lunes, 29 de abril de 2013

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR


                        Ante la disyuntiva planteada por César Vilar en su artículo “La modélica transición o el cuento de nunca acabar”, publicado en INFORMACIÓN como respuesta a mi artículo “Reforma o ruptura, un falso dilema”, voy a quedarme con “el cuento de nunca acabar”, ya que con la “modélica transición”, desarrollada y refrendada por la inmensa mayoría de españoles, excepto por los grupúsculos de extrema izquierda y extrema derecha, que preferían resolver el asunto a tiro limpio, ya se quedó el pueblo al dejar de ser súbdito para convertirse en ciudadano y, como tal, soberano para decidir su futuro desde la paz y la libertad. No lo digo yo, lo avalan los hechos, entre ellos, que cualquiera, incluidos los liberticidas, como en los demás países democráticos, pueda exponer, defender y propagar libremente sus ideas, siempre que lo haga, como en los demás países democráticos, sin recurrir a la violencia y dentro de la legalidad establecida. Seguramente, el problema es que, como en el resto de países democráticos, cada proyecto maravilloso, cada idea genial, necesita conseguir el respaldo mayoritario ciudadano para que sus promotores consigan el gobierno y puedan plasmarlo como parte de dicha legalidad. ¿Qué le vamos a hacer? Poco más se puede añadir. Me quedo por tanto con el “cuento de nunca acabar” de que en España no hay democracia, a la vista está, por culpa de esa especie de pecado original de los españoles al haber consensuado la liquidación del franquismo en vez de resolverlo… ¿Cómo? ¿Mediante la violencia? Es el mismo cuento que, siempre inconcluso, aplican para todo quienes, incapaces de consolidar un proyecto mayoritario y, por tanto, viable para abordar con solvencia los problemas reales, se limitan a deslegitimar el respaldado por la mayoría, incluso si son responsables subsidiarios o cooperadores necesarios por su condición de minoritarios, cuando dicha mayoría no es la suficiente para hacerlo viable.
            Lamento que César Vilar, absorto en sus cuentos de nunca acabar, no entienda el mensaje de mi citado artículo. Seguramente la culpa es mía. Por ello le hago el siguiente resumen: “Hay solución a la grave situación actual, menor que la de la transición, si se afrontan importantes reformas, comenzando por exigir el cumplimiento de la legalidad y priorizando las que más incidan en la crisis; lo mejor es afrontarlas con grandes apoyos o consensos, como entonces, rechazando la intransigencia rupturista que hoy, en un estado de derecho, como es el caso, ni siquiera tiene sentido -salvo en quienes niegan nuestra democracia a pesar de su evidencia-, pues la ruptura conduciría inevitablemente a un sistema totalitario”. El resto del artículo es una relación de hechos contrastables para avalar el mensaje. ¿Acaso las constituciones españolas, excepto la vigente, no las hicieron unos españoles contra otros? ¿Acaso la violencia de unos y otros no ha sido la constante para finiquitar los proyectos políticos y, a su vez, la excusa para intentar legitimarlo? ¿Acaso la violencia no genera más violencia? Si el señor Vilar no manifiesta con claridad con cuál de estas cuestiones está en desacuerdo, ni explica racionalmente el motivo, ni expone la solución alternativa y se limita a expresar lo pésimos que son tanto el PP como el PSOE, omitiendo que IU colabora con el primero en Extremadura y gobierna con el segundo en Andalucía o en el tripartito catalán en su día, estamos ante el cuento de nunca acabar de que el malo es el vecino y yo siempre soy el bueno aunque, si es necesario, le ayude a consolidar sus maldades.
            No sé por qué el señor Vilar me incluye, junto a Griñán, en una “campaña” de “dirigentes del PSOE”, que no soy, con la “voluntad de maquillar las consecuencias inmediatas de la feroz crisis económica”. Es el cuento de nunca acabar, consistente en adjudicar intencionalidades perversas al contrario en vez de rebatir sus actos con razonamientos concretos. Yo, que no me atrevería a decir cuál es la voluntad de Vilar ni la de los dirigentes de IU, quiero imaginar que buena, le invito a que repase mis artículos criticando duramente al gobierno PSOE-IU de Andalucía, especialmente en el tema de los EREs fraudulentos que tanto criticó en campaña electoral IU y el PP. Tampoco sé por qué me acusa, junto a Griñán, de inmovilismo cuando planteo la necesidad de profundas reformas, que no rupturas, ya que afortunadamente hoy lo permite nuestro marco legal que él tanto repudia; ni por qué achaca a la ya lejana transición los actuales males de la sociedad en vez de achacarlo al mal funcionamiento de las instituciones en las que también IU participa de forma activa; ni por qué atribuye a la URSS, junto al sindicalismo combativo europeo, los méritos del tímido desarrollo de los derechos sociales y económicos recogidos en nuestra Constitución. Ni siquiera entiendo que no entienda que cada periodo histórico es la consecuencia directa del anterior, de la capacidad que tuvieron para resolver los problemas o no de forma pacífica, que es lo que yo argumento en mi artículo, y me salga recordando la ayuda de nazis y fascistas –supongo que en la guerra civil- para derribar la República, omitiendo las luchas entre anarquistas, comunistas y socialistas que tanto tuvieron que ver en el descontrol de la paz social previa y, durante la contienda, en la derrota bélica a pesar de la ayuda de las brigadas internacionales. ¿Se hubiera evitado todo esto, producto de la intransigencia, con un mayoritario consenso republicano? Esa es la cuestión, señor Vilar. Si yo hubiera estado allí lo hubiera intentado, como hice luego en la transición. ¿Usted qué hubiera hecho? Piense antes de responder, pues consensuar, supone encontrar espacios de entendimiento pacífico, lo que requiere renuncias por parte de todos, especialmente de quienes tienen menos apoyo social. Lo contrario es el cuento de nunca acabar, el de los buenos y los malos. ¿En qué bando está usted, señor Vilar? Yo, por si le interesa, en ninguno. No creo en los cuentos desde hace muchos años. Dejé de creer en ellos cuando, siendo muy joven, sentí que no era libre, mientras que otros jóvenes de países vecinos sí lo eran. Desde entonces luché para que mis hijos y nietos no sientan jamás lo que sentí yo. Si usted se siente así ahora, lo lamento de veras. Mi trabajo, sirvió de poco.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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