sábado, 26 de diciembre de 2015

DISCURSO NAVIDEÑO DEL REY



                        Mal asunto cuando el Rey, como Jefe de Estado, en su tradicional discurso de Navidad, solicita de nuestros políticos comportamientos responsables y defiende principios puramente democráticos, acordes con los que cualquier otro Jefe de Estado defendería para su propio país, y una buena parte de los dirigentes políticos no lo entiende. Cierto que, de entrada, PP, PSOE y Ciudadanos, con más o menos entusiasmo, ensalzan las palabras de “unidad y consenso” de Felipe VI, pero cierto también que Artur Mas y su nueva marca electoral DyL, que sustituye a CiU, además de IU, Podemos y otras formaciones nacionalistas, no hacen lo propio sino que rechazan los mensajes del Jefe de Estado. Por tanto, habría que exigirles en qué discrepan con el Monarca cuando, en términos generales, reclama “una política de diálogo y compromiso”, “serenidad y confianza en la unidad de España” o “responsabilidad” a los políticos por la estabilidad de España; cuando reivindica que “tenemos muchas razones para poder afirmar que ser y sentirse español es un orgullo muy legítimo”; cuando destaca que “la pluralidad política expresada en las urnas debe tener como fin a través del diálogo resolver los problemas de los ciudadanos”; cuando reitera un “mensaje de confianza en la unidad y continuidad de España, un mensaje en defensa de nuestra Constitución”; o cuando recuerda que “la ruptura de la Ley sólo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia”. Por pura lógica, discrepar de semejantes asuntos supondría entender que hay que avalar políticas de disenso, de desconfianza en la unidad del Estado, de irresponsabilidad en favor de la estabilidad, que no hay razones ni es legítimo estar orgulloso de sentirse español tras cientos de años de historia en común, que la pluralidad política en las urnas no es para resolver los problemas ciudadanos mediante el diálogo, que el mensaje válido es no defender la Constitución o negar que en la historia de España cuando no se ha respetado la Ley siempre nos ha conducido a la decadencia. En fin, despropósitos todos ellos que generarían el rechazo no ya de una u otra opción política, sino de cualquier persona medianamente sensata.
            Pero es más, si a este rechazo verbal a los sensatos y democráticos mensajes del Rey se añaden actuaciones confusas en quienes verbalmente al menos los apoyan, el asunto puede ser incluso más grave todavía. Nadie puede entender que PP y PSOE mantengan distancias tras el mensaje real. Nadie puede entender que Sánchez se avenga a dialogar con Podemos y otras fuerzas nacionalistas con el objetivo de conformar un Gobierno, aunque, presionado por los barones socialistas e intentando contener la rebelión de los líderes regionales, diga, al menos, públicamente “no cederé ante Podemos sobre la unidad territorial de España”, exigiendo garantías de que su pacto de Gobierno no incluirá un referéndum ilegal de autodeterminación. ¡Sólo faltaba que firmara un pacto añadiendo semejante ilegalidad! No extraña pues que, al margen de la ideología que cada uno tenga, desde el PP exijan al líder socialista “altura de miras”, que ni siquiera se resuelve con el intento de Susana Díaz y los barones de consensuar un documento con las “líneas rojas” para los pactos, que debieran estar más que claras, por más que Podemos hiciera un cínico esfuerzo de renuncia a algunos de sus más que rechazables postulados antidemocráticos que ha ido ofertando desde que apareciera como fuerza política. Y no extraña que desde la dirección de Podemos, comprometida con Ada Colau, que, tras su ascenso electoral, ya rivaliza con Pablo Iglesias, vean difícil un acuerdo con los socialistas, cuando acaba de sumarse a los independentistas, quienes rechazan “la indecente lección democrática”, mientras que Susana Díaz, con buen criterio, advierte a Sánchez de que Iglesias “no quiere a España y sí eliminar al PSOE”, obviedad que todo el mundo ve menos el líder socialista obcecado, como sucediera en las elecciones locales y autonómicas, en compensar su imagen de absoluto fracaso electoral con cotas de poder personal inmediato aunque suponga un suicidio progresivo para el partido y un desastre para los intereses generales de los ciudadanos que acaban de pronunciarse en las urnas.
            En cuanto a otros asuntos cabe destacar que la crisis económica acentúa la desigualdad entre las CCAA, notándose el desequilibrio máximo en Asturias, que triplicó la caída del PIB respecto a Madrid durante la recesión; que las mujeres licenciadas logran empleo de peor calidad que los hombres; que cien líderes de la CUP piden “generosidad” para votar a Artur Mas; y que Manuela Carmena y una ONG montan una cena de Nochebuena en la sede municipal de Madrid, un banquete para doscientos “sin techo” en Cibeles…. ¡cómo si con ello se resolviera su problema!
            Y en el exterior, China prepara su primera y polémica ley contra el terrorismo, por lo que Pekín estrechará el control sobre los medios e internet.
Jorge Cremades Sena

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