánchez,
mientras Feijóo las hace rematadamente mal.
Es obvio pues que con estos
planteamientos Feijóo tenía bastante facilidad para, sabiéndose perdedor de la
investidura, sentirse ganador moral poniendo en evidencia a Sánchez con sus
socios de gobierno y sus apoyadores, quienes podían por muy poco vencer matemáticamente
pero no convencer políticamente, como así ha sido. Para desbaratar los
malintencionados rumores de su falta de liderazgo en el PP, Feijóo entraba en
el Congresos al frente de sus 137 diputados (el grupo mayoritario en la Cámara
Baja), muchos de sus senadores (en el Senado cuenta con amplia mayoría
absoluta) y en la tribuna le mostraban su apoyo casi todos los presidentes
autonómicos populares (el PP gobierna en la mayoría de las CCAA) y otros barones
territoriales. Y, una vez iniciado el debate de investidura, planteaba un largo
discurso dividido en dos partes: una parte para salir al paso de la
controvertida negociación de una amnistía a cambio de investir a Sánchez (así
lo anuncian públicamente los secesionistas y así lo confirma la Vicepresidenta
del Gobierno Yolanda Díaz acudiendo a Waterloo para reunirse con el prófugo
Puigdemont indecentemente) y para posicionarse obviamente contra dicha amnistía,
tal como defendía Sánchez en la campaña electoral y ahora calla, diciéndole al
líder socialista que “Puigdemont nos ha ofrecido lo mismo a PP y PSOE” pero yo
“no acepto pagar el precio que me piden” para ser Presidente, porque tengo “principios,
límites y palabra” y porque es la misma respuesta que habrían dado los
anteriores presidentes, tanto del PP como del PSOE, incluyendo incluso
seguramente a Zapatero, y para añadir que este debate parlamentario es el que
“retrata a quien antepone el interés general a la ambición personal y a quien
no lo hizo ni lo hará”; y la otra parte del discurso, para exponer su programa
electoral con el que se presenta a la investidura, con medidas, entre otras,
como “reforzar los instrumentos para proteger la dignidad del Estado”,
incorporar en el Código Penal “un delito de deslealtad institucional, como
ocurre en la mayoría de países de nuestro entorno”, recuperar el delito de
sedición e “incrementar penas por delitos de malversación” con el objetivo de
evitar “dejar sin efecto la Justicia en función de quien delinca”, dejando
claro, como aviso a navegantes, que “promover iniciativas anticonstitucionales
e inmorales, no reúne a ninguna mayoría de ciudadanos en España, es falso”.
Y cuando, tras el discurso del candidato,
debía comenzar el debate de investidura, Sánchez sorprende a propios y extraños,
pues había pactado en secreto con un diputado no relevante de su grupo, Oscar
Puente, que fuera él y no Sánchez ni nadie de la dirección del Grupo Socialista,
quien saliera en la réplica, no para responder a Feijóo sino para arremeter
contra él (ejemplo que después Yolanda Díaz imita cuando toca su turno) y con
ello despreciar el debate parlamentario de investidura, evitando así debatir
sobre la amnistía, mientras desde ERC, fuera del Congreso, se anunciaba que ya
sólo faltaba negociar aspectos “técnicos” de la Ley de Amnistía (supongo que
esos aspectos técnicos son los eufemismos adecuados para intentar camuflarla y
encajarla en la Constitución). Así las cosas, un sonriente Sánchez escuchaba a
su “vocero” Puente, ex alcalde de Valladolid, que siguió sus instrucciones más
que al pie de la letra, con un discurso insultante, barriobajero y chulesco y
con un tono de matón de poca monta, al que, obviamente Feijóo en la réplica no
entraba al trapo y simplemente lo calificaba de “club de la comedia”, mientras
afeaba a Sánchez su cobardía por no querer debatir con él simplemente porque es
incapaz de defender lo indefendible, es decir, su apoyo marrullero a una
“amnistía” que, como otras tantas cosas, había negado antes de las elecciones y
en la campaña electoral con el objetivo de obtener votos para ahora decir que
ha cambiado de opinión e imponerlas eso sí por vía “exprés” para no debatirlas
en el Parlamento. No obstante, a ese silencioso Sánchez obnubilado por
mantenerse en el poder a costa de lo que sea y obcecado en retratar la
“soledad” de Feijóo (la de él en el 19 era saludable por lo visto) y en
asegurar el frente contra el PP (no vaya a ser que si habla meta la pata y se
jorobe su pacto “aberrante” con el independentismo), Feijóo le dejaba claro
tras el show o farsa del fiel vocero Puente lo siguiente: “reclamo la vigencia
de la Constitución, la Transición es lo mejor que hemos hecho porque lo hicimos
juntos” y le recordaba que “la política no puede normalizar el engaño sistemático”,
que “España nunca debió llegar a este punto de decadencia moral” y que “no hay
democracia fuera de la Constitución”. Con ello la estrategia del encargo a
Puente de que “había que poner a Feijóo en su sitio y cornearlo”, pues “Sánchez
no puede soportar que Feijóo le humille”, hacía aguas por todas partes,
mientras el candidato le reprochaba al Presidente “me pedía seis debates en
campaña y ahora no es capaz de hacer el segundo” y éste mudaba su sonrisa por
una mueca de preocupación, que fue aumentando después con los enfrentamientos
dialecticos entre Feijóo y el resto de intervinientes, casi todos ellos socios
o apoyadores de Sánchez, quienes fueron desfilando tras intervenir Abascal que
reiteraba su apoyo a Feijóo a cambio de nada y cargaba duramente contra
Sánchez.
Feijóo ya se movía como pez en el
agua debatiendo con el resto de grupos a quienes reprochaba sus rencillas
internas y sus incoherencias políticas pactando con Sánchez asuntos antagónicos
ideológicamente que obviamente son inviables a la vez, mientras éstos, a pesar
del apoyo a Sánchez no dejaban de referirse a no pocas quejas sobre él,
mientras Puente sostenía, eufórico por su faena, que “el partido agradece que
alguien haya puesto pie en pared ante tanta falacia” cuando es Sánchez quien
por meros intereses personales ha metido al partido en esta incomprensible
falacia de pretender consolidar un gobierno de “izquierdas progresista” con el
apoyo, entre otros, de secesionistas totalitarios de derechas. Feijóo
acorralaba a Yolanda Díaz (bueno a quienes ella eligió para intervenir en
nombre de Sumar tras decidir seguir el ejemplo de Sánchez de no intervenir en
el debate) simplemente hurgando en la crisis interna de su grupo (Restar más
que Sumar, con su resultado electoral) tras silenciar ella a Podemos, que la
calificaba de autoritaria, y recordándole que hasta ahora nunca había ganado
nada, ni en Galicia ni ahora tras haber sido designada sucesora de Podemos, por
obra y gracia de Pablo Iglesias. El candidato además, agrupaba su réplica a ERC
y Junts, con el pretexto de que formaban dos grupos parlamentarios por mero
chantaje a Sánchez para apoyarle en la constitución de la Mesa del Congreso ya
que no lo habían ganado en las urnas, y ponía de relieve sus contradicciones en
políticas sociales o económicas, instando a los postconvergentes de Puigdemont
a que digan si apoyarán las propuestas de la izquierda más radical de ERC que
asuma el gobierno de “izquierdas y progresista” de Sánchez, o viceversa, pues semejante
antagonismo ideológico es inviable. Y Feijóo remataba su faena contestando
también a Bildu y PNV conjuntamente con el argumento de que no pensaba
contestar a los abertzales (él único grupo que, según él, sería merecedor del “cordón
sanitario”) pero que, tras la intervención del peneuvista Esteban entregándose
a Sánchez, sí lo hacía, para decirle que vetaba a Bildu y que “hay un votante
del PNV al que le provoca desazón que voten lo mismo que Bildu”, para preguntarle
si el PNV “va a seguir siendo el clínex de Sánchez” tal como había dicho el
líder peneuvista Ortuzar que los había tratado el Presidente, y para
reprocharle haberse entregado a pesar de todo al bloque de Sánchez junto a
partidos de extrema izquierda e independentistas cuando “el objetivo es
sustituir al PNV por EHBildu” en el País Vasco. Sin duda, Feijóo pierde la
investidura, pero, guste o no, gana políticamente, mientras Sánchez mete al
PSOE en un berenjenal morrocotudo, mayor que el actual, sin entender que, después
de él, el partido socialista debe proseguir su camino, pero, de momento, habrá
de hacerlo con la pesada e incómoda mochila de haberse entregado al más rancio
populismo, de izquierdas y de derechas, en el que cabe todo.
Fdo. Jorge Cremades Sena