sábado, 31 de diciembre de 2011

TRISTE REALIDAD


            Pasados los primeros momentos de felicitaciones, elogios y parabienes al nuevo gobierno de Rajoy, llega la hora de la verdad. Una cruda verdad, descarnada y cruel, consecuencia de la triste realidad por la que atraviesa España, gracias a una herencia paupérrima no sólo en el ámbito económico, sino también en el ámbito social, político e institucional. Una triste realidad que, frustración tras frustración, ha ido impregnando a una ciudadanía que, engañada y resignada, considera el paro como el primer problema (81%) y piensa que aún seguirá creciendo (57%), que los impuestos no se distribuyen de forma justa (85%) y son excesivos (58%), que hay mucho fraude (91%) y que la gestión económica es mala o muy mala (72%), así como la de empleo (67%), vivienda (62%) e inmigración (57%). En definitiva, un alto grado de pesimismo (71%) sobre la economía nacional que suponen empeorará en el futuro inmediato. Por si cupiera alguna duda a la esperanza, el flamante ministro Luis de Guindos, corroborando el pesimismo ciudadano, vaticina una probable recesión económica si en el primer trimestre del 2012 la economía decrece como en este último trimestre, en que, una vez más, las previsiones del gobierno de ZP han sido imprevisiones, evidenciando que lo malo aún puede ser peor. En este dramático contexto, si en 2011 se logra ajustar el deficit público al 6% del PIB, el compromiso ineludible con la UE de rebajarlo al 4´4% en 2012 supone, en roman paladino, un recorte de gasto de 16.500 millones de euros, aunque lo más probable es que dicho desfase se eleve este año hasta alrededor de un 8% -a causa de las CCAA y la SS- con lo que la cifra puede llegar hasta unos 40.000 millones.   
            Los españoles, cansados de oir permanentes cantos de sirena, han apostado por un nuevo gobierno que, con toda crudeza, exponga con trasparencia esta cruda realidad y actúe sobre ella con contundencia para modificarla, asumiendo “a priori” los ajustes o recortes que sean necesarios, siempre que no afecten a los servicios básicos que avalan la supervivencia de nuestro maltratado estado del bienestar. Pero este aval ciudadano a Rajoy puede tornarse pronto en una nueva frustración irreversible que puede llevar al PP al borde del abismo, como le ha sucedido al PSOE, poniendo en grave riesgo la estabilidad gubernamental y la convivencia pacífica en un futuro próximo. Si ZP achacaba todos los males a la crisis ocultando la incompetencia de su gobierno para afrontar los tiempos difíciles –aunque sus colaboradores hagan ahora autocrítica-, es inadmisible que Rajoy haga lo propio con la herencia recibida por muy deplorable que ésta sea. La mayoría absoluta otorgada para gobernar, tanto a nivel nacional como en la mayoría de las CCAA y entidades locales, supone un plus de responsabilidad para que, sin excusa alguna, afronte la difícil situación con valentía política, procurando que los costes de la crisis recaigan principalmente en quienes menos la sufren, sin menoscabo de que cada uno asuma la parte alicuota que le pueda corresponder. Hacer lo contrario sería un abuso de poder intolerable. Una majadería imperdonable.
Es un mal síntoma si, como al parecer, los recortes, para ahorrar unos 1.100 millones, se inician congelando en 2012 los salarios de los funcionarios –muchos de ellos mileuristas-, a los que ZP ya se los recortó en 2010 y se los congeló en 2011. Cuando el colectivo de Técnicos del Ministerio de Hacienda estima que la evasión fiscal de grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes empresas alcanzó los 42.711 millones en 2010, es un sarcasmo que los recortes comiencen machacando a los funcionarios, ya que simplemente reduciendo a la mitad dicho fraude se superaría con creces la cantidad inicialmente prevista para conseguir el objetivo de ajustar el deficit al 4´4 % y acabando con dicho fraude incluso se superaria la peor de las previsiones. Por ello, estando de acuerdo con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en que “no es justo hacer cargar sobre los más débiles los efectos de la crisis” y reconociendo que los funcionarios no están en dicho colectivo, queda claro que de sus declaraciones no se puede deducir que lo justo para ella sea cargar los efectos sobre los más fuertes. Es más, si además se congela el salario mínimo interprofesional, se puede concluir que la vicepresidenta sólo considera exentos de la carga a los que nada tienen, es decir, los parados y los indigentes, a los que obviamente nada se les puede pedir.
Cuando lo realmente urgente es hacer una serie de reformas estructurales para poner orden definitivamente en los verdaderos abusos económicos y administrativos (corrupción, fraude, duplicidad de gestión, contratación pública, subvenciones sin control e innecesarias, asesores y empleos públicos a dedo, empresas públicas y organismos autónomos,  publicidad institucional y televisiones públicas, inversiones improductivas, trasparencia y control del gasto, sueldos desorbitados, control de CCAA y Ayuntamientos, etc. etc.) que, en conjunto, dilapidan anualmente miles y miles de millones de euros, que pagamos entre todos, sin que sus responsables asuman responsabilidad alguna de tipo civil o penal, es incomprensible que un gobierno, que dice saber como sacarnos del atasco, inicie el camino poniendo los bueyes detrás del carro. Optar por lo más fácil para obtener lo mínimo frente a lo más difícil para obtener lo máximo es la peor de las soluciones en tiempos tan complicados. Habrá que estar atentos para ver quien paga los 15.400 millones que faltan o los 38.900, que es lo más probable. El gobierno, si se confirman los rumores, ya ha decidido quien paga los primeros 1.100 millones: sus propios trabajadores.
Fdo. Jorge Cremades Sena

lunes, 26 de diciembre de 2011

RIZAR EL RIZO


            La respuesta de Zapatero a la pregunta de Melchor Miralles acerca de su opinión sobre la conducta de Blanco al reunirse en una gasolinera con el empresario Dorribo, presunto corrupto, me deja estupefacto. En realidad, me deja estupefacto el conjunto de las respuestas de su última entrevista como presidente de gobierno, así como las manifestaciones de otros personajes. Cuando lo fácil, lo más normal, hubiese sido decir que no le parecía adecuado el lugar de la reunión elegido por Blanco y que, por tanto, desaprobaba el modo de proceder de su ministro, responde, rizando el rizo, que dichas conductas sólo son menos frecuentes. Se deduce, rizando el rizo como él, que los despachos ministeriales no son los lugares destinados a las audiencias de los ministros para despachar sus asuntos, sino que sólo son los más frecuentes. Por tanto, no caben alarmas ni sospechas. A Dorribo, tal como dice ZP, le han recibido otros gobernantes en sus despachos y, siendo obvio que quien quiera delinquir también puede hacerlo desde los mismos, para seguir rizando el rizo, se podría concluir la conveniencia de sugerir a Rajoy que convierta los despachos ministeriales en los lugares menos frecuentes para despachar los asuntos y viceversa. Generalizando las entrevistas ministeriales en las gasolineras, los polígonos industriales y otros lugares similares, conseguiría ahorro presupuestario y más trasparencia, pues, como dice el propio Blanco para justificar su conducta, la mayor privacidad está en su despacho. Conclusión, el lugar más adecuado si se quiere delinquir; por tanto, cualquier otro lugar debe ser menos sospechoso.
Y es que rizar el rizo -arte de hacer algo más difícil de lo necesario-, si se combina con salirse por la tangente, puede servir para distorsionar u ocultar una determinada realidad o acto concreto hasta convertirlo en virtual. Así, la polémica tramitación de la Ley Sinde se aparca en sede gubernamental simplemente para satisfacer los deseos ciudadanos manifestados en la red; el indulto al banquero Alfredo Saenz, condenado por el Supremo a prisión e inhabilitación, obedece exclusivamente a una tramitación normal de una petición entendida como razonable; la deuda española garantiza no estar al borde de la ruina porque es inferior a la media europea y su déficit un pelín mayor, mientras Francia y Alemania tienen más deuda; las duras medidas sociales de mayo de 2010 posibilitan que España se autofinancie gracias a la no dimisión del gobierno como gesto de mera responsabilidad; y la negación de las negociaciones con ETA tras el atentado de la T-4 no suponen mentir a los ciudadanos. . . Conclusión, un país zarandeado por la crisis universal, pero que goza de paz y estabilidad institucional gracias a gobernantes sinceros y asesinos no arrepentidos, pero que dejan de matar para hacer política tras una negociación trasparente; se autofinancia gracias a gobernantes responsables que no dimiten para gestionar bien los momentos difíciles; goza de solvencia económica al tener menos deuda que otros, se supone que por la buena gestión gubernamental del gasto; y tiene gobernantes benévolos con las ovejas descarriadas y receptivos a los deseos de sus ciudadanos.
            Con semejante balance no se entiende bien que se esté poniendo de moda en el Congreso la fórmula de acatar la Constitución “por imperativo legal”, salvo que sea para enfatizar el respeto a sus preceptos y la defensa de los mismos, ya que el simple juramento o promesa anterior no aclara las razones del acatamiento. Tampoco se entiende que ZP adelante las elecciones, salvo que, superados los tiempos difíciles, lo haga por generosidad para que otros gestionen los tiempos fáciles; ni que cinco millones de trabajadores estén en paro, salvo que, como dice Cayetano, vástago de la “arruinada” Casa de Alba, sean todos andaluces “sin ánimo de progresar”; ni que estemos en recesión, salvo que, como en época franquista, un contubernio judeo-masónico busque nuestra perdición; ni que se niegue el indulto a muchos condenados anónimos socialmente, salvo que ninguno sepa tramitar con normalidad su petición y por tanto no se pueda considerar como razonable; y, finalmente, ni que se desestime el deseo ciudadano para aparcar la tramitación de otras leyes tan polémicas como la Ley Sinde, salvo que ésta sea el ensayo para institucionalizar las redes sociales como el mejor modo de protesta ciudadana con el fin de evitar desórdenes y manifestaciones callejeras que perturban la convivencia pacífica.
Así, Rajoy lo va a tener muy fácil para que entendamos dichas salvedades. Seguramente lo que más le va a costar sea convencer a los cinco millones de parados para que tengan ánimo de prosperar y que, para ello, lo mejor es ocupar los cinco millones de puestos de trabajo vacantes. Lo demás es coser y cantar. Ya ven, el tema de los indultos, por ejemplo, sólo bastaría con tramitarlo con normalidad para obtenerlo y se evitan las suspicacias. Es cierto que hay otros asuntos que preocupan y explicaciones a los mismos que no se entienden, pero seguro que, como éstas, si se explican con claridad, se entenderán perfectamente. Eso sí, sólo en la realidad virtual creada rizando el rizo y saliéndose por la tangente. Lo real es otra cosa, que hay que gestionar y explicar de otra manera. ¿Lo hará Rajoy?.
                             Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 15 de diciembre de 2011

A LAS DURAS Y A LAS MADURAS


            Es de sentido común que la pertenencia voluntaria a cualquier asociación o alianza obliga a cada uno de sus miembros a someterse al interés general, que siempre debe prevalecer sobre los intereses particulares de cada uno de ellos. Lo contrario sería un contrasentido. O estás a las duras y a las maduras o te vas. Lamentablemente algunos gobernantes de los estados-miembros de la UE no suelen estar a la altura de las circunstancias al aplicar en cada momento este principio básico de funcionamiento. Prefieren las medias tintas, poniendo en grave riesgo la propia existencia de la UE y convirtiendo en una entelequia su destino final. Cierto que sus raíces están ancladas sólo en bases económicas –necesidad acuciante de la postguerra mundial-, pero su evolución posterior, así como la del resto del mundo, excede hoy ampliamente dicho ámbito, aunque algunos de sus miembros, fundadores o no, quieran mantener dichas bases como único motor de su desarrollo futuro. Olvidan que la mayoría de países europeos, por sí mismos, carecen de la suficiente entidad –territorial, demográfica y productiva- para protagonizar el futuro en un mundo, hoy globalizado y fuertemente competitivo, donde sólo la unidad, y su correspondiente fortaleza, les puede garantizar, no sin dificultades, el protagonismo global adquirido y el estado del bienestar que disfrutan sus pueblos. Pero dicha unidad, que no sólo ha de ser económica, exige una serie de compromisos ineludibles para consolidar una verdadera gobernanza europea, ágil y eficaz, imprescindible incluso aunque sólo sea para tratar asuntos económicos. La actual crisis del euro lo pone, una vez más, en evidencia.
            Un gobierno sin la capacidad efectiva de gobernar; un parlamento, sin la de legislar; y una justicia, sin la de juzgar, no sirven absolutamente para nada. Es más, suponen una excesiva carga burocrático-política, pagada por todos los contribuyentes, para, en el mejor de los casos, emitir una serie de resoluciones y directivas que, sin ningún tipo de control eficaz, cada estado-miembro –es decir, su respectivo gobernante de turno- puede saltarse a la torera. O se apuesta decididamente por la consolidación de unos Estados Federales de Europa o, simplemente, por unos acuerdos económicos multilaterales que, en todo caso, resultarían mucho más baratos. Cualquiera de las dos opciones no hubiera producido este caos del euro, que, tarde y mal, se pretende enmendar “in extremis”, dejando grandes incertidumbres futuras que, inevitablemente, ponen sobre el tapete el dilema de apostar definitivamente por una de las dos opciones. Urge optar por el europeísmo o el no europeísmo, lo inaceptable es el euroescepticismo que, en definitiva, sólo busca estar a las maduras pero no a las duras. El bloqueo por parte del inglés Cámeron a este nuevo tratado de la UE sobre disciplina presupuestaria en la zona euro -a la que, curiosamente, no pertenece- si no se incluía un protocolo para exonerar a su país de algunas normas sobre regulación de servicios financieros, obligando a los países de la eurozona a reducirlo a un mero pacto intergubernamental –al que se han sumado los demás países, excepto el Reino Unido-, es el mejor de los ejemplos, que no el único, de lo que no debe volver a suceder. Evidencia que la coexistencia con carácter definitivo de varias monedas, atenta contra la unión monetaria; la unanimidad en la toma de decisiones, contra la democracia; los protocolos excluyentes, contra la confianza, la igualdad y la reciprocidad. Y así no es posible seguir construyendo una Europa unida con credibilidad suficiente en el resto del mundo.
Aunque el nuevo pacto intergubernamental, del que se autoexcluye el Reino Unido, es positivo para el control financiero y del déficit público de la eurozona, sólo supone un pequeño avance sobre lo mucho que queda por hacer -en el terreno político, social y económico- para conseguir una verdadera UE en la que sus miembros, a cambio de cesión de soberanía, queden protegidos como tales sin necesidad de estar, como ahora, a expensas de los intereses de sus socios más poderosos, sin menoscabo del papel más o menos protagonista que cada uno tenga dentro de la Unión. Ni el egoísmo de Cámeron, excluyéndose de la solución global para proteger los intereses financieros de la City londinense, ni el pacto coyuntural de conveniencia Merkel-Sarkozy, buscando una solución momentánea para proteger especialmente los intereses de los bancos alemanes y franceses son admisibles, aunque, coyunturalmente, consiga sacar al euro de su estado agónico. Ni cada estado-miembro puede hacer lo que le venga en gana, ni tampoco puede estar a expensas de lo que quieran acordar por conveniencia propia determinados socios aunque ello suponga un cierto alivio global. Ni locomotoras, ni vagones descarrilados o a remolque, sometidos a determinadas velocidades. Esa no puede ser la solución definitiva. El futuro sólo puede ser halagüeño si las relaciones entre unos y otros socios se basan definitivamente en la solidaridad y la confianza recíprocas para crear un marco en el que todos salgan beneficiados recíprocamente y no, como sucede ahora, en una suma de intereses particulares que, en cualquier momento, pueden ser antagónicos, haciendo inviable el proyecto o retrasando “sine die” su consolidación. Quien no esté dispuesto a recorrer el camino lo que debe hacer es abandonar el tren en vez de seguir en él poniéndo obstáculos en las vías. Si no lo hace “motu proprio” lo más ecertado sería invitarle a que lo haga de una vez por todas.
                            Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 1 de diciembre de 2011

MÁS DE LO MISMO


            He de reconocer mi sintonía con la diagnosis que algunos dirigentes socialistas valencianos, como Luna o Alarte, hacen sobre la grave enfermedad que sufre el PSOE y, muy especialmente, el PSPV. Coincide a grandes rasgos con las que han hecho otros en cada una de las recaídas sufridas en anteriores elecciones aunque, en esta ocasión, ante la gravedad de los síntomas, se expongan con más crudeza. No hacerlo así supondría dejar morir al enfermo por inanición. Sin embargo, no basta con el diagnóstico para curar la enfermedad; se requiere además un tratamiento adecuado que, al menos, consiga los primeros síntomas de mejoría, pues, ante dolencia tan crónica, no existen los milagros. Si, desde hace tiempo, el “qué” está bastante claro, lo que hay que aclarar ahora es el “cómo y el quién”, y es obvio que, en ambos supuestos, no puede recetarse más de lo mismo como en ocasiones anteriores. Pero tengo la sensación de que, tan ilustres dirigentes, ofreciéndose de nuevo para el enésimo sacrificio de seguir gobernando el partido, no acaban de entender que, precisamente, quienes han sido los principales causantes de la enfermedad, difícilmente pueden ser los sanadores de la misma. Carecen de la credibilidad necesaria para hacerlo. Rubalcaba bien lo sabe.
Que Angel Luna, a estas alturas, descubra que “el PSOE se ha convertido en una máquina de selección de cargos”, que padece “endogamia y un aislamiento notable de la sociedad” y un grave problema de “funcionamiento interno”, es, al menos, sorprendente, pues, como dirigente que es, debiera haberlo descubierto antes y, sobre todo, poner los medios para que ello no sucediera. Seguro que algunos se lo habrán dicho alguna vez. Sin ir más lejos, yo mismo -siendo coordinador del grupo parlamentario socialista y él secretario general de Alicante-, ante sus declaraciones públicas criticando a algunos parlamentarios, aunque a mí directamente no (Ver hemeroteca de la época, enero de 1996), ya le advertí que con sus criterios “en vez de mejorar vamos a peor y así lo vienen aclarando los resultados electorales”, pero si además era Secretario General “la cosa es mucho más grave todavía”. Era enero de 1996, se iban a celebrar elecciones generales. Lo hice por carta (Ver  entrada de este blog “A la deriva”), que conservo, y concluía “solamente deseo que al menos reconozcas públicamente los errores de tus últimas declaraciones, para evitar que lo tenga que hacer yo, pues al menos siempre defenderé mi dedicación a lo largo de tantos años a este partido y jamás fui indisciplinado con sus órganos de dirección. Mi conciencia está tranquila y no voy a permitir que ni siquiera tú pongas en entredicho mi entrega a las tareas encomendadas, aunque tú jamás, como responsable del partido, jamás me hayas encomendado ninguna”. No tuve respuesta, Luna no rectificó públicamente, yo preferí guardar silencio para no perjudicar al partido. Perdimos las elecciones. Poco después abandoné la militancia hasta hoy. Es seguramente el destino de otros muchos militantes ante el ahora reconocido problema de funcionamiento interno. Compañeros que, como yo, saben que se está muy bien trabajando en tu oficio sin necesidad de hacerlo para quienes con la “máquina” quieren vivir del presupuesto, ejerciendo cargos políticos hasta su jubilación.
¡Claro que hay que cambiar prácticas! ¿Me lo van a decir a mí? ¡Claro que la solución está en los militantes! El problema es si les dejan hacerlo. Y para ello lo más decente es que, ante una pésima gestión de credibilidad, perfecta como “máquina de selección de cargos”, quienes los ostentan gracias a dicha metodología, los pongan a disposición del partido, es decir, de todos los militantes, para que ellos, desde la más absoluta libertad y sin ninguna coacción, elijan el nuevo proyecto y a quíenes han de liderarlo. Es sintomático que Luna no se pronuncie entre Rubalcaba y Chacón; sí, apoyando a Alarte; no, con Ana Barceló; y, con Leire Pajín, simplemente diga que ella sabrá lo que tiene que hacer. ¿No lideraban todos ellos el mismo proyecto hasta el 20-N? Y es que, como dice Alarte, dimitir no es la solución, ni reducirlo a una pelea por quién se queda con uno u otro sillón, lo que me sugiere que lo mejor sería convencer a Zapatero para que no deje el suyo, evitando así la anunciada pelea entre Rubalcaba y Chacón. Aquí ya está claro: si él no dimite no habrá ninguna lid, sólo se hablará de “proyectos, de ideas, de sumar gente y comportarnos con responsabilidad”; también, que apoyará a Rubalcaba, según algunos, el de mayor inteligencia del resto de los mortales. Así ha sido presentado en la campaña, como un verdadero salvador, aunque a Alarte, como a mí, le cause miedo y desconfianza quien se autoproclama, que no es el caso, como la solución, considerándolo peligroso. A mí, sin embargo, me causan más miedo que el que se autoproclama, quienes lo proclaman como tal, pues a éstos nunca se les ve venir y, sin ellos, el primero no sería nada.
Coincido con Luna en la evolución del partido socialista hasta convertirse en una máquina de selección de cargos. Yo, hace tiempo, lo definí como “una confederación de empresas de trabajo temporal” (Ver artículo “El espectáculo del PSPV-PSOE”, Diario Información, 15-7-1999) cuando, a pesar de todo, aún quedaban muchos puestos de trabajo que ofrecer por las distintas “familias” que lo conformaban. Lo grave, si alguien no lo remedia, es que por este camino del “más de lo mismo”, incluso, muy pronto puede dejar de ser ambas cosas. La crisis, ya se sabe, ha hecho estragos, aunque, obviamente, sus efectos siempre afectarán menos a los grandes empresarios, los pequeños y los trabajadores seguirán siendo los verdaderos perjudicados. Mientras queden algunos se puede aguantar.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena