martes, 3 de abril de 2012

SISTEMA INSOSTENIBLE


SISTEMA INSOSTENIBLE
            La gravísima crisis económico-financiera, que nos atenaza, ha reabierto, entre otros, el debate de la propia estructura del Estado Español, en el que, como en los demás, se enfrentan posturas irreconciliables, en este caso, centralismo y federalismo, con el fin de poner remedio al Estado de las Autonomías, un sistema meridianamente insostenible si sigue por la senda actual. En definitiva, un interesante debate que, despojado de demagogias de unos y de otros, debiera finiquitar la insostenibilidad de un estado a la deriva, el español, que, aquejado de un federalismo imperfecto, lo conforman diecisiete “estados” centralistas, las CCAA, reproduciendo cada una de ellas en su territorio las estructuras político-administrativas del llamado “estado central” al que tachan de centralismo por no satisfacer infinitamente sus voracidades competenciales hasta dejarlo sin ninguna competencia y, por ello, le culpan de sus respectivos males. Un disparate estructural y organizativo, rechazado, según las encuestas, por una mayoría de españoles, hartos de sufragar con sus impuestos su carísima inviabilidad y su constatada ineficacia. Conviene pues reformar el sistema desde la racionalidad y la verdad, sin previos prejuicios que, al final, generan más frustración en la ciudadanía. Sin embargo, como en otros tantos asuntos, algunos personajes prefieren afrontarlo desde la ceremonia de la confusión con el único objetivo de defender intereses espúrios.
            De entrada conviene aclarar que centralismo y federalismo sólo son dos modelos distintos de organización estatal que “per se” ni suman ni restan un ápice de democracia o libertad a las sociedades que se organizan de una u otra forma. Es falso, como algunos pretenden, identificar centralismo con “fachas” y federalismo con “progres”; Francia y Alemania son claros ejemplos para ratificarlo. Que un estado sea centralista o federalista obedece estrictamente a la experiencia histórica de las comunidades humanas que así se han organizado para asegurarse en ambos casos una mejor defensa del interés común, de la redistribución de la riqueza y de la prestación de los servicios públicos. Cuestión distinta es que, en el caso español, el centralismo sí esté asociado a un largo periodo dictatorial, mientras que el Estado de las Autonomías, que ha instalado el federalismo en la estructura del Estado, lo esté al màs largo periodo democrático, lo que, por mera experiencia histórica, invalida de momento un debate entre centralismo o federalismo. El verdadero debate, actualmente, es entre federalismo o Estado de las Autonomías, que, no obstante, de cerrarse en falso, sí puede alimentar en el futuro una apuesta por un centralismo estatal desde la libertad, al estilo francés, o acabar en un traumático fracaso federalista, al estilo balcánico. El problema real es que el sistema autonómico español, claramente federalista en su estructura, no delimita clara y definitivamente –tal como hacen los estados federales consolidados- las atribuciones estatales-federales y las de las instituciones territoriales, dejando tan básico asunto a una permanente discusión que lo hace inviable. Es necesario pues delimitar claramente dichas atribuciones, lo que requiere conocer otras experiencias federativas de éxito, no para copiarlas, sino para entender los límites que garantizan su viabilidad como estado.
            En efecto, aunque los estados federales consolidados no son comparables, porque cada uno tiene condiciones diferentes (de carácter social, cultural, económico, histórico, etc), sí comparten en líneas generales determinados principios. Entre ellos, la prevalencia de fuerzas centrípetas, que no centrífugas como sucede en España, para imprimir un carácter vertebrador a todo el estado y garantizar su viabilidad, bien a través de un poder legislativo común –caso de EEUU- o de una clara diferenciación funcional entre el poder central y el periférico –caso alemán-, donde en el Band residen las funciones legislativas y en el Land y los municipios las administrativas, dejando a los landers una cierta participación en el legislativo a través del Bundesrat (Consejo Federal,  que representa a los estados federados a través de representantes nombrados por sus respectivos gobiernos) sólo para lo que afecta a dichos estados. Es decir, el gobierno y el parlamento federal se garantizan el derecho a definir lo que las administraciones de los estados federados han de ejecutar, pues cualquier modelo federalista no puede ni debe renunciar a las competencias esenciales del Estado en su ámbito federal, entre otras, las de legislar (o la prevalencia legislativa si hay conflicto), la política exterior, la de defensa y la de interior, así como los servicios básicos, garantes de la igualdad de derechos y deberes a todos los ciudadanos en materias fundamentales (sanidad, educación, sistema fiscal y tributario…), amén de la inadmisión de partidos políticos soberanistas que no buscan la vertebración estatal sino la independencia de un determinado territorio, propiciando la desintegración del propio estado. En España, no sólo se legalizan dichos proyectos, sino que además se les prima electoralmente para que con menos apoyos consigan mayor representatividad y fuerza en la defensa de sus objetivos soberanistas. Un suicidio estatal inadmisible en cualquier estado que, centralista o federal, penalizaría democráticamente los atentados a su unidad nacional o las ofensas a sus instituciones y símbolos de identidad, no sólo por cuestiones patrióticas, sino por mera supervivencia. Así pues, si se trata de profundizar en el federalismo, habrá que tener muy en cuenta estas cuestiones; de lo contrario seguiremos hablando de otra cosa que nada tiene que ver con el estado federal, sino, más bien, con la consolidación de miniestados centralistas que buscan su oportunidad para hacerse definitivamente independientes. Es esencial que para salir de la grave crisis que padecemos, comencemos por resolver nuestra propia crisis de identidad como españoles. ¿Estamos dispuestos a hacerlo? Si es así, es básico entender que un estado, centralista o federal, sólo es viable si sus ciudadanos arriman el hombro unos con otros, pero jamás unos contra otros, que es lo que aquí está sucediendo.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena

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