La anexión de los Sudetes en
1938 por la Alemania nazi de Hitler, que se erigía en defensor de los alemanes
de Checoslovaquia, fue aceptada por la comunidad internacional siguiendo una
ilusoria política de apaciguamiento que confiaba en que sería la última
reivindicación del dictador alemán que, sin embargo, en 1939 enviaba a sus
ejércitos a tomar Praga y controlar los restantes territorios checos,
proclamando inmediatamente el Protectorado de Bohemia y Moravia a la vez que
propiciaba la aparición del Estado títere de Eslovaquia y se apoderaba del
territorio de Memel que pertenecía a Lituania. Es innegable el paralelismo de
estos hechos con los protagonizados ahora por Putin, que, erigido en el Hitler
del siglo XXI, se autoproclama defensor de los rusos de Ucrania y, tras
anexionarse la península de Crimea en 2014 sin respuesta contundente y eficaz
por parte de la comunidad internacional, reconoce ahora como “repúblicas
independientes” Donetsk y Luhansk, dos áreas de la región oriental ucraniana
del Dombás, tomadas por separatistas prorrusos, que le sirve como paso previo
para enviar tropas rusas a la zona, según él, como “misión de pacificación” de
las regiones pero que, en definitiva, es la tapadera para invadir totalmente el
territorio de Ucrania contraviniendo, como Hitler hiciera en el siglo pasado,
el derecho internacional más elemental. El dictador alemán, en su insaciable
ambición territorial y sintiéndose impune por sus agresiones totalitarias a sus
vecinos, da un paso más e invade Polonia en septiembre de 1939 con el fin de reincorporarla
a Alemania provocando al fin con ello el estallido de la Segunda Guerra Mundial
en Europa que, durante seis años atroces, sembró los territorios europeos y del
resto del mundo de muerte, miseria y ruina moral y económica, desatando los
peores demonios de la condición humana. ¿Es la actual Ucrania para Putin la
apetecida Polonia de Hitler en el siglo pasado? ¿Pondrá freno la comunidad
internacional al dictador ruso para que detenga sus ensoñaciones sangrientas,
expansionistas y megalómanas al estilo de Hitler o Stalin en su día? ¿Está
dispuesto Putin a ser el heredero de los más sanguinarios gobernantes
totalitarios? En fin, esperemos que el paralelismo entre los hechos
protagonizados por Hitler y Putin no nos lleve a las trágicas consecuencias que
tuvieron que sufrir nuestros padres y abuelos, aunque, lamentablemente, se
tenga la sensación de momento de que no hemos aprendido nada y de que la
historia trágica se repite ¿Tendremos que pagar con sangre, sudor y lágrimas
como entonces el mantenimiento de nuestras libertades, de nuestra convivencia
en paz, de nuestros derechos humanos y políticos que tanto nos ha costado
conseguir? Putin, al igual que todos los sanguinarios dictadores que en el
mundo han sido, pone de relieve que no basta con las buenas intenciones y
proclamas pacifistas, que para mantener la paz y la libertad se requiere a
veces estar preparados para la guerra, en definitiva, para poder defenderse de
quienes, como Putin, Hitler, Stalin y tantos otros caudillos sólo entienden el
lenguaje belicista y de la fuerza para imponer su voluntad a los ciudadanos, a
los pueblos y a los países, que, desarmados para defenderse, ven imposible
sacudirse el yugo impuesto por las armas, salvo que, al final, se recurra a la
violencia y a la resistencia heroica como los pueblos libres tuvieron que hacer
para frenar, entre otros, a Hitler. ¿Habrá que hacer lo mismo para frenar a
Putin? Es la pregunta del millón.
De momento Putin lanza un ataque
masivo contra Ucrania y desencadena el más grave conflicto en Europa en ochenta
años, que alarma al mundo, al invadir el país por tierra, mar y aire, dando
razón a Biden que venía insistiendo en que ese era el verdadero objetivo del
dictador ruso, por mucho que él lo desmintiera mientras en las fronteras
acumulaba un verdadero arsenal de armamento con la excusa de que se trataba de
maniobras militares. Y mientras las tropas rusas llegan a Kiev con facilidad
por la imposibilidad de que el ejército ucraniano, muchísimo más inferior,
salga a enfrentarlo en campo abierto Moscú amenaza a quien “interfiera” con
unas represalias “nunca vistas”, mientras Biden advierte de las “consecuencias
catastróficas” del ataque y la UE y el G-7, ante la imposibilidad de que
intervenga la OTAN ya que Ucrania no es miembro de la Alianza, deciden duras
sanciones económicas para aislar a Rusia, contraponiendo economía a defensa
armada, como si ello hiciera mella en los dictadores, multimillonarios y dueños
de todo como Putin, a los que la miseria de sus pueblos sometidos les importa
bien poco. No obstante, tras varios días de vertiginoso avance por tierras
ucranianas, el mastodóntico ejército ruso se encuentra por fin con una heroica
resistencia en las grandes ciudades como Kiev o Járkov, asediadas por los
militares rusos, cuyos ciudadanos en simbiosis con el ejército ucraniano
utilizan el único recurso que les queda, la guerra de guerrillas cuerpo a
cuerpo, haciendo ver a Putin la dificultad de éxito de una agresión territorial
de ocupación, como es el caso, pues una cosa es hacer incursiones de castigo y
otra más compleja es mantener la ocupación de los territorios ocupados, con sus
ciudadanos convertidos en súbditos del ejército invasor. Un desafío intolerable
de Putin a Occidente que rompe la paz en Europa y tristemente va dejando ya
decenas de muertos, cientos de heridos y miles y miles de huidos.
Así las cosas, tras varios días de
asedio a las grandes ciudades ucranianas, Putin exige la rendición y Zelenski,
el presidente de Ucrania, que rechaza ser evacuado y ocultado en un lugar
seguro, llama a la población a resistir
con cócteles molotov y armas convencionales, mientras la UE y EEUU aprueban una
batería de sanciones a Rusia, y Putin, tras amenazar a Finlandia y Suecia con
represalias si deciden entrar en la OTAN (¡quién es él para dictar a Estados
soberanos su política exterior y de defensa!), da un paso más en su matonismo
patológico y ordena activar y poner en “alerta máxima” su fuerza nuclear,
mientras, por otro lado, inicia negociaciones con Zelenski, que acepta dialogar
sin condiciones previas en territorio bielorruso, en la ciudad de Gómel, sobre
una salida a la guerra y finiquitar la pesadilla sangrienta provocada por el
dictador, tras fracasar éste en su intento de que el Ejército ucraniano dé un
golpe de Estado y facilitar así la conversión de Ucrania en un Estado-satélite
de Rusia. En definitiva, Ucrania, dentro de sus posibilidades planta cara a
Putin, pues milicianos y militares le ofrecen una oposición feroz en las
grandes ciudades, frustrando las pretensiones del dictador ruso de tomarlas
como si se tratara de un paseo militar. Entretanto Bruselas y Washington, en su
escalada de sanciones, anuncian la desconexión de Rusia del sistema de pagos
internacional, e incluyen a Putin y su ministro Lavrov en la lista de
sanciones, congelando sus activos; EEUU aumenta su ayuda militar y la UE se
compromete a facilitar la entrega de armamento y se abre a acoger a todos los
refugiados, mientras Putin ordena intensificar la ofensiva desplegando 10.000
soldados chechenos especialistas en combate urbano; y hasta Alemania da un giro
de 180 grados en su política de defensa con un histórico aumento de la
inversión militar, asumiendo así Occidente que con la invasión de Putin a
Ucrania se inicia una “nueva era” por lo que Bruselas da luz verde por primera
vez a la compra de armas, desconecta la banca rusa, cierra su espacio aéreo y
bloquea medios de comunicación rusos, pues, como dice nuestro Jefe de Estado,
el Rey Felipe, la invasión de Ucrania “es una amenaza para Europa y el orden
mundial”. Una amenaza, sin duda, como la de Hitler en el siglo pasado.
En otro orden de cosas, mientras
Telefónica quintuplica su beneficio, gana 8.137 millones y Álvarez-Pallete
descarta fusiones en Europa, otra guerra, bien distinta a la desencadenada por
Putin en Ucrania, sigue su curso: me refiero a la guerra interna que azota al
PP. Casado, ya casi en retirada, dice a los barones en la sede del partido
“seré como la reina madre”, mientras el hombre de Feijóo en Génova hasta que se
celebre el Congreso será González Pons, pues el gallego seguirá en la Xunta de
Galicia, al menos hasta el verano, y entretanto estudia compaginar ambos cargos
durante una transición sosegada y liderará a los populares ofreciendo pactos de
Estado, en tanto que Ayuso asumirá la presidencia del PP de Madrid antes del
verano. Son las previsiones de los dirigentes del PP, cuyo votante, según GAD3,
quiere a Feijóo como candidato, pues la mitad de los electores populares
apuesta por el líder gallego mientras el 36% opta por la presidenta de Madrid y
sólo el 8% por Casado, sobre quien el 80% considera que debe dimitir ya. Entretanto
sale a la luz el documento que tumbó al líder del PP: una nota que llegó a
manos de Egea y Casado hace siete meses, que detallaba la comisión cobrada por
el hermano de Ayuso y les instaba a conseguir ilegalmente sus datos fiscales.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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