El
manifiesto deterioro de la calidad de la Educación y de la Sanidad Pública o la
incierta encrucijada de la viabilidad de las pensiones son síntomas, sin duda,
de la debilidad y fragilidad del llamado Estado de Bienestar que predomina en
Europa. ¿Está en crisis esta idea revolucionaria socialdemócrata que buscaba la
protección del trabajador junto a una economía estable? Ese es el quid de la
cuestión y, visto lo visto, la respuesta es preocupante. En efecto, al margen
de los distintos modelos de Estado de Bienestar que existen en Europa (nórdico,
continental, anglosajón y mediterráneo), cada uno con sus peculiaridades por
las distintas circunstancias socioeconómicas de los diferentes países para
consolidarlo (la homogeneidad sería imposible por razones obvias), lo cierto es
que Europa en su conjunto, aunque en unos países más que en otros, se discute
hoy cómo jubilar a sus ciudadanos, cómo garantizar una Sanidad y una Educación
Pública universal de calidad, además de cómo proteger el desempleo, tan distinto
entre los diferentes países en términos cuantitativos y cualitativos, o los
servicios sociales, el acceso a la cultura entre otros servicios públicos que
hacen más digno al ciudadanos. Su máximo objetivo es reducir las diferencias
entre ricos y pobres que es la mejor forma de crear mayores oportunidades de
riqueza, cultura, educación y salud para todos, lo que, vista la experiencia
histórica, supone integrar tanto el sector público como el privado para ser lo
más eficientes posible y tener éxito; en definitiva, un modelo mixto para
aprovechar lo mejor del socialismo y del capitalismo, evitando las
consecuencias perversas de sendos modelos, paradigmáticos de ruina económica y
social, de abusos sociales, de totalitarismo, de populismo y de ausencia de
libertades allá donde se han aplicado. Pero evidentemente el Estado de
Bienestar no es infinito y, para ser viable, debe ajustarse a la realidad
económica de cada país, cuya gestión ha de ser eficaz para generar la riqueza
necesaria y poder distribuirla lo mejor y más equitativamente posible, pues, en
caso contrario, como sucede con los regímenes populistas radicales, sólo permite
repartir pobreza y malestar generalizado. Es obvio pues que la base del Estado
de Bienestar pasa por una economía saneada y equilibrada, creadora de riqueza y
con un balance lo más ajustado posible entre ingresos y gastos, pues, en caso
contrario, gastando más de lo que se ingresa como norma general, sólo puede
ser, en el mejor de los casos, pan para hoy y hambre para mañana, y sólo
gobiernos responsables, moderados y no despilfarradores, pueden garantizar que
esto no pase. Sin embargo, no parece que esta sea la tónica de algunos
gobiernos europeos, pues la proliferación creciente de populismos indeseados,
sean de izquierdas o de derechas, doblega la tendencia de los partidos
moderados, garantes del Estado de Bienestar, para inclinarla hacia modelos
radicales de corte socialista o capitalista, ambos contrarios al modelo de
Estado de Bienestar.
En
España concretamente con la clase media baja cada vez más baja acrecentando el
abismo entre ricos y pobres, con la mitad de zonas negras de empleo juvenil de
toda Europa y una tasa de desempleo de menores de 25 años del 29´3% y con una
creciente población pasiva subsidiada bien por envejecimiento o falta de empleo
y recursos, lo que requiere cada vez mayor gasto, frente a unas menores
expectativas laborales productivas para mantenerlo en el futuro, el panorama es
nada halagüeño, pues vamos en dirección contraria a lo que requiere el Estado
de Bienestar. Y todo ello agravado por un gobierno de coalición que no logra
salir de su permanente crisis ideológica y de gestión en pleno año electoral
cuando para enderezar la situación se requiere un gobierno estable, en vez de
un gobierno malavenido y más pendiente de lograr su supervivencia que de
gestionar con eficacia los recursos del Estado, lo que le obliga a estar
mirándose el ombligo para ver en cada decisión quien sale menos perjudicado a
nivel interno, como sucede, entre otras, con la patética polémica sobre el “sí
es sí” y las consecuencias electorales que pueda tener junto a las indeseables
reformas penales sobre la sedición y la malversación, adoptadas únicamente con
el objetivo de satisfacer a los secesionistas catalanes, sus aliados,
previamente indultados por el Gobierno. Un Gobierno que, condicionado por sus
radicales socios y aliados, se apunta a las tesis más populistas y arremete
contra el sector privado, creador de riqueza e imprescindible para el Estado
del Bienestar, pues es precisamente la integración del sector público y privado
lo que avala su razón de ser, en vez de la cínica división de la sociedad entre
buenos y malos: yo soy el bueno y tú el malo.
A
todo esto cabe añadir la propia estructura territorial del Estado Español pues,
cuando se supone que las CCAA, que son parte del Estado, y el propio Gobierno del
Estado son complementarias para lograr una mejor gestión de los recursos
disponibles y una mejor aplicación de los servicios públicos, al margen de las
ideologías que tengan sus gobernantes, unos y otros se enzarzan en una
irresponsable guerra político-demagógica como demuestran, entre otras, las
marchas por la Sanidad Pública, uno de los pilares del Estado de Bienestar,
deteriorada desde el covid en todas las Autonomías y, por tanto, en toda España.
Marchas por el descontento que se dan en todas las CCAA (Galicia, Andalucía,
Comunidad Valenciana…..) pero que en Madrid se han convertido en masivas
manifestaciones no ya para reivindicar una mejor calidad de la Sanidad Pública,
sino para hacer una denuncia pública contra Ayuso, la presidente de la
Comunidad de Madrid, a la que llegan a acusar de “terrorista sanitaria”
desvirtuando con ello el objetivo de una saludable reivindicación pública para
paliar el manifiesto deterioro de los servicios sanitarios generalizados en
toda España puesto de manifiesto tras la pandemia de covid. Así las cosas la
Sanidad, como la Educación, las pensiones y otros servicios sociales se
convierten en meros reclamos electorales en vez de en asuntos de Estado, que
entre todos han de mejorar de cara al sostenimiento del cada vez más
deteriorado Estado de Bienestar y, al efecto, Sánchez, como Jefe de Gobierno,
manifiesta cínicamente que “el modelo del PP es que se cure quien pueda”,
mientras Feijóo, como jefe de la oposición, manifiesta que lo que falta son
médicos, lo que depende del Ministerio. Ya ven, entre unos y otros la casa sin
barrer, culpándose entre ellos cuando unos y otros son responsables del fiasco
ya que tienen responsabilidades compartidas y cuando en todas las CCAA,
responsables de la gestión, cuecen habas con sus respectivas privatizaciones y
conciertos entre lo público y lo privado, entendiendo que si el servicio es
deficiente, por las razones que sean, lo importante es que el ciudadano reciba
la atención sanitaria más adecuada de forma gratuita al margen de quién se la
preste….. El Estado de Bienestar precisamente requiere esa colaboración entre
lo público y lo privado, lo contrario es caminar hacia otros modelos que nada tienen
que ver con ello.
Pero
es que en España hay que añadir además que no sólo está en cierto riesgo el
futuro del Estado de Bienestar sino el del propio Estado de Derecho diseñado en
la Constitución a causa de las cesiones del Gobierno a sus aliados totalitarios
secesionistas que cada vez dejan más desamparado al propio Estado de Derecho,
tal como ha dejado claro el Tribunal Supremo, cada vez más puesto en entredicho
por los socios del Ejecutivo cuyo modelo es otro. En efecto, el Tribunal
Supremo, acaba de certificar la desprotección del Estado fallando por
unanimidad mantener la inhabilitación, hasta 2031, de Junqueras, el líder de
ERC, por malversación (¡menos mal!) pero advirtiendo de que la reforma penal de
Sánchez (a la carta para satisfacer a sus socios secesionistas) deja sin
castigo alguno los procesos
secesionistas no violentos, con lo que un supuesto “procés”, como el del 1-O,
quedaría totalmente impune en el futuro, alertando de que suprimir la sedición
permite otro intento de secesión sin “consecuencias penales”. El Supremo lo
deja bien claro y no castiga por “desórdenes” en el “procés”, que es otra cosa,
evitando aplicar el delito ideado por el Gobierno de Coalición de Sánchez como
sustituto del eliminado delito de sedición, pues sin este delito o uno similar,
como sucede en otros países, un nuevo desafío al Estado, que es de lo que se
trata y no de meros desórdenes públicos, por agravados que sean, quedaría fuera
del alcance penal. Así las cosas, el Supremo frustra de alguna manera los
planes del Gobierno al inhabilitar a Junqueras, lo que pone a ERC de los
nervios, y junto al fiasco del “sí es sí” trastoca el plan de Sánchez, pues la
decisión del Alto Tribunal de mantener las penas por malversación del 1-O y la
crisis con Podemos embarran la hoja de ruta del Presidente en pleno año
electoral……y mientras sus socios y aliados (Podemos, ERC y Bildu) impiden que
se adelante el debate sobre el “sólo sí es sí” al rechazar tramitarlo por vía
de urgencia, haciéndolo coincidir con el 8-M para arrinconar al PSOE, Feijóo
ofrece los votos del PP para reformar la chapucera ley de Irene Montero, que es
de todo el Gobierno y de sus aliados que la votaron, y también los ofrece para
reponer el delito de sedición tras el “ridículo jurídico” que estamos viviendo.
¿Está
en riesgo el futuro del Estado de Bienestar en España o incluso el del propio
Estado de Derecho? Esta es la cuestión. La respuesta no es fácil todavía pero,
si seguimos por el camino que hemos tomado, salvo que rectifiquemos lo antes
posible, nos estamos aproximando a ello cada vez más….y luego, cuando ya sea
tarde, vendrán las lamentaciones.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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