El
Pleno del Tribunal Constitucional, sometido a graves presiones por parte del
Ejecutivo, se pronuncia y acuerda suspender de forma urgente la chapucera
tramitación parlamentaria de las dos enmiendas por las que Sánchez pretendía modificar
el sistema de elección de magistrados del Alto Tribunal y que el PP, haciendo
uso de su derecho constitucional, recurría al entender que el avance de dicha
tramitación parlamentaria causaba un daño de difícil reparación a los derechos
de los legisladores (en este caso a los legisladores populares), por lo que
invocaban el art. 23 de la Carta Magna, donde se recoge el derecho a la
participación política de los ciudadanos a través de sus representantes.
Decisión del TC inédita tras haber sido aprobadas dichas enmiendas en el
Congreso en el marco de la proposición de ley para derogar el delito de
sedición y que, en todo caso, sólo afecta a las dos enmiendas que, aprovechando
que el Pisuerga pasa por Valladolid, añadió el PSOE a la derogación de la sedición
para reformar por esta vía el sistema de elección de magistrados al TC, que ha
imperado desde siempre en el CGPJ, y además para, ya de paso, eliminar también
la potestad del Constitucional de examinar a sus candidatos, cuando el PP había
pedido tumbarlas por no tener ninguna relación con la sedición, alegando en su
recurso de amparo que se trataba de modificaciones de calado que se adoptan por
la vía de la urgencia y sin escuchar a los órganos consultivos. Por tanto el
TC, que es un órgano constitucional independiente de los demás órganos
constitucionales y que no forma parte del Poder Judicial, ha hecho lo que tenía
que hacer como intérprete supremo de la Constitución Española y como garante de
que se actúa conforme a la misma; en este caso decir que por la puerta trasera vía
enmiendas no se pueden imponer modificaciones de calado como es la modificación
del sistema de elección de sus magistrados o la eliminación de su potestad de
examinar a sus candidatos, cuando Sánchez, si eso es lo que quiere, puede y
debe hacerlo ajustándose estrictamente a la legalidad. Por tanto, el TC, contra
lo que se está vendiendo, no paraliza absolutamente nada ni interrumpe el
trabajo del Legislativo, pues la reforma de la sedición y la malversación, que
es el meollo de la cuestión, como no podía ser de otra forma, sigue adelante
con su trámite parlamentario en el Senado (cuestión distinta es la conveniencia
política o no de modificar en este sentido el Código Penal suavizando de forma
flagrante las penas por semejantes repugnantes delitos) y sólo quedan sin
vigencia las dos enmiendas recurridas. Ante tan lógica decisión del TC,
Sánchez, rebajando su tono de amenaza precedente contra los “jueces
conservadores”, llama a la “serenidad” y, mientras Bruselas respalda al TC y
reitera al Gobierno que no puede actuar unilateralmente, prepara con sus
aliados otro atajo para esquivar el varapalo del Alto Tribunal y Feijóo reclama
a Moncloa que se aleje de sus socios y vuelva al Constitucionalismo, cuando su
socio gubernamental, UPodemos, amaga incluso con que se incumpla la sentencia
del TC y sus socios de investidura ponen el grito en el cielo por la osadía del
Alto Tribunal de suspender el plan judicial de Sánchez, quien, adicto a las
medidas exprés, ya se dispone a habilitar el Congreso en enero para que se
tramite una proposición de ley, por vía de urgencia, con las enmiendas rechazadas
por el Constitucional y conseguir así los objetivos pretendidos en las mismas,
como es el control del Alto Tribunal por parte del Ejecutivo, que, obviamente,
habrá de hacerse ajustándose a la legalidad y no mediante estos atajos
inconstitucionales.
Dicho
lo anterior, es lamentable que no se aproveche esta crisis institucional para
resolver en España un asunto de envergadura y calado como es la excesiva
dependencia política del Poder Judicial que nos sitúa, junto a Polonia, a la
cabeza de la más deplorable separación de poderes, con una ley que obliga al
consenso entre los dos partidos mayoritarios para renovar la cúpula del CGPJ,
que, aunque ha venido funcionando a lo largo de todo este tiempo democrático,
ha dejado de funcionar desde que el PSOE de Sánchez decidiera gobernar con
radicales y secesionistas, contrarios a lo que llaman “régimen del 78”, lo que
ha valido de excusa al PP para obstaculizar dicho consenso pretendiendo imponer
más duras condiciones y haciendo imposible la renovación del Poder Judicial,
madre de todos los problemas actuales, y que también ha servido de argumento al
Gobierno para justificar su intento de desbloquear el asunto mediante estos
atajos legislativos indeseables y precarios cuando el calado del asunto debiera
desembocar, por el bien de todos, en un acuerdo muy mayoritario en el Congreso
de los Diputados para, como sostiene la UE, que las interferencias en el Poder
Judicial sean las mínimas y los propios jueces, como sucede en el resto de
Europa, sean protagonistas de la elección de sus órganos de Gobierno, evitando,
como sucede ahora, esa dependencia de quienes les nombran que nos ha llevado a
la patética división de la judicatura entre “jueces progresistas y
conservadores” quienes parecen actuar más por razones políticas que jurídicas
en el ámbito de sus competencias. ¿Estamos dispuestos a que como en la mayoría
de los países europeos no sean los políticos sino los jueces quienes tengan más
influencia en la designación de los miembros de los órganos del Poder Judicial
equivalentes a los nuestros? Lamentablemente parece ser que no estamos
dispuestos a ello, pues nuestros políticos están más interesados en la refriega
que en la solución de los problemas…..y así nos va. Seguiremos pues en una
España que, junto a Polonia, es el único país en que el Parlamento interviene
de forma directa en el nombramiento del CGPJ….y si, para colmo, Gobierno y
Oposición prefieren utilizar la Justicia como arma arrojadiza electoral o
instrumento subjetivo para avalar sus decisiones, la división de poderes
en nuestro país será una mera utopía. Y
para arreglarlo, con el Congreso y el Senado como encargados de elegir a los
veinte vocales del CGPJ, eso sí, con la exigencia de una mayoría cualificada de
tres quintos (es decir, con el sí de 210 diputados y 159 senadores), Sánchez,
para tenerlo más fácil (hoy él, y mañana quién sabe), pretende que desde ahora
se requiera simplemente una mayoría absoluta (es decir, 176 diputados y 133
senadores)….En fin, el TC le ha venido a decir que, al menos, si pretende esto,
lo haga dentro de la más estricta legalidad y no vía enmiendas u otros recursos
excepcionales.
Así
las cosas y en plena resaca por la sentencia del TC nuestros representantes
políticos no tienen reparos en tirarse los trastos a la cabeza mientras el
común de los mortales y quienes tienen un mínimo sentido común, no pueden
entender que, en caso de una mayoría progresista en el TC (ahora hay una
mayoría conservadora de seis a cinco) la
decisión del Tribunal hubiera sido la contraria…. ¿esa es la objetividad
requerida por los tribunales? ¿acaso la misma ley tiene tantas caras como
ideologías de los miembros del tribunal que han de aplicarla? ¿se nos está
diciendo que en caso de una diferente composición del TC los diputados
recurrentes no hubieran sido atendidos en sus peticiones o lo hubiesen sido en
distinto sentido?..... En fin, sin más comentarios; el descrédito de la
Justicia está servido y el de la división de poderes por los suelos.
La
triste realidad es que nuestros políticos siguen a la suya y a lo suyo,
mientras con sus declaraciones y decisiones deslegitiman las instituciones que
les interesan deslegitimar en cada momento. El PSOE, haciendo suyo el discurso
de Podemos contra los jueces, habla de golpe de Estado con “togas” y “atropello
democrático”, ve el TC deslegitimado y considera su decisión como “abuso
inaudito” y Sánchez dice a Feijóo en el Senado que “su única aportación ha sido
enmudecer a las Cortes”, mientras UPodemos, socio gubernamental de Sánchez, va
más allá y amaga incluso con desobedecer la decisión del TC; el PP pide a
Moncloa “desinflamar”, Feijóo dice que irá hasta “donde haga falta” para acabar
con esta “pesadilla política” y cree que Sánchez no puede seguir su “asalto” a
la Justicia salvo que choque con la UE, añadiendo “pido al Presidente Sánchez
que renuncie a modificar el Código Penal a toda prisa” e instando a Sánchez en
el Senado a que deje de legislar al “dictado de sus socios” pidiéndole que
recapacite y vuelva a la Constitución; Batet y Gil, presidentes respectivos del
Congreso y del Senado, acatan la suspensión del plan de Sánchez pero alertan de
sus consecuencias; y Moncloa habla de “gravedad máxima” y censura la “mayoría
exigua” (como si el Gobierno disfrutara de una mayoría cualificada para
gobernar), evita la autocrítica y activa el “plan B” en el Congreso con medidas
“conforme a ley” diciendo “adoptaremos las medidas necesarias para poner fin a
este injustificable bloqueo”, mientras Bruselas respalda al TC y recuerda que
“las reformas de calado requieren consultas previas”. De momento es el colofón
de un espectáculo peligroso que jamás debiera haberse representado.
Entretanto
España y los países del sur logran que la UE apruebe el tope del gas,
alumbrando los 27 un tope de 180 euros tras meses de bloqueo, cuando España se
dispone a pedir a la UE 84.000 millones en créditos a tipos bajos con una
carencia de diez años que supondrán más deuda, mientras el Banco de España
avisa de una inflación disparada hasta 2025 y de que la Economía tardará aún
otro año más en recuperar el nivel de PIB prepandemia y mientras que el 5% de
los niños no puede comer carne en España, segundo país de la UE en pobreza
infantil.
Por
otro lado, otro asunto preocupante ya que las rebajas de condena por la ley del
“sólo sí es sí” de Montero superan ya el centenar, con lo que más de cien
agresores sexuales se han visto beneficiados por la aplicación de la citada ley,
mientras seis mujeres mueren asesinadas en España a manos de sus parejas en
solo veinte días…….¿estaremos haciendo algo mal?, seguramente sí.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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