Sin
entrar en la guerra de cifras, se preveía una Diada multitudinaria e histórica.
Y así ha sido. El pueblo español, incluido el catalán, tiene suficientes
motivos para salir a la calle manifestando su malestar por el precio que está
pagando por la crisis, mientras que los gobernantes, que la han provocado,
saben que, en tales circunstancias, es fácil eludir sus responsabilidades
desviando la atención con nuevos objetivos utópicos que les permitan ocultar el
fracaso de su gestión. El nacionalismo insaciable ya está agotado -¿qué más
competencias puede exigirle al Estado?- y su catastrófica gestión es evidente
–ruina económica a cambio de esplendor identitario y boato-, por lo que sólo le
queda la opción del independentismo para que los dannificados por su caduco
proyecto tengan nuevas esperanzas en un nuevo maná prometido y mantengan su
apoyo a los creadores de semejante infierno, convertidos ahora en profetas de
nuevos paraísos probablemente perdidos. Así, los nacionalistas de CiU y gran
parte del PSC-PSOE –únicos responsables de toda la gestión autonómica catalana
desde su creación, incluido el tripartito- se quitan la careta poniéndose al frente
de una manifestación bajo el slogan “Calalunya, nuevo estado de Europa”, que
convierten en exitosa, sin que ninguno de sus votantes les haya autorizado
jamás con sus votos en ninguna de las elecciones celebradas, incluida la
última, que, como siempre, redujo la opción independentista a una minoría
repartida entre ERC, ICV, EUiA y SI, que, al menos, mantienen la coherencia con
sus minoritarios votantes. Esta deriva de CiU y PSC-PSOE es la que convierte en
multitudinaria e histórica la celebración de esta Diada independentista, pues,
siendo formaciones políticas con grandes responsabilidades en la construcción
del actual Estado Español, por vez primera enseñan su verdadero rostro optando
sin tapujos por la aventura independentista, haciéndolo además en el momento
más crítico y vulnerable, con una España casi arruinada en la que Cataluña, con
un rating de solvencia de “bono basura”, acaba de solicitar un rescate de más
de 5.000 millones de euros, urgiendo un adelanto para poder pagar las próximas
nóminas de la administración autonómica. Siendo bastante benevolente, esta
deriva antidemocrática supone una grave y peligrosa irresponsabilidad, preñada
de deslealtades, incoherencias y falsedades.
Pero,
si en 1977, al iniciarse los primeros trabajos de la Ponencia redactora del
anteproyecto de Constitución, los partidos integrantes contaban, sólo en el
ámbito catalán, con más del 90% de los votos emitidos en las elecciones
constituyentes; si entre los siete ponentes, llamados después “padres de la
Constitución”, figuraba incluso el Sr. Roca representando a CiU; y, si una
amplia mayoría del pueblo español, incluido el catalán, refrendó dicha
Constitución, es incuestionable la activa participación de los catalanes,
incluidos los nacionalistas, en la formación de nuestro actual Estado que, por decisión
libre de los españoles, incluidos los catalanes, establece la soberanía en el
pueblo español y no en ninguno de los que conforman España, quienes carecen de
legitimidad democrática para decidir unilateralmente independizarse. Decir que
Cataluña es agredida por el Estado Español, en cuya creación han participado
tan activamente los catalanes, es, como mínimo, una indecencia; equiparar
España y Catalunya en plano de igualdad es una falsedad, pues Cataluña, además
de por razones históricas remotas, en la actualidad, forma parte de España, del
Estado Español, por decisión libre de los propios catalanes y del resto de
españoles, y jamás son comparables las partes con el todo. No hay problemas
reales entre España y Cataluña pues los problemas catalanes son inevitablemente
españoles. Pero, si CiU ha sido capaz de hacer creer a sus votantes que a inicios del XVIII la Guerra de Sucesión al
trono español –del que Cataluña ya formaba parte por decisión propia, dentro de
la Corona de Aragón desde hacía más de doscientos años- era una guerra de
ocupación para crear el falso victimismo que origina su ideología, ahora,
trescientos años después de aquella fecha y saturado su proyecto nacionalista,
no extraña que pretenda sobrevivir otros tantos años más pasándose a posturas
independentistas siempre minoritarias. Que haga lo propio el PSC-PSOE es
incluso más preocupante pues la Historia avala las terribles consecuencias de
proyectos que fusionan la ideología nacionalista y socialista.
Así,
ante tanta irracionalidad y tanta mentira, es difícil hacer entender no sólo la
inviabilidad del proyecto independentista unilateral en un marco democrático,
pacífico y libre, sino también las consecuencias que, en caso de lograrlo, se
derivarían. Tan difícil como hacer entender que España no es culpable de que el
Sr. Mas prefiera cerrar hospitales antes que cerrar innecesarias embajadas y
televisiones. Es prioritario seguir fomentando la identidad a sanar a los
identificados. Los nacionalistas jamás son culpables de nada, siempre hay
culpables ajenos. Aún recuerdo como Franco y su nacionalcatolicismo culpaba a
toda la Europa democrática y al mundo mundial de todos nuestros males. ¿A
quiénes culparían los nacionalistas catalanes con una hipotética independencia?
Tengo en la retina la imagen de la quema de banderas de España, Francia y la UE
durante la celebración de la Diada. De momento, según los nacionalindependentistas
catalanes, sólo sabemos quiénes son los culpables de la situación deplorable
que sufre Cataluña actualmente. Ellos, desde luego, no.
Fdo. Jorge Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario, gracias