Nada que objetar a la
legalidad y legitimidad de lo sucedido en la constitución de las nuevas Cortes
Generales y, por tanto, felicitar a la socialista Francina Armengol por haber
sido elegida Presidenta del Congreso con mayoría absoluta de 178 votos (dos más
de los necesarios) y al popular Pedro Rollán por haber sido elegido Presidente
del Senado también con mayoría absoluta de 142 votos (12 más de los exigidos).
No obstante y en honor a la verdad, cabe matizar que Rollán ha obtenido el
cargo con los votos de su partido y el voto en blanco de 114 senadores
(incluidos los 88 socialistas, además de los nacionalistas), frente a los tres
de Vox que han votado a su candidato Ángel Pelayo Gordillo, mientas que
Armengol ha obtenido el cargo con los votos de su partido (121), los de la
variopinta plataforma de izquierdas Sumar (31) y los de los partidos periféricos
nacionalistas y secesionistas, tanto de izquierdas como de derechas (26 en
total), frente a la candidata del PP, Gamarra, con 139 votos (137 del PP y 2 de
UPN y CC respectivamente) y frente al candidato de Vox, Gil Lázaro, con los 33
votos de su formación política. Cabe pues felicitar a ambos presidentes, que, obviamente,
obtienen idéntica legitimidad para ostentar y ejercer sus respectivos cargos,
aunque, no obstante, desde el punto de vista político, quepa también matizar
las diferencias sustanciales de cómo lo ha obtenido cada uno de ello, pues si
en el Senado es obvio que todos, absolutamente todos, tienen claro que la
derecha ganó con contundencia (no caben interpretaciones a su indiscutible e
indiscutida mayoría absoluta) y así lo reconocen los distintos grupos con su
voto en blanco, por el contrario en el Congreso, donde, sin tanta contundencia,
sucede lo propio, hay una preocupante distorsión democrática tras la
interpretación de sus señorías sobre lo que los ciudadanos han votado, pues,
curiosamente, la izquierda con 166 escaños (121 del PSOE, 31 de Sumar, 7 de
ERC, 6 de Bildu, 1 de BNG) se alza con la victoria frente a la derecha que
tiene 184 diputados (137 del PP, 33 de Vox, 7 de Junts, 5 de PNV, 1 de UPN y 1
de CC). ¡Qué ha pasado pues para dicha anomalía en la interpretación que hacen
sus señorías sobre quién ha ganado en las urnas! Pues sencillamente lo que ha
pasado, a diferencia de lo sucedido en el Senado (con mayoría absoluta del PP),
es que Sánchez ha pactado con la derecha nacional-secesionista en el Congreso,
como muchos ya presumíamos y así lo hemos dicho, para que ésta, a diferencia
del Senado donde se abstiene, vote a la izquierda no ya sólo para controlar la
Mesa de la Cámara Baja sino que se presume también que lo hará para que él pueda
ser de nuevo investido presidente del Gobierno, un gobierno, como el anterior,
que se autodenomina cínicamente de “izquierdas y progresista” pero apoyado por
la derecha más tradicionalista y regresiva, lo que, sin duda, es un
contrasentido y un disparate morrocotudo, salvo que los ciudadanos aceptemos al
fin que “pulpo es un animal de compañía”. Sin duda es, no ya lo que ha pasado
con la dirección del Congreso, que algunos teníamos bien claro conociendo el
percal, sino lo que va a pasar también con la investidura, y, más claro aún,
con la ruptura entre PP y Vox porque los populares no le ceden un sillón a los
de Abascal en la Mesa del Congreso, a diferencia de lo que hace el PSOE de
Sánchez dispuesto a ceder lo que haga falta con tal de obtener los apoyos de
quién sea y cómo sea para consolidar sus objetivos políticos y personales,
aplicando aquello de que el fin justifica los medios. Al final la derecha, a
pesar de su victoria global en las urnas, se queda con la derrota en los
despachos, ya que es obvio que, tal como está el patio, sale vencedor el que
más tragaderas tenga y más arriesgue; pero los ciudadanos no nos merecemos todo
esto, ni por parte de unos o de otros….. ¿o sí?. Bueno, seguro de que si
aceptamos “pulpo como animal de compañía” sin crítica alguna, nos lo merecemos
sobradamente, pues ya lo que falta es que además de todo este teatro, encima
nos engañen para convencernos de que lo mejor que nos puede pasar es ese “gobierno de izquierdas progresista” que se avecina,
el segundo acto del insostenible “gobierno Frankenstein” que acabó finalmente
como el rosario de la aurora, pero que ahora tendrá cuatro años más, si es que
lo consigue, para seguir capeando el temporal…..y más de lo mismo.
En efecto, ni se entiende el
eufórico aplauso de la bancada de la izquierda para recibir a Sánchez tras
haber perdido las elecciones y situar al PSOE en segunda fuerza política
(cuando era la primera), ni se entiende el casi eterno y cariñoso abrazo de
Yolanda Díaz con el Presidente, quien incluso mostraba gestos de incomodidad
por la efusividad de la comunista, sentada estratégicamente al lado de él con
claro afán de protagonismo personal, cuando en vez de Sumar, le resta apoyos al
actual gobierno de coalición que, de reeditarse, pasaría de contar con los 155
diputados actuales (120 del PSOE y 35 de UPodemos) a 152 (121 del PSOE y 31 de
Sumar). Por tanto, salvo que demos por bueno “pulpo como animal de compañía”, sólo
cabe entender tanto entusiasmo y alegría compartida para celebrar que, de
milagro, por fin Sánchez y Díaz podrán formar un Ejecutivo teledirigido a
distancia desde Waterloo por un prófugo de la Justicia, de derechas y
totalitario, Puigdemont, que tiene prohibido pisar España (incluida Cataluña);
un Ejecutivo al que cínicamente auto-llamarán “progresista de izquierdas”,
conseguido, aunque todos sabían que ya estaba acordado, tras haberle dado
argumentos al fugado de que se le conceden “hechos comprobables” (y no
promesas), como él pedía para dar su voto a la investidura, y así poder
venderlo ante su clientela como claros logros para la causa secesionista. En
efecto pocas horas antes, en pleno amanecer, el Gobierno de Sánchez, como si
fuera un asunto urgente, presentaba en la UE una carta para promover el catalán
en las instituciones europeas y, con ello, amarrar a Junts, que con semejante
mascarada encontraba la excusa perfecta para dar el “sí” a Francina Armengol,
quien, contra la obligada imparcialidad (al menos en las formas) que exige su
cargo, nada más conseguirlo de forma tan gloriosa y en su primer discurso, daba
por hecho que en el Congreso se podría hablar en lenguas cooficiales, sin
debate y sin reformas previas del Reglamento, teniendo que rectificar poco
después tras pedirle el PP que respete el procedimiento establecido sobre el uso
de las lenguas cooficiales en las Cortes (en el Senado ya lo está desde hace
muchos años) y por tanto consultará a los grupos al respecto, mientras Moncloa
recurría a la Abogacía dudando sobre la legalidad de su carta para impulsar el
uso del catalán (y el resto de lenguas cooficiales) en la UE, asunto que, en
todo caso, habrán de ratificar los Veintisiete miembros para darle viabilidad.
Pero no acaba aquí el asunto, pues,
nada más conseguido el control de la Mesa del Congreso gracias a Junts,
Armengol y el PSOE ya sugerían cínicamente que la “mayoría progresista” que
eligió la Mesa es la que marca el camino para conformar el Ejecutivo, mientras
los socios de Sánchez, que acaban de apoyar a su candidata para presidir las
Cortes, iniciaban de nuevo el circo político con amenazas y chantajes para dar
a entender de nuevo que el próximo gobierno “Frankenstein dos” está en peligro,
cuando todo el mundo sabe que, de momento, es lo contrario, por más
dificultades que vengan de la encarnizada pelea entre Junts y ERC, pues a
ninguno de ellos le interesa acabar con el chollo que para sus intereses supone
un Gobierno español, débil y multicolor, que dependa de sus votos y dispuesto a
ceder en lo que sea con tal de seguir gobernando o desgobernando España, pues
la propia Armengol, haciendo gala de su particular parcialidad a favor del
catalanismo, acaba de apuntar a la investidura manifestando que “ayer hubo una
gran mayoría progresista y eso ya marca un camino” (ya ven, “pulpo, como animal
de compañía”). Y si a cambio del apoyo del secesionismo van cayendo a su favor
algunas cosas, tanto mejor, pues si de momento no es posible sacar a Euskadi y
Cataluña de España, tampoco es para ellos nada malo ir sacando a España de
dichas autonomías poco a poco a costa de transferencia de competencias, pues siempre
que España como Estado se debilite tanto mejor para quienes quieren
precisamente eso, acabar con ella, y no tienen reparo en decirlo. De momento,
al margen del asunto de las lenguas cooficiales y de vendernos cínicamente que
han sacado adelante una negociación “del borde del precipicio”, ya Díaz, para
animar el circo político, abre la vía para pactar la amnistía a los condenados
que le exige a Sánchez el secesionismo a cambio de apoyar su investidura,
diciendo que “es completamente constitucional”, mientras el PSOE de Sánchez
explora con ERC y Junts fórmulas para despenalizar totalmente el ilegal y
totalitario “procés”, lo que, en definitiva, supondría, según los expertos, la
humillación de reconocer, aunque no sea cierto, que en España se practica la
represión política, como sostiene el secesionismo, ya que en los Estados de
Derecho democráticos, sólo cabe dirimir las controversias en los tribunales de
Justicia que, por cierto, los secesionistas ni respetan ni acatan, mientras sus
diputados en su toma de posesión en el Congreso prometen que actuarán por la
república catalana o vasca, no por España, siendo para el tándem Sánchez-Díaz
los garantes de su peculiar e insólito gobierno de “izquierdas y progresista”. ¡A
qué obedecen las alegrías y entusiasmos manifestados durante la constitución del
Congreso de los Diputados! ¡qué es lo que hay que celebrar!. Yo,
lamentablemente creo que hay bien poco que celebrar.
Entretanto el Rey inicia el lunes la
preceptiva ronda de consultas para decidir sobre el futuro gobierno, mientras
los socios de Sánchez (PNV, Bildu, Junts y ERC) ya de entrada se niegan a
comparecer al efecto ante el Jefe del Estado, con lo que éste habrá de conocer
por boca de Sánchez y fiándose de él si esos 25 votos le apoyarán o no para ser
investido, pues, si no lo ratifican explícitamente, le van a poner más difícil
todavía la designación de candidato, entre Feijóo, quien ganó las elecciones
(como se ha hecho hasta ahora) o Sánchez, quien las perdió, dado que ninguno de
ellos tiene garantía de conseguir ser investido como Presidente del Gobierno.
Insólito pues también que, por primera vez, PSOE y PP se enfrenten por la
investidura, pues sus líderes, por diversas razones, consideran ser los idóneos
para que el Jefe del Estado los nomine como primera opción. Demasiadas cosas
insólitas durante la gobernanza de este mal autollamado “gobierno de izquierdas
progresista” o, siguiendo al malogrado líder socialista, Rubalcaba, “gobierno
Frankenstein” que se pretende reeditar ahora. De momento Abascal, tras su
encontronazo con el PP sobre la Mesa del Congreso, dice ahora que mantendrá la
promesa de apoyar a Feijóo en la investidura, aunque advierte que “sus votos no
se regalan”, cuando prometió dárselos sin nada a cambio, con lo que, si el
líder de Vox se compromete ante el Rey a ello, el popular podrá demostrar al
Rey que cuenta con 172 votos (los de PP, Vox, CC y UPN); y, de momento, los
socios secesionistas de Sánchez, para apoyarle le exigen (¡menuda novedad!),
además de un referéndum para la independencia, una amnistía a la carta (ERC
incluso lo pone como “línea roja” desde 2013, renegociando el proyecto que
promovió con Junts y la CUP en 2021, consistente en que alcance a “todo acto de
intención política”, como multas y condenas desde Puigdemont a Artur Mas y la
violencia de los CDR), ya que “sin ley de amnistía, no hay investidura” (así de
tajante y claro), con lo que, como no van a ratificar ante el Rey lo que van a
hacer, dejan a Sánchez ante su comparecencia con el Jefe del Estado con sólo
152 votos seguros (los de PSOE y Sumar) o, en el mejor de los casos, con 163
(si añadimos los de PNV y Bildu que parecen más dispuestos a investirlo aunque
tampoco se lo garantizarán al Rey). Por tanto, así las cosas, adivina
adivinanza, la película de misterio e intrigas continúa, aunque, conociendo el
percal, todos ya deberíamos saber el final: un gobierno “de izquierdas
progresista” o “Frankenstein dos”, como prefieran llamarlo, sólo depende de si
aceptamos o no “pulpo” como animal de compañía.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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