viernes, 6 de diciembre de 2013

MANDELA, SIN DUDA

                        De todas las noticias, por importantes que sean, hoy prefiero relegar todas a un segundo plano ante la que, desde mi punto de vista, merece el protagonismo absoluto y casi exclusivo. Es una triste noticia, aunque esperada por razones naturales. Se trata del fallecimiento de Nelson Mandela.
Podría comentar desde la crisis surgida en Hacienda (que, entre ceses y dimisiones, ya ha dejado apartados a una serie de altos cargos de la Agencia Tributaria inesperadamente) hasta la mastodóntica multa que Bruselas ha impuesto a seis bancos (por manipular el Euribor descaradamente y de forma indecente), pasando por el supuesto proyecto de la Generalitat Catalana para crear “una agencia de espionaje”, la condena por parte del Supremo a Del Nido por chulear casi tres millones de euros a los marbellíes, el avance de Alaya para imputar a Griñán o Chaves por su presunta implicación en los ERE fraudulentos o las últimas declaraciones que tirios y troyanos vienen haciendo sobre la reforma constitucional, justo cuando la Constitución, ya madura, acaba de cumplir sus treinta y cinco años. Todas ellas con suficiente entidad para merecer nuestra atención.
Incluso podría comentar la nueva sentencia (la enésima) del Supremo para que en Cataluña se cumpla la legalidad (en este caso, sobre el derecho que cualquier estudiante tiene a ser escolarizado en castellano), la calificación de las tres grandes agencias certificando los avances de la economía española (que hace poco nos trataban pésimamente) o hasta el descubrimiento de que el ADN humano más antiguo está en Atapuerca (aunque sólo fuera para disuadir a los independentistas catalanes de que no se lo apropien -como han hecho con Cervantes, Colón y compañía- ya que en tan temprana fecha la especie humana estaba muy lejos de descubrir los nacionalismos, ni el español, ni el catalán, y, por tanto, apropiárselo carecería de cualquier connotación de frentismo). Todas ellas con suficientes ingredientes de debate para detenerse en ellas.
Pero en honor a Mandela descarto detenerme en ninguna de las noticias anteriores, para dedicar, a modo de humilde homenaje, mi habitual comentario mediático simplemente a recordar en exclusiva al hombre que, junto a Martin Luther King y a Mahatma Gandhi, merece conformar el podio en la Historia de los hombres más destacados del siglo XX. Un hombre que, por encima de ideologías, doctrinas o códigos, por lícitos que fueran, dedica toda su vida a luchar por el objetivo más noble, la dignidad humana, asumiendo todo tipo de sacrificios y soportando todo tipo de vejaciones por parte de sus congéneres, quienes, refugiados en ideologías, doctrinas o códigos rimbombantes, en el mejor de los casos, contemplaban la lucha de Mandela a favor de la dignidad humana con absoluta indiferencia o mirando hacia otro lado. Mandela es un verdadero héroe del siglo XX que, de haber vivido en la Grecia clásica, se le hubiese elevado a dicho estatus en la mitología griega, un superhombre -mitad humano, mitad divino-, cuyas cualidades le acercan más a lo divino que a lo humano.  
            Comentar hoy cualquiera de las demás noticias, cuya inmensa mayoría no se producirían si sus protagonistas observaran en sus conductas la mitad de las cualidades que adornaban a Mandela, me parece oprobioso. Quiero quedarme hoy simplemente con sus valores para no mezclarlos con la mezquindad humana que se desprende casi a diario en buena parte de las noticias que acostumbramos a comentar. Me quedo con el hombre que, desde la nada, pero con toda la fuerza que supone elevarse a la dignidad humana más profunda, que a todos nos iguala como especie, acabó con el régimen indecente e inhumano del “Apartheid” en Suráfrica que sacralizaba el odio y el rechazo racial, que relegaba a los negros a niveles inferiores a los animales. Condenado a muerte, conmutada la pena por cadena perpetua, preso durante un tercio de su vida, acusado de terrorista. . . por mantener simplemente algo tan elemental como que todos los hombres somos iguales. Un hombre que descartando el odio entre negros, blancos o mestizos consigue además que su país, liberado de la opresión racista, fue capaz de conciliar a su pueblo para una convivencia en paz y en libertad. Un hombre, sin lugar a duda, irrepetible. Por ello hoy lamentan su muerte todas las gentes de bien, al margen de su raza, de su religión, de su nacionalidad y de su posición social y económica. Por ello no podemos limitarnos a dar el pésame a su familia o a su pueblo surafricano, que le llora y aclama como su libertador, desgraciadamente hoy todos estamos de luto. Todos estamos de pésame. De una u otra forma a todos nos liberó. Y se acaba de ir para siempre. Descanse en paz.


Jorge Cremades Sena

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