Como
era de esperar ha finalizado el trigésimo octavo congreso del PSOE sin pena ni
gloria. Después de un par de semanas recaudando votos a lo largo y ancho de
toda España, Rubalcaba y Chacón han llevado a Sevilla sus respectivas recaudaciones
para hacer el recuento definitivo y comprobar quién ha obtenido mejor rédito
por tan arduo esfuerzo. Nada nuevo a debatir. Se trataba de dar continuidad al
proyecto político zapaterista, que ha fracasado estrepitosamente, pero con un
nuevo liderazgo a elegir entre dos de sus más genuinos representantes. Los
únicos alicientes, elegir entre hombre o mujer, entre madurez o juventud, entre
zapaterismo adulterado o puro y entre fracaso a nivel nacional o sólo a nivel
catalán. Ya ven, un atractivo elenco de propuestas de cara a un futuro
esperanzador. Una gran incógnita, la indecisión de unas decenas de delegados
para respaldar a uno u otra, pues el piñon fijo del resto, casi nueve centenas
de delegados, ya traían las orejeras puestas y se repartían casi mitad por
mitad antes de comenzar el evento. Al final, el decantamiento a última hora de
unos cuantos indecisos a favor del candidato oficial, nombrado a dedo en su día
por ZP y, como tal, apoyado hasta el último instante por gran parte de su
aparato, da una pírrica victoria a Rubalcaba, que se alza con el liderazgo de
una organización partida en dos por cuestiones personales pero unificada en la
nadería política, ideológica y programática de los últimos años. Todo un éxito
sin lugar a dudas. En todo caso, hay que reconocer que los delegados, obligados
a elegir entre lo malo y lo peor, han acertado al apostar por lo primero. Lo
bueno, óptimo o, al menos, lo deseable, no estaba en juego; ni se lo habían
planteado.
Rubalcaba
-perdedor en todas las batallas, pero siempre triunfador en la guerra- ha
salido victorioso en esta reyerta familiar, causando demasiados dannificados
entre quienes, hasta hace bien poco, compartían con él idéntico proyecto, lo
que, de entrada, le diferencia del manido “talante” de su exjefe ZP que, en su
momento, le acogió en su genuino proyecto, a pesar de haber jugado en su
contra. Ahora, como heredero advenedizo del zapaterismo, en su nueva versión
rubalcabista, no cabe ninguno de los herederos naturales si han osado
disputarle la herencia. Sólo quienes han apostado sin fisuras por el nuevo jefe
tienen cabida para pilotarlo. No cabe duda, es el mayor de sus aciertos.
Rubalcaba, el más listo de la clase, sabe por pura experiencia personal que es
nefasto dar protagonismo a quienes, aunque sólo sea por razones personales,
juegan en contra del vencedor y no quiere cobrar en el futuro con la misma
moneda con la que él ha pagado a quienes le acogieron tan generosamente para
ser protagonista del proyecto al que se oponía. Nefasto para el líder, que
ahora es él, y nefasto para el proyecto, que ahora es el suyo. Aplicando la
táctica de quien gana, lo gana todo y quien pierde lo pierde todo, quedan fuera
de la dirección los opositores, contrincantes o enemigos, quienes, si quieren
plantear en el futuro una alternativa real, habrán de hacerlo desde fuera, con
una actitud crítica, leal y trasparente. Evita así el mercadeo de la
proporcionalidad, que sólo sirve para que unos cuantos listos, por razón de su
cuota, sólo busquen su acomodo personal sin más y, una vez instalados, para
mantenerse, se presten a un falso silencio y a una burda obediencia que salta
por los aires cuando el jefe sufre claros indicios de debilidad o deterioro.
Entretanto, la falsa unanimidad y la inanición; al final, la lucha personal sin
ninguna motivación ideológica o programática creíble. Si ZP hubiese aplicado
con Rubalcaba la táctica que éste aplica ahora con sus contrincantes, otro
gallo cantaría, pues si hoy el proyecto de Rubalcaba o de cualquier otro
dirigente hubiese triunfado frente al de Chacón que, obviamente, representaría
la continuidad del zapaterismo decadente, gozaría de credibilidad ciudadana, y,
en caso contrario, el PSOE gozaría al menos del crédito suficiente para afrontar
la travesía del desierto en la oposición como un partido vivo capaz de
regenerarse en el futuro. Si se sigue aplicando la táctica de Rubalcaba, es posible
que, en caso de fracaso, su futura sucesión sea menos decepcionante que la de
ZP y genere mayores esperanzas.
No
obstante, ni todo empieza ni acaba con este congreso sin pena ni gloria. Los
próximos congresos de las distintas federaciones tienen la última palabra para
cerrar el círculo. Basta saber si la táctica de Rubalcaba será aplicada por los
barones territoriales, acostumbrados a mantener sus inestables liderazgos por
la vía del mercadeo para lograr ejecutivas con el mayor apoyo posible,
aceptando en ellas a sus enemigos personales. ¿Serán capaces de entender que la
excepción de Rubalcaba con Griñán obedece sólo a razones electorales?
Probablemente no. ¿Acaso no ganó Rubalcaba casi treinta puntos más de apoyo y
se vanaglorió por haber cumplido su compromiso de “unidad”? Este es su error y
la contradicción de su táctica. Seguramente para conseguir la unidad es por lo
que en algunas federaciones ya están todos los jefes, jefecillos y jefezuelos
con las espadas en alto movilizando a sus gentes para la contienda. Habrá que
esperar para saber si el cerramiento del círculo pasa con más pena que gloria.
En eso estamos.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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