viernes, 12 de septiembre de 2014

RESACA INDEPENDENTISTA

                        Sin lugar a dudas, los catalanes, pero también el resto de españoles, sufren hoy una verdadera resaca independentista. La borrachera independentista de ayer, milimétricamente calculada y meticulosamente preparada por las instituciones catalanas, sólo puede provocar resaca al día siguiente. Lo de menos es si fueron 1.800.000 participantes, según los organizadores, o 520.000, según el Gobierno (muchos, en todo caso, pero muchos menos de los que se quedaron en casa), quienes perfectamente aleccionados, cada uno con su color, en el lugar predeterminado, cumpliendo las instrucciones recibidas, formaban la impecable V de victoria, violencia, venganza, vergüenza o vaya usted a saber de qué. La puesta en escena, perfecta; los monólogos, también.  Carme Forcadell, líder de ANC, increpa al “president” para que cumpla su promesa de hacer un referéndum ilegal el 9-N mientras algunos gritan “Señor Mas, pónganos las urnas”; y el Molt Honorable, consciente de su ilegalidad, así lo ha prometido, contesta eufórico “haré todo lo posible por no defraudaros; estoy comprometido”. Le importa un bledo defraudar al resto de catalanes, a los que no asistieron; su preocupación son los que estaban allí, los que le exigían cumplir la ilegalidad prometida, sabiendo que al resto, sean los que sean, les asiste la ley y a ellos no. Por tanto al President le importa un bledo defraudar a quienes le piden que cumpla y haga cumplir la legalidad, es decir, la democracia y el Estado de Derecho, que rige, no sólo en España, sino en toda la UE y en el resto del mundo libre. Es por eso que, ante la locura que él mismo ha alimentado y dirigido desde el alto cargo que le otorgó el Estado de Derecho Español, con la condición de acatarlo y defenderlo, es decir, todo lo contrario de lo que hace, no se atreve ahora a asegurar tajantemente que cumplirá la traición al mismo que en su día prometió, sino que hará “todo lo posible” para hacerlo. La ANC le insiste en que “no será un tribunal, y menos el TC” quien decida el futuro de Cataluña, y el President, en vez de decirles que, en efecto, quien decidirá y debe decidir el futuro de Cataluña es la democracia, se dirige al Gobierno español, elegido como el que él preside para acatar y hacer cumplir la ley, para  indicarle que debe “escuchar el mensaje de la Diada”.
            Artur Mas, como presidente de la Generalitat, se refiere, obviamente, al “mensaje de la Diada” oficial, olvidando que, no muy lejos de Barcelona, en Tarragona, otros varios miles de catalanes, para los que también gobierna o debiera gobernar, celebraban la Diada pidiéndole simplemente que cumpla la legalidad que en su toma de posesión prometió. Una promesa solemne e institucional, frente a la promesa bastarda hecha después a algunos catalanes. Pero esta otra Diada, ajustada a la democracia y al Estado de Derecho, que no cuenta con el apoyo institucional, ni con la propaganda mediática oficial (TV3 dedica 15 horas a retransmitir en directo la Diada de Mas, Junqueras, ANC y compañía, frente a los 15 minutos que dedica a la Diada constitucionalista casi clandestina), que no niega a nadie proponer su proyecto independentista siempre que se atenga a las reglas de juego establecidas, no merece para el President ni que sea escuchada por el Presidente del Gobierno. De nada vale que voces autorizadas expliquen lo obvio (como Vargas Llosa, “la soberanía no es divisible; el derecho al voto es de los españoles”; como García Cárcel, “la Guerra de Sucesión no fue entre España y Cataluña”; o como, entre otros muchos, Carmen Iglesias que, con hechos históricos objetivos, habla de “las fantasías de los nacionalistas”); de nada, que incluso el líder independentista escocés mantenga que no existe similitud entre Escocia y Cataluña asegurando que su proceso “es consensuado” y, por tanto, legal, porque así lo permite el Estado de Derecho del Reino Unido; de nada, que, a pesar de la legalidad del proceso, ya se anuncie una desbandada de empresas y bancos de Escocia, ante la salida de la libra y de la UE (imaginen lo que sucedería en Cataluña); sólo vale la prevalencia de ese idílico estado futuro que sólo existe en la mente de algunos iluminados por más que todos los datos objetivos más bien apunten a que, en el mejor de los casos, surgiría un estado inviable casi infernal. Al final, tiene razón Albert Rivera cuando en el acto de Tarragona en favor de la unidad dice que “Junqueras y Mas han partido en dos a la sociedad catalán”. De momento, es la única evidencia.
            Y si a esta Diada semi-clandestina no oficial se la relega al mínimo interés mediático, a una tercera Diada, totalmente clandestina, que también se celebró ayer, la de Jordi Pujol, el padre de toda esta movida, ni se le dedica un segundo. Con una gran señera en el balcón de su residencia y las persianas del balcón bajadas, el no tan Honorable ex President celebró en la intimidad su particular Diada, sin aparecer, como en otros años, por las calles de Barcelona para aplaudir la orquestada exhibición de esteladas, por no añadir la quema de banderas de España y otros despropósitos. Algunos pensarán que es injusto que su hijo político le relegue a este inmerecido anonimato en tan señalado día, aunque hay que entender que asumir que el mito de “España nos roba” era falso, porque quienes robaban a Cataluña eran otros, como así lo han reconocido, no es fácil de digerir, pues, exhibiendo al presunto ladrón, se podría correr el riesgo de visualizar demasiada autenticidad en tan teledirigida jornada.
            Por lo demás, casi nada más de interés mediático en este día de resaca. Botín ha sido enterrado en la intimidad, su hija Ana se convierte en la banquera más poderosa del mundo y el PP excluye la reforma electoral de la negociación con el PSOE como única salida de poder llegar a un acuerdo sobre un plan de regeneración política y de anticorrupción. Sin comentarios.

                                               Jorge Cremades Sena

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