lunes, 9 de octubre de 2017

REACCIÓN DEMOCRÁTICA EN LA CALLE



                        Después de la permanente movilización callejera soberanista con constantes manifestaciones y concentraciones masivas de lo que los gobernantes independentistas llaman “el pueblo catalán”, no sabemos si a la multitudinaria manifestación de ayer en Barcelona (comparable a las más numerosas que se hayan visto anteriormente) contra el separatismo y por la Constitución dichos gobernantes la considerarán del “pueblo catalán” o de los extraterrestres. En efecto, harta de soportar agresiones y desprecios por parte de los independentistas, la mayoría silenciosa sale a la calle para decir “¡basta!” y contrarrestar la apropiación de su identidad en favor de totalitarios proyectos soberanistas que sólo conducen al caos y la miseria social y económica. Una masiva e histórica manifestación en la que cientos de miles de personas inundan las calles de Barcelona para gritar “¡se acabó la marginación, tenemos derecho a ser tenidos en cuenta!”, “no podrán dividir España” o “España somos todos”, entre otros lemas por la unidad, el pluralismo y la democracia constitucional, como clamor de la mayoría silenciosa, menospreciada por el Govern de Cataluña,  sobre todo cuando esta otra parte del pueblo catalán, frente a la otra, representa la verdadera democracia y, como en cualquier democracia occidental, no quiere que ningún tipo de totalitarismo atropelle sus derechos enmarcados en la Constitución, bastante atropellados hasta la fecha. Como colofón a la masiva manifestación, convocada por la Sociedad Civil Catalana, el premio Nobel Vargas Llosa, manifiesta que los independentistas “quieren convertir a Cataluña en un país tercermundista” y el ex ministro Borrell dice, especialmente a los empresarios, que “esto  no hubiera ocurrido si hubierais avisado antes”, lo que, extendido a todos y no sólo a los empresarios, es totalmente cierto, pues nada peor ante los totalitarismos que una cierta permisividad o mirar para otro lado ante sus progresivos desmanes anticonstitucionalistas y, por tanto, antidemocráticos. Ya en la víspera de esta multitudinaria reacción democrática en la capital catalana, se dieron manifestaciones en toda España, incluida Cataluña, por el diálogo y contra el separatismo, en las que decenas de miles de personas (con Madrid y Barcelona como las que reunieron el mayor número de asistentes) defendían la unidad y la Constitución, inundando de banderas blancas las que abogaban por el diálogo y con banderas de España (la de todos los españoles, incluidos los catalanes) las que lo hacían por la unidad y para que el Gobierno de España tome medidas contra semejante agresión al Estado de Derecho, acentuando la reivindicación, bien en que Puigdemont dialogue con Rajoy, bien en que el “president” vaya a prisión. Todo va a depender de las decisiones que tome Puigdemont pues sólo de él depende hundirse más todavía en el fango totalitario independentista, agravando su situación, o atenuándola si intenta salir del mismo y se niega a proclamar unilateralmente la independencia.
            Pero Puigdemont y su Govern, secuestrados por la CUP, prefieren llegar hasta el final en su desafío al Estado de Derecho, conscientes de que el camino sin retorno que han elegido tiene difícil salida personal para ellos, y, haciendo caso omiso incluso a este clamor democrático en la calle, mantiene la amenaza y avisa de que mañana declarará la independencia de Cataluña, y, ante la fuga de empresas de su territorio (Aghar se va y Planeta se lo piensa), que continúa inevitablemente, contesta en privado a los empresarios: “os comprendo, pero la única salida es la mediación” (como si viviéramos en un país tercermundista y antidemocrático), en tanto que Rajoy, con buen criterio, sostiene que “dentro de la ley se puede negociar todo” por lo que dice “no busco ni necesito mediadores” pues “impediré que la declaración de independencia, si la hubiere, signifique algo”, y añade que “la Guardia Civil y la Policía seguirán en Cataluña hasta que vuelva la normalidad”. Es decir, que el primer requisito para cualquier negociación o solución futura es que Puigdemont regrese a la normalidad legal, ya que es inadmisible negociar con el chantaje de la ilegal declaración unilateral de independencia encima de la mesa. Por otro lado, la oposición descarta que se forme ahora un gobierno de concentración, que el propio Rajoy descarta, alegando que aunque ayudaría le basta con que le apoyen, pues los socialistas piden que se abra un proceso negociado y Ciudadanos insiste en que se aplique ya el artículo 155 de la Constitución y se inicie la vía penal; no obstante, Sánchez negociará con Rajoy sobre la aplicación de dicho artículo constitucional si Puigdemont finalmente proclama la independencia.
            Entretanto, la imagen de Cataluña se sigue hundiendo por la huida de las empresas, mientras el ministro de Finanzas francés, Bruno de Maire, afirma que “la división no es buena para la estabilidad financiera” y los expertos sostienen que la factura de la independencia, sin el euro y sin la UE, abocaría a que Cataluña se enfrentase a una catástrofe económica de consecuencias incalculables. Por su parte, Interior pone escolta a cargos del PP, PSC y Ciudadanos por la radicalización que se vive en Cataluña, mientras jueces y fiscales dejan de confiar en los Mossos por su inacción, critican su actuación durante el 1-O y alertan sobre la “brecha” abierta, en tanto que fuentes del Ministerio Público afirman que “algo se ha roto” y que costará “reparar el daño”. Daño, entre otras cosas, al pretender los independentistas desprestigiar a la Guardia Civil y la Policía Nacional (que, por cierto, cobran unos 900 euros mensuales menos que los Mossos) por su actuación el 1-O, ajustada a derecho y proporcionalidad, con mentiras y calumnias como la protagonizada por Marta “dedos rotos”, es decir, de Marta Torrecillas, edil de ERC en Gallifa, afirmando públicamente ese día “me han roto los dedos uno a uno expresamente”, falso testimonio que dio la vuelta al mundo como falso ejemplo de la brutalidad policial, que posteriormente y gracias a dos videos se ha demostrado su falsedad; no sabemos qué credibilidad conservará la edil en su pueblo, pero sí sabemos que el Govern, como con Marta, elevó a casi 900 los heridos y que se dieron instrucciones para registrar incluso mareos y crisis nerviosas como ejemplos de la barbarie policial, cuando sobran dedos de una mano para contar las víctimas hospitalizadas de cierta consideración ese día. Ya ven, un ejemplo más entre las viles mentiras en que se sostiene el totalitario “procés” independentista, mientras, según NCReport, casi el 80% de los españoles, que son quienes debieran decidir al respecto, rechazan la independencia de Cataluña, el 49´3% se muestra partidario de aplicar el 155 de la Constitución y, en Cataluña, tres de cada cinco se muestran contrarios a la desconexión unilateral y el 52´3% denuncia un ambiente de odio….Puigdemont pues, tiene la última palabra, mientras determinados tertulianos televisivos ya extienden el bulo de que si se actúa en Cataluña para evitar el caos definitivo se estará humillando al pueblo catalán, cuando precisamente lo que se pretende es que los presuntos delincuentes totalitarios (como, entre otros, Puigdemont, Junqueras, Forcadell y compañía) paguen por todo el daño que han hecho a Cataluña y al resto de España. ¿O acaso han de irse de rositas tras la gravedad de los hechos que han provocado y dirigido?
                                                Jorge Cremades Sena

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