Hubo
un tiempo, ya lejano, en que las pensiones se revalorizaban cada cuatro años,
es decir, en año electoral, y servían (o pretendían servir) como arma electoral
arrojadiza hasta que, con el tiempo, el sistema de pensiones en España se fue
consolidando para convertirse en uno de los pilares fundamentales del modelo de
protección y bienestar, lo que ya, prácticamente, nadie discute, y, por tanto,
debiera estar al margen de la lucha electoral partidista por el bien de todos.
Así se entendió cuando en 1995, en plena crisis económica se constituyó el
Pacto de Toledo, una comisión parlamentaria para analizar el estado de las
pensiones y proponer y adoptar medidas tendentes a mejorar el sistema y, sobre
todo, a garantizar su sostenibilidad, hasta que, con la actual crisis, Pedro
Sánchez, en octubre de 2022, sumándose una vez más a los planteamientos
populistas de sus socios de Podemos, acusa a Feijóo y al PP (la derecha maldita
para el populismo de la izquierda radical) de romper el pacto porque sostenían
que los planteamientos del Ejecutivo “ponen en enorme riesgo” la sostenibilidad
del sistema y, al efecto, instaban a Sánchez a hacer caso a las recomendaciones
de la Comisión Europea y a “sentarse a hablar” para acometer las pertinentes
reformas estructurales, cuando había que enfrentarse a un descomunal gasto por
una subida del 8´5% de las pensiones debido al desbocado incremento del IPC,
subida a la que obligaba la aplicación de la ley vigente aprobada en las Cortes
y el cumplimiento del Pacto de Toledo, firmado también por el PP y actualizado
en 2020, mientras Sánchez presumía y se arrogaba como iniciativa propia la medida.
Con semejante estrategia y de cara al año electoral en el que estamos, el Pacto
de Toledo, aletargado en los últimos años, se rompía casi definitivamente en
medio de acusaciones y verdades a medias, mientras se aprobaba la obligada
subida de las pensiones, con el voto del PP incluido como no podía ser de otra
forma, aunque el tema de las pensiones volvía a convertirse lamentablemente,
como antaño, en demagógica arma electoral arrojadiza con la resurrección de los
viejos mantras de que las pensiones, que son y deben seguir siendo un asunto de
Estado, dependen de los partidos que gobiernen cuando el problema real es si,
con unos u otros partidos gobernando, las pensiones llegan a ser viables y
sostenibles en el futuro con el actual sistema vigente, que es lo que han de
buscar entre todos mediante las pertinentes reformas estructurales que la
propia UE exige para garantizar su viabilidad. Sin embargo, ni sentarse a
negociar, ni nada de nada, sencillamente Escrivá, acuciado por la exigencia de
la UE de reformar las pensiones para poder seguir recibiendo fondos europeos,
presenta “in extremis” por su cuenta y riesgo a última hora (tiempo había habido
para haber reunido el Pacto de Toledo) una reforma pactada por fin con sus
socios podemitas (hay que cicatrizar las heridas de la crisis interna del
Gobierno ante las elecciones y esto viene como anillo al dedo), consiguiendo el
visto bueno de la UE (necesitada de un documento reformista) y de CCOO y UGT,
pero no el de otros partidos políticos ni el de los empresarios, quienes ven en
la propuesta una cesión a Podemos y un nuevo afán recaudatorio. Mal asunto
cuando el lugar natural de la necesaria reforma estructural, que no coyuntural,
debiera situarse en el Pacto de Toledo y buscar allí un amplio consenso como
asunto de Estado que es. En definitiva, en la iniciativa de Escrivá, en vez de
una propuesta de reforma estructural del sistema de pensiones, se hacen meros
retoques sobre el cálculo de la prestación (se podrá elegir entre 25 o 29 años
cotizados), pero se sigue cargando sobre el empleo la reforma (elevando las
cotizaciones sobre empresarios y trabajadores, especialmente sobre los más
altos, para esquivar ajustes y contener a Podemos) y, en definitiva, la gran
novedad es la promesa a la UE (para conseguir su visto bueno) de que los
sucesores gobiernos de España, éste no, estarán obligados a hacer un ajuste
automático si se desviara el gasto, ya que cada tres años el Ejecutivo de turno
habrá de hacer una evaluación sobre subir cotizaciones o hacer recortes si,
como sucede ahora, no cuadran las cuentas. Ya ven, el objetivo es compensar el
aumento del gasto en el futuro sin abrocharse el cinturón y, mientras tanto,
conseguir una tregua con sus socios gubernamentales…..algo así como que el que
venga detrás que arreé, pero yo no. Mal asunto que el gobierno se refugie en
las pensiones y en las ayudas para sortear su crisis, en vez de propiciar la
reforma de envergadura que el vulnerable sistema de pensiones necesita.
Entretanto,
los expertos sostienen que “no es muy
progresista proteger a los mayores añadiendo cargas a otras generaciones”,
cuando incluso sigue el problema de la sostenibilidad del actual sistema de
pensiones y su viabilidad financiera futura; peor aun cuando el golpe de
Escrivá a los sueldos ni siquiera cubre ahora la mitad de la obligada subida de
las pensiones, pues la reforma presentada a Bruselas (para algunos, un parche
para salir del paso) elevará tres puntos el gasto en jubilaciones (sin contar
ya con las crecientes protestas para que las mínimas sean de 1.080 euros)
mientras los aumentos de las cotizaciones previstos apenas suponen 8.000
millones, y con la CEOE plantándose porque la reforma se ha hecho sin contar
con “los que pagan la fiesta”, mientras encalla el acuerdo para subir los
salarios por el “hachazo” de Escrivá. No obstante Sánchez consigue sus
objetivos, que obviamente no pasan por reformar profundamente el sistema de
pensiones para hacerlo viable y sostenible, y, pasada la tormenta con Podemos,
trata de rehacerse con el argumento de que “romper la coalición sería entregar
la victoria a la derecha”, mientras el PSOE sostiene que “Iglesias busca acabar
con Yolanda Díaz aunque caiga este Gobierno” y le señala como “la voz cantante”
de la estrategia para asegurar la continuidad de Irene Montero y la
supervivencia de su partido, cuando la ruptura de la coalición se evidencia en
el Consejo de Ministros que ha dejado de ser un órgano colegiado al ir a lo
suyo cada uno de sus miembros. Y mientras Díaz acelera su candidatura en plena
crisis gubernamental y Podemos lo recibe con frialdad diciendo que no hará nada
“hasta conocer los detalles”, el voto del PSOE se resiente por la “mayoría
Frankenstein”, mientras para las expectativas del PP la principal amenaza es el
voto perdido que vaya a Ciudadanos, que ya no tiene un mando nacional que
decida en los diferentes territorios.
Y
con las pensiones de nuevo como arma electoral arrojadiza y la insólita moción
de censura de Vox con Tamames como candidato, el Gobierno, en plena tensión de
Sánchez con los empresarios, amenaza a Ferrovial con vetar su salida de España,
mientras Hacienda acelera otra subida de impuestos a las empresas que alertan
en sus informes anuales del riesgo regulatorio e identifican como peligros la
litigiosidad, la inestabilidad jurídica y el aumento de la presión fiscal. Por
otro lado el Gobierno prevé elevar al 3% el tope de los alquileres en 2024
cuando el primer año con topes al alquiler deja alzas del 9% y un 17% menos de
oferta de pisos, haciendo casi imposible el acceso a viviendas de alquiler en
las grandes ciudades. Además cabría citar que el rechazo de ERC y Bildu da la
puntilla a la reforma de la “ley mordaza”; que Podemos exige a Díaz listas
abiertas en primarias para estar en Sumar y Belarra se desmarca del acto que
prepara la plataforma; que unas 50.000 personas participan en una marcha en
Madrid “por la vida” y contra leyes como la eutanasia y el aborto; que Conde-Pumpido
ve “prioritario” debatir la reforma del CGPJ y tendrá que decidir si la reforma
del Gobierno para facilitar su renovación es o no acorde con la Constitución; y
que el Govern de Catalunya encarga el guion para un referéndum pactado con
Sánchez y ficha al efecto a los inventores del “derecho a decidir” para
preparar y difundir un “acuerdo de claridad” que permita al independentismo,
socio de Sánchez, vestir de legalidad otra consulta ilegal, mientras unos 2.000
médicos se niegan a atender en castellano con la Generalitat de cómplice.
Así
las cosas y ya en precampaña electoral, según SigmaDos, ERC pincha en Barcelona
y deja la alcaldía en un duelo entre Trías y Collboni, pues Junts renace y se
la juega con el PSC mientras Colau sería la tercera en discordia, y en Bilbao
el peneuvista Aburto volvería a gobernar reeditando el pacto con el PSE; y,
según NCReport, en Asturias el PSOE necesitaría a Podemos para mantener el
poder mientras el PP sube siete escaños, y en Navarra los socialistas cederían
la hegemonía de la izquierda en favor de Geroa Bai. Ya ven, es lo que hay.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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