jueves, 8 de marzo de 2012

NADIE ES CULPABLE


            El bochornoso espectáculo que tanto el gobierno como la oposición, así como los dirigentes autonómicos, están protagonizando por el déficit público del conjunto de las administraciones públicas en 2011, requiere que los ciudadanos sepan los datos concretos y objetivos para identificar, sin demagogias, a los culpables o responsables de tan pésima gestión. Según Montoro nadie es culpable, sólo hay que hablar de responsables, que, según él, es España, aunque matiza que no era él quien estaba en el gobierno. Rubalcaba, sintiéndose aludido, contesta que Montoro lo que tiene que hacer es buscar soluciones y no culpables, recordando que, en todo caso, él salió del gobierno en julio, antes de que estallara la crisis de deuda. Ambos se quitan las pulgas de encima y ninguno quiere entrar en el fondo de la cuestión. Los dirigentes de las CCAA, generadoras de la mayor desviación del déficit, culpan al gobierno central porque les debe vaya usted a saber qué. Es decir, entre todos la mataron y ella sola se murió.
            En efecto, de una previsión global del 6% para el conjunto de administraciones públicas la desviación al alza ha sido el 2´51%, desglosada de la siguiente forma: la administración central el 0´30, las CCAA el 1´64, las entidades locales el 0´08 y la Seguridad Social el 0´49. Es obvio que la mayor desviación está en las CCAA, pero, al hacerlo de forma dispar, cada una de ellas tiene distinto grado de responsabilidad. Mientras Madrid con el 1´13% es la única que está por debajo del 1´30% previsto para las mismas y Castilla-La Mancha con el 7´30% es la que más lo rebasa, el resto lo hace de la siguiente forma: Galicia, 1´61; Canarias, 1´78; Navarra, 1´89; Rioja, 1´97; País Vasco, 2´16; Castilla-León, 2´35; Aragón, 2´78; Andalucía, 3´22; Comunidad Valenciana y Asturias, 3´64; Cantabria, 3´72; Baleares, 4´00; Cataluña, 4´04; Murcia, 4´33; Extremadura, 4´59. Todas, excepto Madrid, rebasan el límite del 1´30 -impuesto por el Gobierno y la UE- exagerada e irresponsablemente -en especial Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia y Cataluña, que rebasan el 4%- y sólo Galicia, Canarias, Navarra y Rioja lo hacen de forma moderada, más o menos aceptable, al no rebasar el 2%.
            Esta dinámica de endeudamiento de las CCAA, que no ha parado de crecer desde 1995 y se ha disparado desde 2008, es uno de los principales problemas que hoy tienen las finanzas en España. En términos absolutos las comunidades con más población son las más endeudadas, ya que obtienen mayores ingresos y, por ende, mayor capacidad de endeudamiento. Así, entre Cataluña, con 39.268 millones de deuda, C. Valenciana con 20.469 y Madrid con 15.191, acumulan el 55´4% del total de la deuda autonómica, seguidas por Andalucía con 13.738. El resto de comunidades se mueven entre los 6.971 millones de Galicia y los 933 de La Rioja. Pero el endeudamiento objetivo requiere tener en cuenta la distinta riqueza de cada territorio, analizándolo según la ratio deuda-PIB, es decir, dividiendo la deuda de cada CA por su PIB, para saber el nivel real de saneamiento financiero de cada una de ellas. Si además se compara con los datos de 2008 -inicio del salto cualitativo del endeudamiento- se calcula la progresión de cada CA al respecto. En 2008 la media española era del 6´6% de su PIB, pasando a finales de 2011 al 12´6%, es decir, un 6% más. La evolución de cada CA ha sido: Madrid, del 5´5 al 7´9, un 2´4% más; País Vasco, del 1´5 al 7´9, 6´4% más; Canarias, del 4´4 al 8´2, 3´8% más; Asturias, del 3´2 al 8´8, 5´6% más; Castilla-León, del 4´5 al 8´8, 4´3% más; Andalucía, del 5´4 al 9´5, 4´1% más; Cantabria, del 3´7 al 9´7, 6% más; Murcia, del 2´7 al 10, 7´3% más; Aragón, del 4´5 al 10´3, 5´8% más; Extremadura, del 5 al 11, 6% más; Navarra, del 4´7 al 11´1, 6´4% más; Rioja, del 4´9 al 11´8, 6´9% más; Galicia, del 7 al 12´4, 5´4% más; Baleares, del 8´9 al 16´8, 7´9% más; Castilla-La Mancha, del 7 al 18´3, 11´3% más; Cataluña, del 9´7 al 19´7, 10% más; y Comunidad Valenciana, del 12´3 al 19´9, 7´6% más. Por tanto, Madrid y País Vasco son las menos endeudadas o mejor saneadas financieramente, seguidas por Canarias, Asturias y Castilla-León; la más endeudada y peor saneada es la C. Valenciana, seguida por Cataluña, Castilla-La Mancha y Baleares. Las de progresión más positiva son Madrid, Canarias y Andalucía; las de más negativa son Castilla-La Mancha, Cataluña y Baleares.  
            Según estos datos, sí hay culpables o responsables, unos más que otros, pero, como se ve, nada tiene que ver con su respectivo color político, y, aún menos, con que, casi todos, quieran descargar toda la culpa en el gobierno central, que sólo la tiene a medias. Las verdaderas causas, al margen de las irresponsabilidades personales de cada uno, hay que buscarlas, entre otras, en no partir de déficit cero, sino de barra libre desde 2004; en la caótica estructura del estado español, pues las CCAA son parte del mismo y no deben seguir compitiendo sólo por su bienestar territorial; en las refinanciaciones y financiaciones extras que, concedidas por el gobierno central por coincidencia ideológica con el autonómico o por necesidad de apoyos parlamentarios, generan tratos discriminatorios; en la ausencia de mecanismos eficaces de control; en las duplicidades competenciales… En definitiva, en la inviabilidad de un sistema caro, inoperante, injusto y suicida, consistente en dinamitar desde las CCAA al Estado del que forman parte, caso insólito incluso en estados federales. Por ello, si no se afronta la verdadera causa, es difícil identificar a los culpables, que, en todo caso, son la consecuencia inevitable de las estructuras perversas que hemos puesto en sus manos. Así las cosas, lo más fácil es identificar a las víctima que han de pagar tal desaguisado, el pueblo español, sabiendo incluso que, sólo con los recortes, su esfuerzo conseguirá a lo sumo algo de pan para hoy y hambre para mañana. El más grave de los recortes ha sido el que se ha hecho en el mapa de España. A las pruebas me remito.
         Fdo. Jorge Cremades Sena

viernes, 2 de marzo de 2012

VIVIR EN TIEMPOS REVUELTOS


            Tras varios años de calma casi sepulcral, en los que, al final, todas las variables económicas nos conducían inexorablemente al abismo, toca ahora vivir en tiempos revueltos. Y es que el nuevo gobierno de Rajoy, recién llegado, ha decidido exponer crudamente la caótica situación y tomar drásticas medidas para cambiar el rumbo. Esta nueva estrategia gubernamental ha despertado a la sociedad civil de un letargo, alimentado por los agentes sociales, que nos mantenía inermes a pesar de la frustración experimentada cuando, periódicamente, las optimistas previsiones del gobierno ZP se desvanecían una y otra vez frente a una progresiva y cruda realidad: la insostenible parálisis económica y la descomunal escalada del paro. Ante los claros síntomas de deterioro, siempre negados por el gobierno, sus anunciados brotes verdes se secaban antes de brotar, mientras la urgente negociación patronal-sindicatos dormía el sueño de los justos eternizando un desacuerdo permanente irresponsable. El falso sueño, basado en gastar desmesuradamente hasta dejar las arcas vacías y agotar después todas las posibilidades de crédito, se convirtió en pesadilla cuando ya no quedó nada propio que gastar y ninguna posibilidad de que nos prestasen más para seguir gastando lo ajeno. Como era previsible, los propios creadores del ficticio estado del bienestar sin límites se encargaron de iniciar su desmantelamiento. Atrás quedaron los dos mil quinientos euros por nacimiento, los regalos de cuatrocientos euros, las dotaciones para dar viabilidad a leyes como la dependencia, las obras públicas y servicios impagados por las administraciones públicas… y, al fin, llegaron los recortes del salario de los funcionarios y la congelación de las pensiones por primera vez en democracia, al extremo de que quienes habían establecido la barra libre, eliminando el techo del gasto, acabaron por establecer, ya sin remedio, un tope del mismo con rango constitucional.
            La ciudadanía, atrapada en esta orgía del gasto de todas las administraciones públicas y harta de tanta incompetencia e irresponsabilidad, decide cambiar el rumbo y apuesta por una cómoda mayoría absoluta al partido de la oposición. Los cinco millones de parados “in crescendo”, las miles y miles de PYMES quebradas por la morosidad de la propia administración, la indecente evasión fiscal, el incremento de contratos temporales y de despidos con indemnizaciones mínimas vía FOGASA, el eterno desacuerdo dialogante entre sindicatos y patronal… pesaron más que las rígidas y protectoras leyes laborales inservibles, que el silencio cómplice de los sindicatos, que el halago de la patronal y que el talante socialista inoperante. En un ambiente de absoluta calma social, incomprensible ante la grave situación, el PSOE pierde el gobierno por méritos propios y lo gana el PP por deméritos ajenos. Su decisión de exponer la cruda realidad sin falsas previsiones evidencia que la situación es mucho peor de lo que se intuía, lo que requiere una reforma global urgente que abarque todos los ámbitos (financiero, fiscal, administrativo, laboral, judicial, educativo, etc). En definitiva, un cambio profundo que nos acerque a lo que hace la mayoría de nuestros socios europeos que, salvo excepciones, afronta la crisis con muchos menos costes, dejándonos como líderes de casi todas las variables negativas. Unas reformas, duras e impopulares, que, en su conjunto, nos saquen urgentemente del negro pozo en que nos han metido. Todo, menos seguir por la senda que nos ha conducido al mismo.  
            Es obvio que un país con más del 23% de su población activa en paro, entre ellos el 50% de los jóvenes, con las instituciones públicas en las listas de morosos y sus empresas acreedoras arruinadas por ello, con los mayores índices de fracaso escolar, de pobreza, de endeudamiento privado, de diferencial entre riqueza y pobreza, de inversión improductiva, de malversación de caudales y corrupción… -entre otros muchas variables que no caben en este espacio-, no goza del estado de bienestar adecuado, sino, más bien, de un estado de malestar generalizado. Por ello hay que dar urgente respuesta a todos y cada uno de estos problemas si no queremos liquidar lo poco que nos queda del tan cacareado estado del bienestar. Para ello ya no valen las bonitas palabras, vacías de contenidos concretos, ni las falsas promesas, sino los hechos, por dolorosos que sean. Ahora toca que quienes hace unos días narcotizaban las conciencias con cómplices silencios, se recuperen de la amnesia para reconocer que, por acción u omisión, son los responsables directos o indirectos de tan desesperada situación y que, en todo caso, si es que tienen soluciones concretas para mejorar las decisiones dífíciles que el gobierno debe adoptar, han de negociarlas por el bien de todos. En caso contrario, lo más decente es permanecer en silencio. Lamentablemente han decidido cínicamente tirarse al monte, liderando las lógicas y legítimas protestas de los ciudadanos, como si el caos hubiera surgido por generación espontánea y nada hubieran tenido que ver en su gestación. Es paradójico que nos hayan buscado la ruina desde la calma y ahora pretendan salir de ella desde la revuelta callejera. Sin duda, la peor de las respuestas. Pero, es lo que hay.
         Fdo. Jorge Cremades Sena

miércoles, 22 de febrero de 2012

REINVENTAR LA DEMOCRACIA


            No sé si será la crisis, la cercanía del fin del mundo anunciada por los mayas, el gélido invierno inesperado, el final de la constelación planetaria Zapatero-Obama de Pajín, el próximo bicentenario de “La Pepa” o, vaya usted a saber qué otro fenómeno, lo que está provocando en algunos una epidemia de revisionismo democrático al descubrir de la noche a la mañana, después de treinta y tantos años, que la tan elogiada transición española, modelo incluso para otros países del mundo, fue una chapuza. Como tal, su resultado final, es decir, nuestra Constitución y su entramado institucional, que nos iguala al resto de países democráticos, ya no sirve para seguir viviendo en paz y libertad. Nadie explica por qué, pero así es. Nadie, salvo que recurra al pecado original de la transición, entiende que nuestras reglas de juego democrático, similares a las de nuestros socios en la UE, sean tan perversas para nosotros y tan benéficas para ellos. Nadie, salvo que se trate de reinventar la democracia occidental en nuestro país para después exportarla al resto del mundo. En este caso, al menos, deberían explicarnos el innovador proyecto, supongo que democrático, el proceso para conseguirlo de forma pacífica y las ventajas que aportará a la ciudadanía frente al que tenemos.
            El caso es que, de pronto, nuestro Sistema Judicial no es democrático y, por ende, nuestro sistema de convivencia, tampoco. El Tribunal Supremo, su máximo órgano jurisdiccional, así como tribunal superior en todos los órdenes –civil, penal, social y contencioso-administrativo-, resulta ahora que es fascista y, como tal, arbitrario y corrupto. Así las cosas, qué decir del resto de tribunales, jerárquicamente inferiores, con jurados populares o no, si, al final, por la vía del recurso sus sentencias acaban en lo que decida el fascista y corrupto TS. Ni siquiera quedan al margen de tanta perversidad los juicios con jurado popular, tan reivindicado por el pueblo, pues resulta ahora que, por puro cálculo estadístico de probabilidades, según la mayoría político-social de la circunscripción correspondiente, está contaminado de izquierdismo o derechismo, amén de que, al no ser profesionales del derecho, están abocados al error. Todo esto es lo que se deduce de las declaraciones que estos revisionistas de última hora vienen haciendo últimamente cuando las sentencias de los tribunales no se ajustan a sus expectativas, que proclaman públicamente durante el proceso para que todo el mundo, incluido el tribunal, conozca su predeterminado y justo veredicto. Así las cosas, no se entiende muy bien que, cuando se trata de tribunales inferiores, se utilice la vía del recurso para dejar la última palabra a tan perverso TS. En todo caso, prefieren que el “pueblo” se reúna en el ágora como en la Grecia clásica –pero convocados de forma misteriosa- para que proclame inocentes a los declarados culpables por los tribunales y culpables a los declarados inocentes. Obviamente como, por razón de espacio, todos los españoles no cabemos en el ágora, basta que acudan a ella unos cuantos para dar por válidos tan razonados veredictos, elevándolos a la categoría de democráticos, es decir, de lo que quiere el pueblo. Es la mejor garantía para restaurar la democracia y acabar con el totalitarismo que denuncian, finiquitando esta justicia al revés que, según ellos, condena a los inocentes y libera a los culpables. El “pueblo”, bien entendido, siempre tiene razón.
            Hay que dejar constancia de que este innovador revisionismo democrático no lo protagonizan, aunque lo parezca, movimientos anti-sistema, existentes en los demás países como en el nuestro, pues entre sus voceros destacan personajes que han ejercido o ejercen como miembros de diversas instituciones del Estado, algunos desde hace varios lustros y con aspiración de jubilarse en ellas, sin reparar hasta ahora en su perversidad, que ahora descubren, a la que, en todo caso, como miembros activos han colaborado de forma inapelable, tanto mientras gobernaba el PSOE como el PP. Nadie, con sentido común, entiende, por ejemplo, que un parlamentario, elegido en listas de un partido democrático, pudiendo debatir en el parlamento o en asambleas territoriales las iniciativas que quiera plantear con arreglo a la normativa vigente, recurra al insulto callejero, que no a la crítica razonada, para denigrar sin argumentos la propia esencia de las instituciones que él mismo ha colaborado a instituir de acuerdo a la fuerza representativa que el pueblo haya dado en cada momento a su opción política. Nadie, que lo haga un magistrado que forma o ha formado parte de este sistema judicial que ahora tilda de fascista. Nadie, que lo haga un líder sindical que disfruta de todas y cada una de las ventajas que le otorga nuestro sistema democrático, como debe ser. Nadie, que todo esto suceda únicamente en nuestro país. Está claro que, en efecto, hay comportamientos fascistas y totalitarios en España. El problema es averiguar exactamente dónde se practican y quiénes los protagonizan. Esperemos que estos revisionistas, reinventando la democracia, sean capaces de detectarlo lo antes posible. Aunque es probable que el pueblo, no el del ágora sino el de las urnas, aplicando simplemente el sentido común, ya lo haya detectado. O ¿es que éste se equivoca?. Sería lamentable si así fuera.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

martes, 14 de febrero de 2012

GARZÓN, PREVARICADOR


            Por decisión unánime de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, máximo órgano jurisdicional de nuestro Estado de Derecho, el juez Baltasar Garzón ha sido condenado por prevaricación al restringir los derechos de defensa en el caso Gúrtel por ordenar escuchas de las conversaciones entre los imputados y sus abogados defensores. El juicio, como los dos que aún tiene pendientes, se ha celebrado bajo una presión mediática y política irresponsable que, en una especie de ceremonia de la confusión, ha creado en la opinión pública un caldo de cultivo peligroso, convirtiéndolo en un debate maniqueo entre buenos y malos, entre izquierdas y derechas, cuando sólo se trata de un asunto judicial: un juicio. Los excesos verbales, que se siguen vertiendo tras la condena, exceden los límites de lo tolerable, en especial los vertidos por dirigentes políticos y sindicales, que debieran ser defensores del marco democrático, en el que participan, y de sus reglas de juego, en vez de incitar al desacato a las resoluciones que se encargan de aplicarlas y de velar por su cumplimiento. Nuestro Estado de Derecho y su sistema judicial, susceptible de mejora como cualquier otro, está homologado con los del resto de países democráticos, especialmente con los de nuestro entorno, lo que desacredita a quienes irresponsablemente arremeten contra las instituciones que, democráticamente, nos hemos dado; un fenómeno inexistente en cualquiera de los citados países.
            Ni los corruptos han condenado a Garzón, como dice Llamazares entre otros, ni se le condena por luchar contra la corrupción, como ha hecho en casos anteriores. Al juez instructor le condena el TS por prevaricación: delito que cometen los funcionarios públicos al faltar a sabiendas o por ignorancia inexcusable a las obligaciones y deberes de su cargo. Algo que cualquier persona mínimamente informada debiera saber. Se le condena a instancias de la demanda interpuesta por el abogado defensor de un imputado por corrupción tras constatar que se vulneraba su derecho en el ejercicio de su profesión y el de la defensa de su cliente por haber ordenado el juez grabar las conversaciones entre ambos de forma ilegal. Salvo excepciones que contempla la ley, escuchar conversaciones entre abogado y cliente es muy grave en cualquier estado de derecho; hacerlo de forma genérica e indiscriminada, como ha sido probado en el juicio, es todavía peor. Se están violando derechos fundamentales que, tal como dice la sentencia, son prácticas propias de estados totalitarios y, por tanto, inaceptables en estados democráticos. Estos son los hechos concretos al margen de especulaciones.
Garzón es condenado, como cualquier otro ciudadano, tras un juicio con todas las garantías y todas las libertades para la comprobación de la prueba. Es más, por la calidad suprema del tribunal que le juzga debido a su aforamiento, ha gozado, si cabe, de un plus de privilegio legal que no tiene la inmensa mayoría de ciudadanos. Dicho tribunal, que todos quisiéramos si nos viéramos incursos en un proceso penal, basa su demoledora sentencia, técnicamente inapelable y por unanimidad, en hechos probados, al extremo que hacen casi lógica la unanimidad, pues los hechos probados que relata son tan meridianamente claros que impiden la defensa de cualquier voto particular por parte de cualquiera de sus miembros, circunstancia que, de haberse dado, tampoco invalidaría la sentencia, aunque, al menos, daría algún crédito a las críticas, que no a los insultos, por los argumentos expuestos en la defensa del voto particular. Ni siquiera es el caso de esta sentencia que, haciendo referencia a jurisprudencia internacional en temas de derechos humanos y garantías, consagra el derecho de defensa que cualquier demócrata debiera apoyar, pues una justicia sin garantías ni límites es una injusticia.
            Se supone que todo demócrata, al margen de su ideología, entiende que nadie debe ser impune, independientemente de su perfil o su trayectoria; que nadie debe estar por encima de la ley; que un pasado brillante no exime de un futuro error grave; y que el fin, por loable que sea, no justifica los medios. Asimismo, que mezclar ideología con justicia es perverso, pues, al margen de la ideología que personalmente tenga cada uno de los magistrados, imputados o abogados defensores, la aplicación de la justicia ha de ser objetiva, concreta y puntual con arreglo a la legalidad vigente tras la comprobación de los hechos imputados. Es preocupante que, estando de acuerdo con estos principios, se esté dando semejante espectáculo callejero y mediático; sería incluso peligroso si los protagonistas del mismo estuvieran en desacuerdo con ellos. Pero lo realmente grave, que debiera preocuparnos a todos, son las consecuencias procesales que puedan derivarse de la delictiva actuación del juez Garzón en la instrucción del caso Gürtel, no vaya a ser que quienes le califican ahora frívolamente como su “primera víctima”, tengan que reconocerlo después como su mejor defensor, por más que su intención fuese lo contrario. Si un elemento probatorio es nulo cuando se obtiene de forma ilegal, ya que sólo en procesos inquisitoriales se utiliza cualquier método para descubrir la verdad, está en riesgo declarar nulo el caso Gúrtel o parte del mismo, lo que impediría o dificultaría esclarecer uno de los casos más graves de presunta corrupción. ¿Quién sería el responsable si así fuera, el TS o Garzón, quien aplica la ley o quien delinque?
            Calificar “a priori” de fascista al TS y, “a posteriori”, de prevaricador y corrupto, o manifestar que no se respete ni se acate la sentencia, es sencillamente delictivo. Al menos lo sería en cualquier otro país democrático. En el nuestro, como es totalitario, no lo es.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

sábado, 11 de febrero de 2012

SIN PENA NI GLORIA


            Como era de esperar ha finalizado el trigésimo octavo congreso del PSOE sin pena ni gloria. Después de un par de semanas recaudando votos a lo largo y ancho de toda España, Rubalcaba y Chacón han llevado a Sevilla sus respectivas recaudaciones para hacer el recuento definitivo y comprobar quién ha obtenido mejor rédito por tan arduo esfuerzo. Nada nuevo a debatir. Se trataba de dar continuidad al proyecto político zapaterista, que ha fracasado estrepitosamente, pero con un nuevo liderazgo a elegir entre dos de sus más genuinos representantes. Los únicos alicientes, elegir entre hombre o mujer, entre madurez o juventud, entre zapaterismo adulterado o puro y entre fracaso a nivel nacional o sólo a nivel catalán. Ya ven, un atractivo elenco de propuestas de cara a un futuro esperanzador. Una gran incógnita, la indecisión de unas decenas de delegados para respaldar a uno u otra, pues el piñon fijo del resto, casi nueve centenas de delegados, ya traían las orejeras puestas y se repartían casi mitad por mitad antes de comenzar el evento. Al final, el decantamiento a última hora de unos cuantos indecisos a favor del candidato oficial, nombrado a dedo en su día por ZP y, como tal, apoyado hasta el último instante por gran parte de su aparato, da una pírrica victoria a Rubalcaba, que se alza con el liderazgo de una organización partida en dos por cuestiones personales pero unificada en la nadería política, ideológica y programática de los últimos años. Todo un éxito sin lugar a dudas. En todo caso, hay que reconocer que los delegados, obligados a elegir entre lo malo y lo peor, han acertado al apostar por lo primero. Lo bueno, óptimo o, al menos, lo deseable, no estaba en juego; ni se lo habían planteado.
            Rubalcaba -perdedor en todas las batallas, pero siempre triunfador en la guerra- ha salido victorioso en esta reyerta familiar, causando demasiados dannificados entre quienes, hasta hace bien poco, compartían con él idéntico proyecto, lo que, de entrada, le diferencia del manido “talante” de su exjefe ZP que, en su momento, le acogió en su genuino proyecto, a pesar de haber jugado en su contra. Ahora, como heredero advenedizo del zapaterismo, en su nueva versión rubalcabista, no cabe ninguno de los herederos naturales si han osado disputarle la herencia. Sólo quienes han apostado sin fisuras por el nuevo jefe tienen cabida para pilotarlo. No cabe duda, es el mayor de sus aciertos. Rubalcaba, el más listo de la clase, sabe por pura experiencia personal que es nefasto dar protagonismo a quienes, aunque sólo sea por razones personales, juegan en contra del vencedor y no quiere cobrar en el futuro con la misma moneda con la que él ha pagado a quienes le acogieron tan generosamente para ser protagonista del proyecto al que se oponía. Nefasto para el líder, que ahora es él, y nefasto para el proyecto, que ahora es el suyo. Aplicando la táctica de quien gana, lo gana todo y quien pierde lo pierde todo, quedan fuera de la dirección los opositores, contrincantes o enemigos, quienes, si quieren plantear en el futuro una alternativa real, habrán de hacerlo desde fuera, con una actitud crítica, leal y trasparente. Evita así el mercadeo de la proporcionalidad, que sólo sirve para que unos cuantos listos, por razón de su cuota, sólo busquen su acomodo personal sin más y, una vez instalados, para mantenerse, se presten a un falso silencio y a una burda obediencia que salta por los aires cuando el jefe sufre claros indicios de debilidad o deterioro. Entretanto, la falsa unanimidad y la inanición; al final, la lucha personal sin ninguna motivación ideológica o programática creíble. Si ZP hubiese aplicado con Rubalcaba la táctica que éste aplica ahora con sus contrincantes, otro gallo cantaría, pues si hoy el proyecto de Rubalcaba o de cualquier otro dirigente hubiese triunfado frente al de Chacón que, obviamente, representaría la continuidad del zapaterismo decadente, gozaría de credibilidad ciudadana, y, en caso contrario, el PSOE gozaría al menos del crédito suficiente para afrontar la travesía del desierto en la oposición como un partido vivo capaz de regenerarse en el futuro. Si se sigue aplicando la táctica de Rubalcaba, es posible que, en caso de fracaso, su futura sucesión sea menos decepcionante que la de ZP y genere mayores esperanzas.
            No obstante, ni todo empieza ni acaba con este congreso sin pena ni gloria. Los próximos congresos de las distintas federaciones tienen la última palabra para cerrar el círculo. Basta saber si la táctica de Rubalcaba será aplicada por los barones territoriales, acostumbrados a mantener sus inestables liderazgos por la vía del mercadeo para lograr ejecutivas con el mayor apoyo posible, aceptando en ellas a sus enemigos personales. ¿Serán capaces de entender que la excepción de Rubalcaba con Griñán obedece sólo a razones electorales? Probablemente no. ¿Acaso no ganó Rubalcaba casi treinta puntos más de apoyo y se vanaglorió por haber cumplido su compromiso de “unidad”? Este es su error y la contradicción de su táctica. Seguramente para conseguir la unidad es por lo que en algunas federaciones ya están todos los jefes, jefecillos y jefezuelos con las espadas en alto movilizando a sus gentes para la contienda. Habrá que esperar para saber si el cerramiento del círculo pasa con más pena que gloria. En eso estamos.
         Fdo. Jorge Cremades Sena

domingo, 5 de febrero de 2012

COMPORTAMIENTOS FASCISTOIDES PRO GARZÓN


            Ni es la primera vez, ni será la última, que un juez es procesado. Como cualquier otro ciudadano -¡faltaría más!- ha de someterse a la Justicia si, ante una acusación de comisión de un posible delito, hay claros indicios de que está implicado y es imputado por ello. Es lo normal en cualquier país democrático, menos en el nuestro. Lo pone de manifiesto el alboroto callejero y mediático surgido tras los procesos abiertos al juez y político Baltasar Garzón, quien, con las mayores garantías, comparece ante el Tribunal Supremo como aforado para defenderse de acusaciones interpuestas contra él. En definitiva, tres causas abiertas por unanimidad por la Sala Penal del Supremo que le imputa presuntos delitos de prevaricación y cohecho. Tres procesos que, como todos los demás, juzgarán sobre la culpabilidad o inocencia del imputado. Es improcedente menospreciar a los demandantes y a sus intenciones, así como ensalzar al demandado y a su trayectoria. Arremeter contra el juzgador, intolerable. En un Estado de Derecho, como es el caso, se ampara a todo ciudadano, por abominable que sea o parezca a algunos, en su derecho a interponer las demandas que considere oportunas, al igual que al de defenderse de ellas con arreglo a la ley. El juzgador no juzga trayectorias personales ni actitudes morales o ideológicas, sino hechos concretos denunciados. Trata de saber si el imputado, en este caso Garzón, actuó de acuerdo a la legalidad o no, pero sólo en los casos que se juzgan y al margen de lo honorable que sea o parezca el personaje o su trayectoria. Lo contrario es propio de una Justicia totalitaria y dictatorial, especialmente si lo hace el TS, único órgano jurisdicional con jurisdicción en todo el territorio y tribunal superior en todos los órdenes, incluido el penal, salvo lo dispuesto en materia de garantías y derechos constitucionales que compete al Tribunal Constitucional. El TS pues concluirá si Garzón prevaricó, erró o acertó en su actuación.
            Sin embargo algunos personajes con cierta proyección mediática, tergiversando los hechos, presentan el proceso a Garzón como “el juicio de la vergüenza” que pretende impedir la investigación de los crímenes franquistas y favorecer a los corruptos frente a sus perseguidores. Autodenominándose “progresistas” y agrupándose en torno a una pintoresca plataforma, “Solidarios con Garzón”, tachan al Tribunal Supremo como “un instrumento del fascismo español…aliado de la corrupción y de la extrema derecha” y, erigiéndose en jueces supremos al estilo fascista, concluyen que “Garzón es inocente, diga lo que diga el Tribunal Supremo” y le declaran “la última víctima del franquismo y la primera del Gürtel”. Todo un ejemplo de democracia por su respeto y acatamiento a las instituciones democráticas que nos hemos dado. ¿Qué irregularidades ha cometido el Supremo para merecer trato tan vejatorio? Tan insignes personajes no denuncian ni una sola, se limitan a descalificarlo de forma genérica sin ningún argumento concreto. Ocultan que lo que se juzga es si Garzón prevaricó en su actuación en el proceso que inició por la desaparición de personas durante la guerra civil y el franquismo, cuando antes rechazó hacerlo sobre lo acaecido en Paracuellos con sólidos argumentos que ahora no contempla. Saben que no se le juzga por perseguir los crímenes franquistas, sino por no hacerlo presuntamente con arreglo a la legalidad vigente. Ocultan que lo que se juzga es si prevaricó al autorizar escuchas de las conversaciones en prisión entre imputados por el “caso Gürtel” y sus abogados, vulnerando el derecho fundamental a la defensa. Saben que no se le juzga por perseguir a los corruptos, sino por no hacerlo conforme a derecho, lo que puede incluso beneficiarles si se anula lo actuado de forma incorrecta. Nada dicen sobre la presunta prevaricación y cohecho por la financiación de las actividades de Garzón en Nueva York, nada por inadmitir sin abstenerse una querella interpuesta a uno de sus financiadores, el señor Botín. Nada de nada sobre este caso que, obviamente, tiene menos encaje que los otros para manipularlo políticamente.
            Es intolerable que, con comportamientos tan fascistoides, estos individuos, por muy progresistas que se autodeclaren, acusen de fascista incoherentemente al TS y, por tanto, al actual Estado español, que, en caso de serlo mínimamente, no les permitiría semejantes libertades tan indecentemente usadas. ¿Quieren que el TS desestime las demandas interpuestas, si en ellas hay indicios de delito, por ser el demandado tan ilustre personaje? Eso es precisamente lo fascista. ¿Dudan de las garantías de su defensa teniendo Garzón muchos más recursos para ello que cualquier otro ciudadano normal? ¿Acaso no le han aceptado incluso la recusación de una decena de magistrados en dos tribunales distintos? ¿Se ha vulnerado alguna de sus garantías procesales? Si es así, dígase y denúnciese. Si no es así, proclamen la confianza en un veredicto justo de inocencia o culpabilidad conforme a derecho que habrá que acatar. ¿O es que tienen previas dudas de culpabilidad y por ello anticipan tan impresentables algaradas?. No se entiende que estos personajes hayan hecho mutis por el foro en tantos casos juzgados por el TS en democracia, gobernando el PSOE o el PP, y ahora irrumpan en el escenario de la demagogia con tanta virulencia. Menos aun cuando algunos, como profesionales del derecho, han sido y son parte del Sistema Judicial. Y es totalmente incompresible que lo hagan miembros destacados del PSOE sin sonrojarse por no haber denunciado o eliminado el supuesto fascismo que ahora denuncian cuando gobernaron incluso con mayoría absoluta. Que se sume a la farsa la señora Chacón, ministra de Defensa antesdeayer y aspirante a Presidenta de Gobierno pasado mañana si su partido no lo impide, no merece calificativo, refleja el sentido de Estado que tiene el personaje -¿o se dice personaja?-. No obstante, lleva razón al decir que “algo falla en este país”, el problema es que no se entera o no quiere enterarse de lo que está fallando.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

martes, 31 de enero de 2012

POR QUÉ NI RUBALCABA NI CHACÓN


            Como era de esperar asistimos al “profundo” debate del PSOE, consistente en elegir, sí o sí, a Rubalcaba o Chacón para dirigir el partido en el futuro. El sepulcral silencio anterior -tanto de uno como de la otra, así como la del resto de militantes, más o menos cualificados- ha mutado en un debate monocorde, protagonizado por sendos coros de adeptos, para alabar las excelencias de su respectivo líder y desprestigiar las del contrario. Un concienzudo ejercicio de reflexión ideológica que, salvo tímidas excepciones, es incapaz de introducir la variable de “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón” como tercera posibilidad, aunque sí ha servido para que reconozcan públicamente los graves errores del pasado, que veíamos todos menos ellos, quienes ahora lo acaban de descubrir tras analizar los recientes batacazos electorales. Y este descubrimiento y su reconocimiento público es lo que precisamente exige aún más la necesidad de introducir obligadamente en el debate la variable “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón” si se pretende hacer creíble ante la ciudadanía un nuevo proyecto socialista, pues el actual carece de credibilidad, al igual que quienes durante estos años han llevado al partido a la peor situación desde su regeneración en Suresnes en 1974. Como entonces, el proyecto y sus dirigentes están totalmente desacreditados y, entre ellos, figuran en primera línea tanto Rubalcaba como Chacón, junto a los que, como ellos, apostaron fervientemente por Zapatero, colaborando activamente sin la más mínima crítica en una desastrosa gestión gubernamental y partidaria, que ha llevado al PSOE a un callejón de difícil salida. Rubalcaba y Chacón -tanto monta, monta tanto- son pues genuinos representantes de esa forma de gestionar tan desprestigiada, conocida como “zapaterismo”, y el hipotético liderazgo de cualquiera de ellos representa para la opinión pública su continuidad.
El debate, tal como está enfocado, no es socialista sino sólo zapaterista. Se inició tras el desastroso resultado en las elecciones municipales. Zapatero no convocó un congreso -como algunos solicitaban- para diseñar un nuevo proyecto y elegir un nuevo secretario general que asumiera también la candidatura a presidente de gobierno. Prefirió permanecer con sus acólitos en la dirección del partido y nombrar candidato a la presidencia de gobierno a Rubalcaba. Ello obligó a primarias y la impaciente Chacón se prestó al juego, rompiendo el hermético zapaterismo en dos. Zapatero, anulando de “facto” las obligadas primarias, convenció a los barones territoriales para que apoyasen su decisión; Chacón dió marcha atrás y se plegó a lo ordenado por su jefe. Rubalcaba fue aupado por la cúpula zapaterista y el Comíté Federal afín le dió su respaldo con entusiasmo. ¿Quien era el guapo que, en semejantes condiciones, tenía posibilidades de competir con él en las formalmente convocadas primarias?. Nadie. El zapaterismo triunfante se garantizó la colocación de sus más fieles en los lugares privilegiados de las listas para las elecciones generales y el protagonismo en una Conferencia Política para diseñar el programa electoral. El resultado, peor que el de las elecciones locales.
Conclusión, ahora más de lo mismo, salvo que la díscola Chacón mantiene el pulso, provocando la división de los barones zapateristas, quienes, sabedores de la fecha de caducidad de su jefe ZP, han perdido la referencia de a quién han de obedecer y, ante el incierto desenlace, prefieren optar por uno u otra con el riesgo de fallar y hacer peligrar su futuro personal. Una tercera vía, ni Rubalcaba ni Chacón, siempre es más arriesgada para sus intereses individuales. Así las cosas ¿quién es el guapo que lo intenta aunque sea mejor para el partido y para la sociedad? Nadie. Mantenerse en la órbita zapaterista, que es la que, dividida o no, sigue y seguirá mandando, es mucho más seguro, pues, si ya Chacón ha ofrecido un pacto postcongresual a Rubalcaba, si gana ella, es más que previsible que también lo haga Rubalcaba en caso contrario. Al fin y al cabo se trata de lo mismo, tal como manifiesta Angel Luna (Ver su artículo “Por qué Rubalcaba” en Diario Información, 15-1-2012), analizando los dos grandes proyectos que tan profundo debate provocan; dice así: “contienen las propuestas básicas, en materia de política económica y de defensa de los servicios públicos, que ya figuraban en el programa electoral….que era de todos y no vamos a cambiar de ideas en dos meses. Pero a partir de ahí, creo que los discursos tienen un acento muy diferente”. Como ven, sólo se trata de un problema de acentos en los discursos para, en su caso, declararse partidario de Rubalcaba, a quien reconoce “elevada formación intelectual y que ha pensado mucho sobre el objeto y los métodos de su acción política” con “un relato mejor hilvanado, más denso, con una mayor carga de reflexión y de contenido político”, frente a una Chacón que “se apoya más en los contenidos emocionales… con apelaciones constantes a los grandes principios que suscribimos todos” produciéndole “una sensación de salto hacia no se sabe dónde, sin más guía que el voluntarismo y la pregonada juventud de su autora”. Obviamente descarta la tercera vía ya que “para innovar no siempre hace falta gente nueva. A veces, incluso, esto supone un inconveniente, pues los nuevos no conocen suficientemente la dimensión de los problemas sufridos y no pueden detectar dónde se encuentran las dificultades relevantes que hay que superar”. Se calla que, siendo cierto que quienes mejor conocen los problemas, en este caso, son quienes los crearon y, por tanto, sí pudieron detectar las dificultades, pero no lo hicieron, por incapacidad o conveniencia, es precisamente lo que les inhabilita para hacerlo ahora. A Rubalcaba se lo acaba de decir el pueblo, a Chacón se lo dice el propio Angel Luna al considerarla incluso menos idónea. Lo inexplicable es que su artículo se titule “Por qué Rubalcaba” en vez de “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón”. Le hubiera salido perfecto.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

viernes, 27 de enero de 2012

BASTA YA


            Nada más lejos de mi intención dar a entender que la clase política en general es corrupta, pero es evidente que, instalados en ella, hay gran cantidad de corruptos. Basta echar un vistazo a los medios de comunicación para constatar que, mientras el pueblo sufre la peor zozobra imaginable, media docena de casos impactantes de corrupción, amén de muchos otros que duermen el sueño de los justos en los juzgados a la espera de su resurrección, rivalizan mediáticamente con las severas medidas económicas del gobierno para arrancar de los trabajadores la tajada suficiente que permita reducir un axfisiante déficit público, provocado por una nefasta gestión gubernamental. Nefasta en todos los niveles institucionales y practicada por las distintas opciones políticas que las gobiernan. La realidad es que, mientras a millones de personas se les priva de ejercer su elemental derecho al trabajo para vivir con dignidad y a otros millones de trabajadores se les erosiona su salario, socavando sus derechos sociales adquiridos tras el pago de excesivos impuestos durante toda su vida laboral, una serie de sinvergüenzas “in crescendo” se lo lleva calentito para amasar grandes fortunas de forma fraudulenta o despilfarra y malgasta de forma irresponsable el dinero de todos que, según ellos, no es de nadie, arruinando nuestro presente e hipotecando el futuro de nuestros hijos. Urge de una vez por todas acabar con esta lacra depredadora, inaceptable en una democracia avanzada y más propia de regímenes autoritarios, cuyos gobernantes gozan de total impunidad. ¿Sucede aquí algo parecido? Ésta es la cuestión. Si después de más de tres décadas de democracia no hemos sido capaces de finiquitar la corrupción, sino todo lo contrario, es obvio que algo está fallando estrepitosamente. Así no se puede continuar.
            Lo menos importante es la identidad de estos sinvergüenzas, ni el cargo desde el que cometen sus fechorías, ni sus cómplices, ni su adscripción política, ni el volumen de lo malversado o robado, ni su origen o su destino. Son circunstancias que, aunque tengan importancia desde el punto de vista ético o estético, cualitativo o cuantitativo, sirven para que los partidos políticos afectados y sus entornos propagandísticos utilicen la doble moral de minimizar o maximizar cada caso de corrupción, según su interés político, en vez de consensuar una legislación nueva, contundente y eficaz, que, simplemente, haga pagar muy caro, civil y penalmente, a quienes actúen de manera tan reprobable. Es lamentable que ni mayorías parlamentarias, ni consensos, ni iniciativas minoritarias legislativas se hayan interesado en modificar una legislación que, a la vista está, posibilita que resulte fácil y rentable malversar fondos públicos y que salga muy barato apropiarse de ellos, es decir, robarlos. En el peor de los supuestos, una condena de cárcel e inhabilitación temporal; en la mayoría, ni siquiera esto; como contrapartida, la vida económicamente resuelta para siempre. Así, lo normal es que estos personajes proliferen, pues, además, una lógica buena conducta carcelaria les reducirá la pena a la mínima expresión y, cumplida ésta, ya no necesitan habilitación para desempeñar otro cargo público, el que desempeñaron ya compensó sus expectativas de convertirles en millonarios. Bastaría endurecer las penas, exigir un estricto control presupuestario e imponer una estricta responsabilidad civil a los culpables para disminuir drásticamente estas conductas delictivas. Ya no sería rentable practicarlas y las víctimas -es decir, el pueblo- verían reparado el daño causado con la reposición al erario público hasta del último euro despilfarrado, malversado o apropiado. ¿Por qué no lo hacen? La respuesta es obvia: porque les interesa mantener la situación actual.
            Si estas conductas delictivas e irresponsables figuran como destacadas entre las causantes de la tremenda crisis económica que padecemos, lo esencial es erradicarlas ya. De poco servirá sanear la situación económica coyunturalmente si se mantienen las verdaderas causas que la provocaron. Sólo servirá para dar una nueva oportunidad a los sinvergüenzas que, obviamente, se mueven mejor en la opulencia. Seguirá siendo muy rentable ser el chofer de un director general –por referirme al último de los casos, pues los hay más suculentos- que, además de su salario, consigue subvenciones de su jefe sin control alguno por millón y medio de euros –imaginen lo que puede conseguir el jefe para sí mismo o para otros más allegados-, mucho más rentable que estar toda la vida trabajando, pagando impuestos, con dificultades para llegar a fin de mes, sin obtener al final ni la mitad de dicha cantidad. ¿Sería rentable si tuviera que devolverlos y permanecer en la cárcel muchos años? Seguro que no. Es más rentable no reponer el dinero y, en el peor de los casos, estar en la cárcel –en una cárcel española- menos tiempo del necesario para acabar una carrera universitaria y después apuntarte a las listas del paro. Nada que temer, dicho sujeto se reinsertará lo antes posible. Seguramente no solicitará el pago único de su prestación por desempleo para hacerse autónomo y, menos aún, cualquier pequeña subvención o ayuda financiera. Ya no lo necesitará y además piden muchos requisitos para justificar la inversión. Como debe ser, si no eres ya el chofer del director general. En todo caso, lo más rentable de todo no es ser el chófer, sino ser el director general que, según su chófer, aprovechaba gran parte de la subvención que le concedía para gastarlo en cocaína, fiestas y copas. ¿Acaso no era él quien se la daba? ¿No es lo más parecido a la impunidad?. Basta ya.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena 

viernes, 13 de enero de 2012

PSOE, DRAMA O TRAGEDIA


            El PSOE está inmerso en graves dificultades por méritos propios. Desde hace demasiado tiempo, ni sus dirigentes ni sus militantes, han querido ver la realidad. Los primeros, liderados por ZP, han preferido mantener el control de los segundos a toda costa imponiendo su silencio y evitando la más mínima autocrítica a las demasiadas meteduras de pata protagonizadas durante su gestión gubernamental en cada uno de los territorios gobernados. Errores, incompetencias y despropósitos, que, progresivamente, iban percibiendo cada vez más españoles, para los socialistas, instalados en el culto al líder, eran simples bulos, invenciones del maligno, sin darse cuenta de que aquí, a diferencia de regímenes como el de Corea del Norte, hay que celebrar elecciones y, claro, ahí está el resultado. Ahora toca regenerar el partido y volverlo a la normalidad, de la que jamás debió salir. Un verdadero drama que, si nadie lo remedia, puede convertirse en tragedia. Esperemos el desenlace final para confirmarlo ya que sus protagonistas se inclinan por lo trágico, al no entender que, para lograr la urgente regeneración y hacerla creíble ante la sociedad, hay que afrontar inevitablemente algunas cuestiones de mero sentido común. Entre ellas -además de un nuevo proyecto político y organizativo-, que los causantes del drama, aunque por extensión sean todos los militantes, tienen nombres y apellidos, los de los más estrechos colaboradores de ZP, tanto a nivel gubernamental como partidario, en los distintos territorios; que, si el fracaso ha obligado a ZP a dejar el liderazgo, ninguno de sus principales colaboradores tiene la suficiente credibilidad para tomar el relevo y, por tanto, como él, debe marcharse, pues, por acción y omisión, son los verdaderos responsables del mismo; que sus autocríticas “a posteriori” no pueden ser creíbles como sinceras si no van acompañadas de la pertinente dimisión o renuncia a presentarse como candidatos; y, en definitiva, que al nuevo liderazgo, en todo caso, sólo ha de imputársele a lo sumo la responsabilidad de lo acontecido por omisión, disculpable por la ley del silencio y el acatamiento impuesta, pero no la responsabilidad directa como actor protagonista de tan nefasta actuación.
            Pero el zapaterismo y sus dirigentes no están dispuestos a asumir lo anterior y, para garantizar su supervivencia, se divide como las amebas, nucleando dos posibles liderazgos, alrededor de Chacón y Rubalcaba, que, respectivamente, presentan en sendos manifiestos, “Mucho PSOE por hacer” y “Yo sí estuve allí”, en los que, declarando asumir por fin los errores del pasado, se muestran autocríticos y proclaman una serie de cambios, todos ellos aceptables, pero sin renunciar a liderarlos. Es más, en el primer manifiesto, los autores, con Chacón a la cabeza y aquejados de amnesia, dan a entender que ellos nada tuvieron que ver con el pasado, algo que, al menos, sí asumen los segundos. En definitiva, las dos caras de una misma moneda que, inevitablemente, convierte a los causantes del problema en su solución, impidiendo “de facto” cualquier otra alternativa. Ambos bandos, instalados en el aparato del partido y en los cargos políticos más relevantes, saben de sobra que al resto de la militancia sólo les queda la posibilidad de opción por cualquiera de ellos, salvo que algún otro parlamentario –requisito casi obligado para ser el nuevo líder-, ajeno al zapaterismo, pueda aglutinar un verdadero proyecto regeneracionista. Pero, precisamente para evitarlo, ya se encargaron los zapateristas más activos y comprometidos de copar los escasos puestos de salida en las listas, propiciando así un desenlace trágico, pués sólo deja a la militancia el derecho al pataleo. El necesario regeneracionismo del PSOE queda reducido en el fondo a optar por Chacón o Rubalcaba, ambos con un bagaje de fracaso electoral contrastado, de alta responsabildad, por acción y omisión, en el descalabro del partido y, por ende, de muy poca credibilidad para pivotar el supuesto nuevo proyecto socialista.
            Las, más que justificadas, protestas de otros socialistas quedan como simples anécdotas de un proceso viciado desde el inicio. Ni la petición de dimisión del lider castellano-leonés Oscar López y el cese de la actual gestora de Zamora, suscrita por una decena de alcaldes, concejales, militantes y exdirigentes socialistas; ni la plataforma “Entre todos PSOE”, constituida por más de 150 militantes albaceteños para una auténtica renovación de la dirección del partido; ni otras tantas propuestas que vayan surgiendo en el corto espacio de tiempo que falta para el desenlace, servirán para nada. El único debate eficaz posible es alinearse con Chacón o Rubalcaba y, por tanto, criticar o defender sus respectivos manifiestos. Es lo que vienen haciendo algunos, como el alcalde de Lugo o un grupo de militantes alicantinos, más o menos conocidos, en su reciente artículo “Sorpresa y estupor”, criticando muy acertadamente el proceder de los firmantes del manifiesto “Mucho PSOE por hacer” pero omitiendo que a los autores de “Yo sí estuve allí” hay que imputarles exactamente lo mismo, salvo el cinismo descarado de los primeros. Es lo que hay, salvo que una nueva edición de los mimitos de Chacón y Rubalcaba de la pasada campaña electoral desemboque en una oferta unitaria que podría resumirse en: “Queda mucho PSOE por hacer, tanto como el que destruimos los que estuvimos allí, que fuimos todos los que ahora vamos a liderar un nuevo proyecto consistente simplemente en hacer todo lo contrario de lo que hicimos entonces y de lo que seguimos haciendo en estos momentos”. Al menos se evitaría un estéril debate a cara de perro, no ideológico sino de intereses personales, que sólo aporta nuevas hemorragias en la sangrante herida que padece la militancia socialista.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

lunes, 2 de enero de 2012

AÑO NUEVO, DECEPCIÓN NUEVA


Es innegable que el gobierno de Rajoy ha decidido coger el toro por los cuernos. En su segunda reunión del Consejo de Ministros, aún en periodo de nombramientos ministeriales de segundo escalón, sin escatimar la información sobre la nefasta herencia recibida, ha tomado una serie de medidas de choque que, aún siendo esperadas, han caído como un jarro de agua helada a la inmensa mayoría de los españoles, que, en definitiva, somos quienes vamos a pagar la factura, teniendo en cuenta que, tal como se ha anunciado, este paquete de recortes sólo representa una mínima parte de todo lo que queda por hacer en un futuro inmediato. No obstante, tamaña celeridad y contundencia, jamás practicada por ningún otro gobierno precedente, aporta aspectos positivo ya que la primera condición para un futuro crecimiento es diagnosticar crudamente la realidad, por muy dura que sea, y poner seriedad y orden en la economía para mejorarla, consiguiendo además una mejora de imagen de España en el exterior al evidenciar que su gobierno es capaz de afrontar el problema de cumplir sus compromisos, ganando así credibilidad ante la UE y ante países terceros. En el fondo nadie se ha sorprendido de la confirmación de los peores augurios sobre el déficit en 2011, pues ya estábamos acostumbrados al desacierto crónico del gobierno de ZP en todas sus previsiones económicas, aunque, en esta ocasión, al estar tan cerca el traspaso de poderes, algunos tuvieran la esperanza de que los datos aportados al nuevo gobierno, el 6%, se acercara a la verdad. Craso error, es el 8%. Este es el verdadero jarro de agua fría, teniendo en cuenta que el máximo de déficit del euro está en el 3% y el compromiso para llegar a él es situarlo en el 4´4% en 2012. La broma supone que el ajuste pasa de unos 16.500 millones de euros a unos 40.000, salvo que, como en época de ZP, se opte por incumplir los compromisos y seguir por la senda del caos. Por tanto también es bueno que la España real coincida con la España oficial, lo que, desgraciadamente, no se ha hecho desde que ZP decidiera derogar la Ley de Estabilidad Presupuestaria que, a la postre, ha supuesto una especie de barra libre en el gasto público. Que las CCAA, de cualquier color político, sean las principales causantes de tan nefasto desequilibrio –que ha llegado a ser hasta del 11%- sólo pone en evidencia la necesidad de poner orden en un despilfarro que, en definitiva, hemos de pagar todos los españoles.
            Pero, dicho lo anterior y sin entrar en un pormenorizado análisis de cada una de las medidas adoptadas, Rajoy se estrena decepcionando a los españoles en un tema de vital importancia, la credibilidad. Si, frente a Rubalcaba, una de sus promesas electorales fue no subir los impuestos, hacer lo contrario ya en su primera decisión importante crea una sombra de duda sobre su coherencia a la hora de cumplir el resto de objetivos de su programa de gobierno. Máxime cuando subir los impuestos sobre las rentas del trabajo, por muy progresiva y temporal que sea, afecta negativamente a la actividad económica (menor poder adquisitivo, menor capacidad productiva) que, al menos en el corto plazo, augura un incremento del desempleo, el principal problema y la principal preocupación de los ciudadanos. Si el gobierno anterior se caracterizó por hacer lo contrario de lo que prometía, rectificando permanentemente y arruinando así su credibilidad, lo peor que puede suceder ahora es que el nuevo gobierno siga por dichos derroteros. No basta con ganarse la credibilidad exterior, especialmente de la UE, demostrándole que va en serio lo de rebajar el déficit para poder exigirle las correspondientes contrapartidas en una política europea viable (eurobonos, bajada del precio del dinero, etc) que ayude a salir del atasco; es incluso más importante ganarse la credibilidad interior y, para ello, la peor fórmula es incumplir lo prometido a quienes, en definitiva, tienen la capacidad de apoyarle o rechazarle.
            Los ciudadanos, no por masoquismo sino por realismo, podemos aceptar este primer paquete de medidas, calificadas como extraordinarias y temporales, que afectan a todos menos a jubilados, parados y especuladores, aunque los más afectados, como siempre, sean las clases medias trabajadoras y, especialmente, los funcionarios. No obstante, podemos entender que, como medida de choque, el gobierno haya optado por lo fácil a la espera de las necesarias reformas estructurales que requieren, por su mayor complejidad, más tiempo de maduración. Incluso podemos sentirnos satisfechos de que por fin un gobierno se disponga a gobernar sin ocultar permanentemente la situación y sin que su norma de conducta sea la rectificación o la falsa previsión intencionada o por incapacidad. Es más, como a cualquier otro gobierno anterior, hay que concederle los ya clásicos cien días de cortesía. Pero es un mal presagio que, en su estreno, ya cometa dos incumplimientos electorales importantes, la citada subida de impuestos y la no reforma de la ley antitabaco. Una decepción, sin lugar a dudas, que ensombrece las expectativas de quienes, hartos de tanta incoherencia, apostaron por una nueva forma de gobernar, creyendo que, en esta ocasión, lo prometido era deuda. Se puede estar dispuestos a apretarse el cinturon, a hacer los sacrificios que sean necesarios, pero, bajo ningún concepto, se debe seguir soportando las mentiras o falsas promesas de nuestros gobernantes. Ya hemos soportado bastantes.
Fdo. Jorge Cremades Sena