martes, 23 de diciembre de 2014

LA INFANTA, IMPUTADA; MAS, INVESTIGADO

                        Además de la Lotería de Navidad que, como todos los años, toca con su varita mágica a unos pocos y deja al resto resignados, “otra vez será”, la imputación de la Infanta y el visto bueno a la investigación de Artur Mas son las dos noticias que acaparan la atención mediática sin lugar a dudas. El juez Castro decide definitivamente sentar en el banquillo a la Infanta Cristina, mientras el TSJC decide admitir a trámite todas las querellas contra Artur Mas. Quienes por activa y por pasiva se han dedicado a despotricar contra la Justicia en el sentido de que los tribunales no se atreverían a seguir adelante contra semejantes personajes por su especial relevancia político-social, han quedado en evidencia y debieran disculparse ahora ante la opinión pública por sus peregrinas especulaciones. De un lado, la Infanta Cristina se enfrenta a dos delitos como colaboradora necesaria de Urdangarín, su marido; de otro lado, el President Mas, junto a dos altos cargos de la Generalitat de Catalunya, será investigado judicialmente por desobediencia al TC en el 9-N. Como debe ser, en ambos casos, y si en alguno de ellos o en los dos se hubiera decidido lo contrario, sería igualmente como debe ser, pues, en definitiva, son los tribunales quienes han de tomar la decisión que puede ser criticable a posteriori, pero especular a priori no ya sobre los procedimientos, sino sobre la intencionalidad de jueces, fiscales y magistrados, como se ha hecho, me parece totalmente inadmisible. Ahora, detrás de cada uno de dichos asuntos queda toda una polémica jurídica, mediática, política y social, que será difícil de digerir, teniendo en cuenta que en este país conducirse irresponsablemente sale muy barato y los daños ocasionados por ello no suelen repararse. Ahora, una vez más, sólo queda, como dicen en Zarzuela, respetar las decisiones judiciales, gusten o no, y dejar trabajar a los jueces. Y, por supuesto, respetar y acatar todas las acciones legalmente establecidas por parte de todos los agentes que intervienen en un proceso.
            Pero, dicho lo anterior, me temo que será difícil poner freno a la polémica generada sobre la aplicación o no a la Infanta de la “doctrina Botín”, que suponía nada más y nada menos que exonerarla de sentarse en el banquillo, tal como sucedió al fallecido banquero, o, como es el caso, enfrentarse hasta a ocho años de cárcel. Y me lo temo porque Castro, para no aplicarle tan nefasta doctrina (que jamás debiera haberse aplicado; lo que mal empieza, mal acaba) utiliza argumentos pintorescos como el de que “Hacienda somos todos” para avalar que se siente en el banquillo cuando es acusada sólo por la acción popular, por lo que la defensa de la Infanta, ejerciendo su derecho, ya prepara la apelación. Si ni Hacienda, ni Abogacía del Estado se han querellado, es otra cuestión, que, en todo caso, además de la crítica, es susceptible de resolverse mediante una querella contra ellos. Pero, a mi juicio, no es preocupante, sino todo lo contrario, que Castro se plantee la naturaleza del delito contra Hacienda como un atentado a un bien colectivo “de interés general”, sino que lo preocupante es que asegure haber sido “más garante con la presunción de inocencia de la Infanta que con el resto de los acusados”, cuando debiera haber sido igual de garante con todos, por lo que da pábulo a quienes denuncian a priori determinados tratos de favor. También me preocupa que, sin haber sido condenada aún, algunos se sigan empeñando en mezclarlo todo y mantengan que la Casa del Rey se resiste a condenarla públicamente y no le exige su renuncia a los derechos de sucesión, cuando todo el mundo sabe, o debiera saber, que sólo a ella personalmente compete renunciar a los mismos, al margen de la impresión que cause renunciando o no. Una vez más lo fundamental es que si la legalidad no nos gusta, que se cambie (para eso están los legisladores), pero exigir a alguien, en este caso a la Casa del Rey, que ejerza derechos que no tiene, no me parece razonable, y ya ha dicho tajante y escuetamente que respeta y acata las decisiones judiciales, como debe ser. Como tampoco, en el asunto de Artur Mas, me parece razonable manifestar que la decisión del TSJC genera más problemas y puede hacer aparecer al President como una víctima propiciatoria para los intereses independentistas, dando a entender que es peor el remedio que la enfermedad. Quienes así piensan debieran explicarle a la gente que es mínimo el coste de no aplicar la ley, aunque genere ciertos riesgos, porque el mayor riesgo para la libertad y la democracia es dejar impunes precisamente a quienes incumplen la ley.
            En cuanto a otros asuntos, mientras se conoce, según informe del FROB, que Caixa Catalunya prestó 7.000 millones sin control en la etapa de Serra (no sólo en Bankia aparecían los fantasmas sino que pululaban a diestro y siniestro en casi todas las cajas), dice Susana Díaz, con motivo de una reunión con Rajoy, que “por encima del PSOE está España”, evitando valorar las divisiones en su partido, un gesto de la Presidenta Andaluza digno de valorar ya que no sólo el PSOE sino todos los partidos son meros instrumentos para el encauzamiento y participación política de los españoles y, como tales, están obviamente muy por debajo de España. Y una triste noticia, Joe Cocker, el cantante británico que revitalizó la música negra de los años sesenta, la áspera e inconfundible voz del blues, se apaga definitivamente a sus setenta años de edad; descanse en paz.

                                   Jorge Cremades Sena

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