domingo, 22 de diciembre de 2013

“CONSEJO IBÉRICO”

                      Un “Consejo Ibérico”, formado por España, Portugal, Andorra y una Cataluña independiente, es la última de las ocurrencias de Artur Mas, mientras que el Consell de Transició propone que Barça y Español sigan jugando en la Liga Española por razones “económicas y de afectividad”. ¡Faltaría más! Menos mal que en esa nueva Cataluña ibérica, pero no española, no se quiere condenar al Barça a tener que jugarse la liga con el Hospitalet, el Girona…. y otros tantos equipos que, con todos mis respetos, hoy por hoy, están en otra galaxia futbolística como sucede a otros clubes españoles, no catalanes, cuya aspiración no pasa, por razones obvias, de intentar mantenerse algún años en la Primera división del futbol español. Menos mal que a las peñas barcelonistas, a lo largo y ancho de la geografía española, incluida Cataluña, no se las deja huérfanas convirtiendo el club español de sus amores en un club extranjero y privándoles de la rivalidad sana liguera con el club español contrincante por excelencia, el Real Madrid, que, a lo sumo, se tendría que enfrentar al Barça de vez en cuando, si es que la suerte les acompañaba en el bombo de la Champions. En fin, esta nueva parida, del Consejo Ibérico, que no sé cómo habrá sentado a los independentistas vascos, quienes, con parecidos argumentos falsos como los catalanes, aspiran también a que Euskadi deje de ser España, seguro que habrá sorprendido a los portugueses y a los andorranos, que tanto tiempo vienen viviendo una realidad tranquila, que ahora los independentistas catalanes quieren trastocar. Extraño, sin embargo, que sólo se refieran a estos territorios y no digan nada sobre la Cataluña del sur de Francia, al igual que los independentistas vascos, hacen con el Euskadi del norte de los Pirineos. Es obvio que hablamos de independentistas y no de tontos, pues como tal, saben muy bien que sus entelequias no caben en países serios, como Francia, que, paradigma del centralismo, ni de broma, admitiría semejantes estupideces de una parte de su territorio.
            Pero, al margen de este nuevo episodio ibérico del independentismo catalanista, el revuelo mediático está con la nueva Ley del Aborto aprobada ayer en el Consejo de Ministros. Una ley que, derogando la ley socialista “de plazos” de Zapatero, opta de nuevo por la anterior ley socialista “de supuestos” de Felipe González, avalada en su día por el Tribunal Constitucional, que, desde 1985 estuvo en vigor hasta que ZP decidió derogarla. Sin entrar en mayores profundidades, objeto de un artículo específico al respecto, hay que señalar que el aborto es un tema muy delicado, con amplio componente ético y moral, que no puede despacharse de un plumazo, ni tratarse en un debate a cara de perro entre partidarios de visiones extremistas, como suele suceder en estos casos. Generar una división social entre abortistas y antiabortistas es de una indecente falsedad inadmisible, ya que sólo debiera tratarse de debatir cómo se afronta un grave problema social que desgraciadamente afecta a miles y miles de personas, para que los daños, siempre irreversibles, causen el menor dolor posible. Plantearlo en términos de progresismo o conservadurismo, de evolución o involución, y tantos otros binomios maniqueos es, a todas luces, insuficiente y demagógico. Por ello, en principio, no me parece acertado tildar el cambio legal como un retroceso de 30 años, menos aún de retrotraernos al franquismo, cuando miles y miles de personas ni siquiera están seguras de lo que supone progresismo o regresión en asuntos tan delicados. Pero, inevitablemente, ante la absurda carga ideológico-partidista para satisfacer a los más radicales partidarios de cada opción política, nos espera, hasta que se apruebe la ley, un encarnizado debate entre los grupos más radicalizados que, con apariencia de hegemonía, hasta nos harán perder la perspectiva, como sucedió en las anteriores ocasiones, de que la nueva ley es consecuencia de un proyecto político cuyo programa electoral obtuvo una mayoría absoluta por parte de la ciudadanía.
            Por lo demás, mientras Ruz sigue investigando las presuntas irregularidades en la contabilidad del PP, al extremo de que ve indicios de que Tesorería y Gerencia dieron “cobertura a una facturación oficial ficticia”, en el PP, que, según Rajoy, siguen estando “tranquilos”, parece que esta inestabilidad permanente por los casos de corrupción antiguos que aparecen ahora cada vez genera mayores críticas internas que apuntan a la mismísima cúpula actual por la forma en que está gestionando la situación. Entretanto, las empresas eléctricas en tromba arremeten contra el ministro Soria, culpándole de querer hacerles pagar sus errores; lo esencial, en todo caso, es, al margen de los errores presentes o pasados, el acierto de Soria a la hora de parar la avariciosa decisión de las eléctricas de dejar a la mayoría de españoles tiritando de frío y a oscuras al no poder afrontar el pretendido recibo de la luz a todas luces desorbitado.


                                               Jorge Cremades Sena

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