viernes, 2 de mayo de 2014

EL UNO DE MAYO, MOTIVO DE REFLEXIÓN

                        La celebración del Día Internacional de los Trabajadores en un país, España, con uno de los más altos índices de paro, debiera ser la explosión unánime de la inmensa mayoría de los ciudadanos reivindicando uno de los derechos más básico como es el derecho al trabajo. Sin embargo, no ha sido así, lo que debiera hacernos reflexionar al respecto. Los medios de comunicación denuncian algunas de las posibles causas, como el malestar en las bases de UGT y CCOO, las dos principales centrales convocantes de las manifestaciones, por su deriva nacionalista (yo añadiría algunas causas más), señalando incluso que la auténtica y gran manifestación fue la de las cuatro horas de atasco que produjeron los más de cinco millones de desplazamientos que hubo, según la DGT, para llegar a las playas. Un simple cálculo medio de entre tres y cuatro personas por desplazamiento arroja una cifra de unos diecisiete millones de personas. ¿Cuántas asistieron a las distintas manifestaciones convocadas por los sindicatos? Bastantes menos con toda seguridad.
            La moderada participación a las manifestaciones, con la que está cayendo en España, no sólo se debe, como dicen algunos, aunque también, a derivas soberanistas que anteponen el derecho a decidir al del trabajo o responden a las ayudas millonarias que Artur Mas ha otorgado a las centrales o a los honores concedidos como la Cruz de Sant Jordi. Las contradicciones del sindicalismo español son mucho más profundas y, no sólo en Cataluña, sino en el resto de España, los distintos gobiernos, nacionales y autonómicos, ayudan y subvencionan su funcionamiento, provocando en la gente la sensación de que es a cambio de paz social. Sin ir más lejos, su gran protesta de ayer era contra la “propaganda” del Gobierno con el empleo (justo cuando comienza a crearse aunque sea tímidamente e insuficiente), lo que, en todo caso, contrasta con silencios anteriores cuando, sin ninguna esperanza, se destruía empleo a diestro y siniestro. Si a ello añadimos sus presuntas prácticas corruptas (cursos de formación, facturas falsas….), su colaboración en la ruina de las cajas de ahorro (sueldos y ventajas indecentes), comportamientos poco edificantes de algunos de sus dirigentes y ninguna propuesta alternativa creíble, salvo los manidos discursos genéricos sobre el sexo de los ángeles, no sorprende en absoluto la generalizada desconfianza de los trabajadores hacia los sindicatos, que, obviamente, tienen una de las más bajas cotas de militancia.
            También debe ser motivo de reflexión la tensión ciudadana “in crescendo” en Cataluña, cada vez con más casos de violencia política. Los partidos nacionales, que no nacionalistas, alertan de que la conflictividad irá en aumento, en tanto que algunas sedes del PP son atacadas, mientras que hasta en una del PSC pintan una diana y una asociación de Lérida denuncia que les “dieron una paliza por poner la bandera española en la carpa” durante la celebración del día de Sant Jordi. Ante actos como éstos, sólo cabe la aplicación sin contemplaciones de la legalidad. Algunos lo diremos una y mil veces. Por ello no se entiende a quienes pretenden poner paños calientes en un asunto, el soberanismo, que cada vez se va más de las manos y se hace más difícil reconducirlo. El último, Luis de Guindos, que, descubriendo las Américas, dice que “hay desafección en Cataluña” y, descubriendo la pólvora, añade que “estamos dispuestos a negociar”, concluyendo que “los empresarios catalanes me dicen que lo mejor es seguir siendo parte de España” ya que “la independencia es una sinrazón”. Entonces, ¿qué es lo que hay que negociar con los independentistas? Seguramente será su sinrazón. Pero, ¿cómo se negocia con quiénes no tienen razón y están dispuestos a imponerla?   
            Añade el ministro, al margen del asunto catalán, que “los que tiran de la economía española son los autónomos y las pymes, no los llamados campeones nacionales” y que comprende “la desazón ciudadana con los banqueros”, al extremo de asegurar que él es “el que ha sentido más desazón con ellos”. Sin poner en duda su desazón, obviedades como puños, aunque el problema es que, como ministro que es, a su desazón debe añadir soluciones viables para que la desazón de los demás acabe. Y entre dichas soluciones bien podría estar la fluidez del crédito a autónomos, pymes y familias. Seguramente habrá mecanismos para exigir a los bancos que lo hagan cuanto antes, especialmente a aquellos que, entre todos, hemos rescatado.
            En otro orden de cosas, el Gobierno anuncia que durante los próximos tres años las pensiones sólo subirán el 0´25 % con el plan de estabilidad que aplicará. Se le olvida que antes de tres años habrá elecciones y por tanto su objetivo excede de momento sus posibilidades reales de llevarlo a la práctica, aunque, teniendo en cuenta que, al menos, garantiza una revalorización, aunque sea mínima, no está desencaminado ya que anteriormente incluso han sido congeladas. En todo caso, las encuestas para el PP no son como para tirar cohetes. Según Metroscopia, los populares pierden la hegemonía en Madrid, ya que la izquierda (PSOE, IU) tendría mayoría para la alcaldía, mientras que UPyD sería la clave para gobernar en la Comunidad. No obstante, tampoco el PSOE está como para aplaudir, pues son otros quienes se benefician del deterioro del PP. Empatado con el PP en las europeas, se desatan las alarmas si, como parece, el Supremo revisa el “caso Faisán” en plena campaña electoral.
            Y, entretanto, sigue el problema de la inmigración ilegal. Nuevos intentos de salto masivo en las vallas de Melilla desencadenan un nuevo debate político. Decenas de expulsados, para unos desde suelo español, para otros no; sustitución de las pelotas de goma por extintores, para unos como antidisturbios, para otros como necesidad de apagar el fuego de ropas quemándose que los inmigrantes arrojaban…. y, así sucesivamente, cada acción-reacción provoca una serie de controversias sobre qué hacer ante el problema y cómo resolverlo sin que nadie aporte una solución viable.
            Quien, in extremis, sí supo solucionar su pase a la final de la Europa Liga fue el Sevilla que en Mestalla, tras la remontada del Valencia (3-0) de la desventaja que tenía del partido de ida (2-0), en el minuto 94 de partido, a falta de un minuto del descuento, marcó un gol histórico, apeando al Valencia de la competición. Enhorabuena y suerte a los sevillanos en la final.


                                               Jorge Cremades Sena

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